"El malestar y la frustración de la sociedad crecen ante una realidad
económica que no deja de degradarse para el común de los ciudadanos,
pero en un mundo con diferentes centros de poder y de decisión a veces
deliberadamente opacos, no siempre está claro a quién dirigirse. (...)
Verstrynge ha alertado de los políticos que ocultan “cómo obran en
beneficio de los detentadores de dinero, de la gran banca” así como de
la opacidad de las instituciones, “empezando por la Comisión Europea”
que decide a puerta cerrada sobre millones de ciudadanos. Ha advertido
insistintemente contra el creciente abismo entre ricos y pobres con una
democracia que no es tal:
“No hay democracia aquí ni prácticamente en
ningún sitio -apuntó en el lado positivo que el criticado Hugo Chávez sí
se sometió a un referéndum revocatorio- porque democracia es poder para
y por el pueblo”. Y el sistema está al servicio de los poderes
financieros a través de una casta política que llama “jauría”, sin
cauces para el contrapeso ciudadano.
Depauperación que viene de lejos
El politólogo ha enmarcado la depauperación actual a la globalización anterior al crack financiero, cuando se deslocalizaron empresas en Occidente para producir con costes mucho más bajos en países sin derechos laborales y con salarios de miseria, contra los que es imposible competir, instando por tanto a uana “desmundialización” del libre comercio.
Los recortes salariales acabaron llegando
irremesiblemente a Europa y la deuda fue el mecanismo para mantener el
consumo, mientras que los capitales se movían libremente por todo el
mundo sin restricciones en busca de los mayores rendimientos inmediatos.
Situación inflamable
Frente a esta situación, Verstrynge citó a Montesquieu para insistir en que el poder sólo puede ser detenido con el poder, pero ahora los tres poderes, ejecutivo, legislativo y judicial -salvo “encomiables excepciones” en el último caso- están “en manos de la jauría” y “el único contrapoder posible es la calle, la protesta”.
En este sentido
aludió a los escraches contra los desahucios -le han multado e imputado por participar en uno-
porque sirve para “señalar responsables e instarles a rectificar”.
Instó a protestar, resistir y en último rebelarse, y en el momento del
coloquio se pusieron sobre la mesa medidas de presión como “huelgas de
consumo”. Cree asimismo que en el Gobierno están alterados ante el
desasosiego social y de ahí la movilización policial permanente, pero
“hasta los antidisturbios están cansados y dos de cada cinco ha pedido
el traslado”.
Advierte de que el paro podría llegar hasta los siete
millones y caminamos hacia un “genocidio laboral”, así como que en ese
contexto si se produce cualquier incidente en las protestas la llama
puede prender." (El Plural, 08/05/2013)
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