"Tal rigidez del modelo de construcción europeo y el marcado carácter
regresivo de sus políticas, así como la falta de voluntad institucional
real de cambiarlo que, según economistas como Mark Weisbrot
, han convertido a la eurozona en un proyecto de derechas, ha generado
en la izquierda un movimiento de respuesta que discute en mayor
profundad el modelo de Europa deseado frente a esas insuficientes
alternativas planteadas desde el establishment. (...)
El objetivo inmediato identificado por la gran parte de las
propuestas que aquí presentamos es acabar con lo que es comúnmente
conocido como “La Europa del Capital”, de modo que sea posible recuperar
el control sobre los instrumentos económicos necesarios para dirigir de
manera democrática nuestras economías.
Una posibilidad que pasa,
obligatoriamente, por alterar, si no romper, con las bases de la actual
Unión Monetaria. La diferencia entre posiciones radica principalmente en
si esa ruptura debe ser unilateral por parte del país o países que
decidan o se vean obligados a salirse del euro e incluso de la misma UE;
o si, por el contrario, es posible una respuesta colectiva de la
izquierda europea que logre alterar los fundamentos de la integración
europea desde dentro de la propia Unión.
La primera de las
posiciones – la salida unilateral – ha sido propuesta o al menos
insinuada, no sólo por la izquierda sino también por los miembros de la
Troika o incluso por movimientos nacionalistas de ideología xenófoba. El
tipo de alternativa de estos últimos, basada en diagnósticos
diametralmente opuestos a los de la izquierda, provocaría escenarios de
alta conflictividad internacional y social.
Por su parte, si, ante la
perspectiva inevitable de futuras quitas de deuda, la salida de la zona
euro fuese decidida por la misma Troika, dicha salida degeneraría muy
probablemente en una mayor intervención directa en la política económica
del país en cuestión.
Por eso el equipo de RMF insiste
en la importancia de que sea el país deudor el que lleve la iniciativa
de hacer el doble movimiento de declarar un impago de la deuda y
abandonar la zona euro de manera simultánea. Si este movimiento es
comenzado y dirigido por el gobierno del país saliente en vez de por los
representantes de los acreedores, argumentan, se podrán negociar
mejores condiciones de rembolso de una deuda externa cuyo valor hay que
tener en cuenta que aumentará, dada la necesaria devaluación de la
moneda nacional respecto a la divisa europea.
Lo deseable, como indica
el equipo de CADTM (Comité por la
Abolición de la Deuda Externa del Tercer Mundo), es que una negociación
de este tipo se realice tras una previa auditoria ciudadana que evalúe
el grado de ilegalidad e ilegitimidad de la deuda privada y pública
exterior acumulada, un planteamiento que es compartido también por quienes cuestionan la estrategia de salida del euro.
Otro argumento citado ampliamente para apoyar tal salida por parte de los países periféricos (que algunos autores
plantean como una salida de la zona euro sin dejar de utilizar el euro
como moneda circulante) es la recuperación inmediata de los bancos
centrales y todas las herramientas a su disposición como organismos
públicos al servicio del interés general. Volverían al control del
gobierno tanto la política de cambio externo, como la política monetaria
interna, ambas estrechamente relacionadas.
De este modo, según Alberto Montero
, la devaluación antes citada permitiría pasar del ajuste “largo”
actual a uno “rápido y corto”, por medio de un ajuste relativo de
precios. Esta caída del valor de la moneda nacional, junto al rol activo
del banco central permitiría activar un proceso de industrialización y
un alza de las exportaciones, lo que ayudaría a reactivar la economía
incidiendo positivamente en las variables de tipo “real”.
Eso a su vez
sería la base para un proceso de transformación económica más amplia.
Además, en opinión de Jacques Sapir tal reacción expansiva no se limitaría a los países periféricos, sino que podría beneficiar a países centrales, como Francia.
Los mismos defensores de la salida unilateral reconocen, no obstante,
que la devaluación trae consigo complicaciones o riesgos, aparte del
automático aumento de la carga de la deuda que conllevaría dicha
devaluación. Por un lado, un cierre del grifo del nuevo crédito
exterior, por el miedo de las instituciones financieras internacionales.
La ventaja es que ésta se supliría con la liquidez aportada por el
Banco Central. Es más, el recuerdo de la experiencia argentina – que
volvió a tener liquidez en el medio plazo podría hacer pensar que este
tipo de dificultades no sería determinante.
Más inquietan, sin
embargo, los posibles efectos en forma de inflación que provocaría el
encarecimiento de las múltiples importaciones imprescindibles, dado el
carácter transnacional de gran parte de los procesos productivos
capitalistas. El elevado coste de la energía y los bienes de capital
traídos del exterior pondrían en apuros a cualquier economía en su
estrategia de reimpulso de la producción nacional.
No sólo eso, sino que
dicho incremento del precio de las importaciones podría anular, los
efectos positivos sobre la balanza comercial del incremento de las
exportaciones hecho supuestamente posible por la devaluación.
Los
autores del libro Qué hacemos con el euro res ponden que, si bien
estos factores deben ser tomados en cuenta, se podría aprovechar la
oportunidad para una reconversión de la economía nacional a través de
unas políticas industrial y energética activas basadas que ayudasen a
una expansión sostenible del aparato productivo interno." (Juan Barredo Zuriarrain y Ricardo Molero Simarro, Rebelión, 08/05/2013)
No hay comentarios:
Publicar un comentario