14.5.13

Euro no

"Tal rigidez del modelo de construcción europeo y el marcado carácter regresivo de sus políticas, así como la falta de voluntad institucional real de cambiarlo que, según economistas como Mark Weisbrot , han convertido a la eurozona en un proyecto de derechas, ha generado en la izquierda un movimiento de respuesta que discute en mayor profundad el modelo de Europa deseado frente a esas insuficientes alternativas planteadas desde el establishment. (...)

El objetivo inmediato identificado por la gran parte de las propuestas que aquí presentamos es acabar con lo que es comúnmente conocido como “La Europa del Capital”, de modo que sea posible recuperar el control sobre los instrumentos económicos necesarios para dirigir de manera democrática nuestras economías.

 Una posibilidad que pasa, obligatoriamente, por alterar, si no romper, con las bases de la actual Unión Monetaria. La diferencia entre posiciones radica principalmente en si esa ruptura debe ser unilateral por parte del país o países que decidan o se vean obligados a salirse del euro e incluso de la misma UE; o si, por el contrario, es posible una respuesta colectiva de la izquierda europea que logre alterar los fundamentos de la integración europea desde dentro de la propia Unión. 

La primera de las posiciones – la salida unilateral – ha sido propuesta o al menos insinuada, no sólo por la izquierda sino también por los miembros de la Troika o incluso por movimientos nacionalistas de ideología xenófoba. El tipo de alternativa de estos últimos, basada en diagnósticos diametralmente opuestos a los de la izquierda, provocaría escenarios de alta conflictividad internacional y social. 

Por su parte, si, ante la perspectiva inevitable de futuras quitas de deuda, la salida de la zona euro fuese decidida por la misma Troika, dicha salida degeneraría muy probablemente en una mayor intervención directa en la política económica del país en cuestión. 

Por eso el equipo de RMF insiste en la importancia de que sea el país deudor el que lleve la iniciativa de hacer el doble movimiento de declarar un impago de la deuda y abandonar la zona euro de manera simultánea. Si este movimiento es comenzado y dirigido por el gobierno del país saliente en vez de por los representantes de los acreedores, argumentan, se podrán negociar mejores condiciones de rembolso de una deuda externa cuyo valor hay que tener en cuenta que aumentará, dada la necesaria devaluación de la moneda nacional respecto a la divisa europea.

 Lo deseable, como indica el equipo de CADTM (Comité por la Abolición de la Deuda Externa del Tercer Mundo), es que una negociación de este tipo se realice tras una previa auditoria ciudadana que evalúe el grado de ilegalidad e ilegitimidad de la deuda privada y pública exterior acumulada, un planteamiento que es compartido también por quienes cuestionan la estrategia de salida del euro. 

Otro argumento citado ampliamente para apoyar tal salida por parte de los países periféricos (que algunos autores plantean como una salida de la zona euro sin dejar de utilizar el euro como moneda circulante) es la recuperación inmediata de los bancos centrales y todas las herramientas a su disposición como organismos públicos al servicio del interés general. Volverían al control del gobierno tanto la política de cambio externo, como la política monetaria interna, ambas estrechamente relacionadas. 

De este modo, según Alberto Montero , la devaluación antes citada permitiría pasar del ajuste “largo” actual a uno “rápido y corto”, por medio de un ajuste relativo de precios. Esta caída del valor de la moneda nacional, junto al rol activo del banco central permitiría activar un proceso de industrialización y un alza de las exportaciones, lo que ayudaría a reactivar la economía incidiendo positivamente en las variables de tipo “real”. 

Eso a su vez sería la base para un proceso de transformación económica más amplia. Además, en opinión de Jacques Sapir tal reacción expansiva no se limitaría a los países periféricos, sino que podría beneficiar a países centrales, como Francia. 

Los mismos defensores de la salida unilateral reconocen, no obstante, que la devaluación trae consigo complicaciones o riesgos, aparte del automático aumento de la carga de la deuda que conllevaría dicha devaluación. Por un lado, un cierre del grifo del nuevo crédito exterior, por el miedo de las instituciones financieras internacionales.

 La ventaja es que ésta se supliría con la liquidez aportada por el Banco Central. Es más, el recuerdo de la experiencia argentina – que volvió a tener liquidez en el medio plazo podría hacer pensar que este tipo de dificultades no sería determinante. 

Más inquietan, sin embargo, los posibles efectos en forma de inflación que provocaría el encarecimiento de las múltiples importaciones imprescindibles, dado el carácter transnacional de gran parte de los procesos productivos capitalistas. El elevado coste de la energía y los bienes de capital traídos del exterior pondrían en apuros a cualquier economía en su estrategia de reimpulso de la producción nacional.

 No sólo eso, sino que dicho incremento del precio de las importaciones podría anular, los efectos positivos sobre la balanza comercial del incremento de las exportaciones hecho supuestamente posible por la devaluación.

 Los autores del libro Qué hacemos con el euro res ponden que, si bien estos factores deben ser tomados en cuenta, se podría aprovechar la oportunidad para una reconversión de la economía nacional a través de unas políticas industrial y energética activas basadas que ayudasen a una expansión sostenible del aparato productivo interno."        (Juan Barredo Zuriarrain y Ricardo Molero Simarro, Rebelión, 08/05/2013

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