"(...) los españoles, demasiado acostumbrados a vivir con tasas elevadas de
inflación, deben prepararse ahora para ver cómo los precios se planchan,
se estancan, en un buen número de productos en busca precisamente de
que se consolide esa mejora incipiente del consumo.
Es más, todos los
pronósticos apuntan a que el IPC terminará este año en torno al 0,5% y
en el 0,8% el año que viene; cuando el BCE establece en el 2% el nivel
equilibrado de los precios.
Para qué y para quién es bueno una inflación tan baja
En principio, que los precios estén en unos niveles tan bajos es una
buena noticia para los consumidores, los asalariados y los pensionistas.
Para los primeros porque a menos precio, mayor capacidad de compra,
lo que para España, donde el consumo supone más del 60% del PIB, es
crucial si quiere encarar la recuperación económica con ciertas
garantías de éxito.
Para asalariados y pensionistas también es positivo un IPC que
merodee en torno al 0%, ya que si algo ha traído esta crisis para
quedarse, al menos a medio plazo, es un entorno de salarios estancados o
con subidas mínimas, a las que si les descontamos la inflación (que es
como se calcula la ganancia neta de rentas), apenas sufre variación,
luego el poder adquisitivo se mantiene e incluso aumenta en el caso de
tasas negativas de inflación.
Con un entorno de incrementos salariales
tan bajos, los empresarios tienen más incentivos a la contratación, lo
que en tiempso de crisis beneficia a la actividad y, sobre todo, al
empleo.
Para qué y para quién es malo una inflación tan baja
Pero frente a esas ventajas, también existen inconvenientes que a
casi nadie se le escapan de tener un entorno de precios tan estancado.
Para las empresas esas exiguas subidas de precios son bastante
desincentivadoras, puesto que no se traducirán en fuertes incrementos de
ganancias.
Además, al no poder vender sus productos sensiblemente más
caros que la competencia, la posibilidad de invertir en mejoras para
hacer esos productos más competitivos también es menos atractiva. Por
ello, si no pueden repercutir el gasto acometido en la inversión al
precio de venta final, lo más lógico es no acometer dicha inversión.
Y para el común de los mortales, para los asalariados y, en menor
medida para los pensionistas, las tradicionales subidas de precios que
se producían hasta ahora engordaban sus rentas, lo que les aliviaba el
pago de las deudas contraidas (básicamente hipotecas y otros créditos).
Ahora, ese efecto silencioso que tenía un IPC por encima del 2% de
diluir las deudas se ha acabado no solo para familias y empresas muy
endeudadas, sino también para el Estado por su nulo impacto sobre la
deuda pública. Por contra, los grandes ahorradores no ven depreciado el
valor de sus ahorros con un IPC tan escuálido. (...)" (Cinco Días, 15/04/2014)
No hay comentarios:
Publicar un comentario