"Si preguntáis a Helen James, una mujer de Chicago que ha vivido en
las calles o en refugios, no tener una casa en EE.UU. es evidentemente
peligroso para la vida humana. Cuando hablamos el verano pasado habló de
hemorroides sin tratar y de dormir en bancos durante los helados
inviernos de Chicago. “No quiero morir”, dijo.
Según la Coalición Nacional de Personas sin Techo, 700 personas si dirección mueren cada año solo de hipotermia.
Han
muerto más estadounidenses de frío desde el comienzo de la crisis
económica que en todos los ataques de terrorismo en el territorio de
EE.UU. en las últimas dos décadas incluyendo el 11-S.
En
cuanto al tema de la legalidad, Griggs Wimbley, residente en una pequeña
ciudad en Carolina del Norte, es un experto en cómo la ola de recientes
ejecuciones hipotecarias ha violado el derecho penal de EE.UU. Pasó
casi un decenio investigando y luchando contra su propio embargo
fraudulento. “No he visto más que engaños”, dijo. Calificó el reino de
Wall Street durante los años 2000 de “una cadena criminal de diez años”.
Los cientos de investigaciones y de litigios por fraudes
en los préstamos, falsificaciones (¿recordáis el escándalo de las
robo-firmas?) y en las regulaciones de servicio respaldan las propias
experiencias de Wimbley. Y ni siquiera menciono la violación
generalizada de la Ley de Justicia en la Vivienda y otras leyes que
tienen el propósito de impedir la discriminación por motivos raciales en
la vivienda, que era flagrante antes de la crisis financiera.
Finalmente,
Marcella Robinson y Nicole Shelton, fundadoras del grupo de base de
propietarios de viviendas Mortgage Fraud NC, pueden atestiguar que todo
el propósito de las evicciones es producir un temor generalizado entre
los civiles. Robinson, cuya casa estaba embargada cuando hablamos, me
dijo que había dormido con un bate de béisbol al lado de su cama para
sentirse segura. Shelton, quien ya había sido desalojada de su casa,
dijo que vivía en un “estado constante de miedo”.
¿Por qué
se propondría Wall Street intimidar a millones de civiles? La
justificación es que si la gente no está aterrorizada ante la
posibilidad de ser desalojada de sus casas, no seguirá pagando las
astronómicas deudas que al parecer son lo único que mantiene a flote
nuestra economía.
Este argumento ciertamente
ha influenciado la política del gobierno de EE.UU. Ed DeMarco, jefe de
la Agencia Federal de Financiamiento de la Vivienda ha sido uno de los
opositores más vehementes a ayudar a los propietarios de casas,
advirtiendo de que el gobierno debe agitar el espectro del desalojo de
cualquiera que decida dejar de pagar sus hipotecas. En cuanto al tema de
“afectar la conducta de un gobierno mediante la destrucción masiva,
asesinatos, o secuestros”, los banqueros no necesitan recurrir a
secuestros, ya han tomado como rehén a toda la economía global.
Desde
2007, Wall Street ha desalojado a cuatro millones de familias
–aproximadamente diez millones de personas– de sus casas. Millones de
personas más están atrapados en actuales embargos. Durante el año pasado
he oído las historias de cientos de esas familias y la experiencia es
un sentimiento de inseguridad y de terror psicológico.
Pérdida
de seguridad. Estado de miedo. Son las mismas palabras, las mismas
frases que hemos oído expresar a gente en Boston. Si la inseguridad
masiva y el terror ante el default eran lo que querían los
bancos, misión cumplida. Sin embargo, a los bancos no se les acusa de
terrorismo. Y sus productos financieros no se califican de armas de
destrucción masiva.
Tal vez estáis pensando que no se
acusa a Wall Street porque los terroristas tienen que usar bombas en
lugar de bonos, porque no existe el terrorismo económico, ¿verdad? El
Pentágono ciertamente lo creía cuando en 2011 publicó un informe
planteando que algunas partes desconocidas pueden haber ayudado a
conducir a EE.UU. a la crisis económica de 2008 mediante “terrorismo
financiero”. No es sorprendente que los sospechosos del informe hayan
incluido a yihadistas islámicos, a los chinos y a Venezuela en lugar de
AIG o Goldman Sachs.
El mismo año, el sindicalista
estadounidense Steven Lerner fue calificado de terrorista económico
cuando sugirió que los propietarios de casas se unieran en una huelga
hipotecaria. Los medios conservadores lo llamaron una “GUÍA DE
TERRORISMO ECONÓMICO” (sí, todo en mayúsculas), mientras un congresista
de Utah instó al Procurador General Eric Holder a investigar esas
amenazas porque “claramente constituyen terrorismo interior”.
En
otras palabras, propugnar la seguridad de los propietarios de casas
equivale a actos de terrorismo, mientras asegurar la estabilidad de Wall
Street –incluso si significa expulsar a la gente de sus casas y culpar a
Venezuela de la catástrofe hipotecaria– es simplemente política de
EE.UU." (Laura Gottesdiener , CounterPunch, Rebelión, 06/05/2013)
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