"(...) En verano, al calor de la temperatura atmosférica, diversos informes de renombrados bancos de inversión de la City, y también de aquí, abogaban por una recuperación de la economía patria poco menos que vigorosa. (...)
Una de las mayores sandeces que uno puede leer en estos informes es que la reducción de deuda de empresas y familias,
y por ende el incremento del ahorro de ambos, es un síntoma de
recuperación de nuestra economía.
Es increíble, justamente se trata de
todo lo contrario, es el diagnóstico de que estamos en una recesión de
balances.
Como consecuencia del descenso del colateral, y los elevados niveles
de endeudamiento, las familias disminuyen el consumo y recuperan, si
pueden, ahorro; las empresas no financieras no invierten, destruyen
capital ya instalado, y despiden a trabajadores. El objetivo es reducir
la deuda a toda costa. Como consecuencia se entra en una recesión de
balances.
La pregunta que deberían hacerse estos economistas es hasta cuanto
debe reducirse la deuda para poder volver a crecer. Les recomiendo que
analicen los modelos de Steve Keen, economista postkeynesiano
que a diferencia de ellos sí previó esta crisis.
Siguiendo patrones
históricos, la crisis no acabará hasta que no se recorte la deuda
privada de manera substancial, y represente alrededor entre el 75% y el
100% del PIB. Al ritmo de reducción de los últimos años, desde el actual
312% del PIB necesitaríamos varias generaciones.
La tormenta perfecta
La situación es dramática. Después de más de seis años de intensa recesión, ninguna de las causas que originaron la actual crisis sistémica, un volumen brutal de deuda y una banca insolvente, se han solucionado.
En vez de corregir estos dos desequilibrios, mediante una
reestructuración de la banca zombi y una quita ordenada de deuda, se han
aplicado una serie de políticas económicas que han empobrecido
brutalmente a la ciudadanía.
Como la mayor parte de activos financieros están sobrevalorados es
cuestión de tiempo esperar a que se desate la siguiente fase de venta
masiva de los mismos. Cuando ello ocurra, emergerán todas nuestras
miserias, nuestra descomunal deuda, privada y pública, y la insolvencia
bancaria.(...)" (Juan Laborda, 04/12/2013)
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