"Es martes, son las siete de la tarde y varias personas
se arremolinan sobre una mesa en una pequeña habitación del centro
social Patio Maravillas de Madrid. La asesoría jurídica de la Oficina
Precaria está a punto de empezar.
En la puerta espera Andrés (nombre
ficticio), un repartidor de sushi de 30 años que cobra en negro y que
busca ayuda para acabar con esa situación. En el despacho, una
habitación sencilla de solo unos pocos metros cuadrados, se quedan dos
personas para atenderle.
"Aquí llegan desde becarios
hasta empleadas domésticas, falsos autónomos, gente que cobra en negro o
que tiene un contrato que no se cumple... Es decir, llega todo lo que
se ve en el mercado laboral: mucha precariedad, que ya no es algo solo
de gente joven, sino que está extendida. Mucha gente viene sin tener ni
idea, a lo mejor con un finiquito que no saben si está bien hecho o no". (...)
La idea era, precisamente, combatir la precariedad: por
un lado, han organizado asesorías legales gratuitas para que la gente
pudiera consultar sus dudas e informarse de las posibilidades que
tienen, por otro, han lanzado campañas contra las becas fraudulentas y
la precariedad aún más alarmante de las mujeres en el mercado de
trabajo.
"También hemos tenido contacto con la inspección de trabajo a
través de un inspector, que nos dijo que le pasáramos las denuncias que
tuviéramos de becas que encubrían puestos de trabajo. Pero además de
luchar contra la precariedad queríamos proponer alternativas y la
economía social nos parece una de ellas, por eso pusimos en marcha una
asesoría personal y online sobre cooperativas", cuenta Sandra, otra de
las integrantes.
En el despacho, Sergio Arroyo
aguarda la siguiente asesoría. Es abogado laboralista y es su primer día
como letrado de la Oficina Precaria. "Me enteré a través de un amigo de
que andaban justos de laboralistas y me puse en contacto con ellos",
explica Sergio, que aprovechará el tiempo libre que le deja su trabajo
para atender algunas asesorías de forma desinteresada.
Él es uno de los
cinco abogados que se acaban de sumar al proyecto, todos de forma
voluntaria.
El núcleo duro de la
oficina lo forman entre quince y veinte personas jóvenes que se reúnen
en asamblea cada semana. A su alrededor hay una nube de personas que
colaboran o simpatizan y que apoyan el proyecto en la medida de sus
posibilidades. Nadie paga cuotas: varios centros sociales les ceden
espacios y el dinero que necesitan para mantener la página web y hacer
cartelería y pegatinas lo consiguen organizando fiestas.
Al despacho entra Santiago (nombre ficticio), un traductor freelance
que roza los 60 y que acude para consultar una reclamación de cantidades
que le hace la Seguridad Social. "Estuve un tiempo sin darme de alta y
me han pillado. Sé que es fallo mío, pero yo ingresaba unos mil euros,
mi mujer lo mismo, tenemos una hija de 16 años y pagamos 800 de
alquiler. Si yo pagaba 270 euros de cuota más los impuestos nos era
imposible vivir. Pero sé que está mal hecho", se lamenta. (...)
A la mesa del despacho también se sienta el miedo.
"Mucha gente que viene teme denunciar, no quieren tener más problemas",
dice Sandra. Su compañera Alba Méndez lo confirma: "Tienen miedo, pero
también cabreo, y hay gente que quiere ejercer presión".
Por eso, la
oficina quiere dar un paso más y organizar acciones de denuncia ante,
por ejemplo, empresas que no paguen a sus trabajadores o que ofrezcan
becas que esconden puestos de trabajo.
La primera la
hicieron hace poco, junto a otros colectivos, en un mercado de Madrid:
en uno de los puestos, un trabajador que se negó a hacer más jornada por
el mismo salario y que cobraba la mitad de su sueldo en negro, fue
despedido. El empresario le debía dinero. Han llevado el caso a los
tribunales.
"Fuimos allí a informar a los
consumidores y al resto de empresarios de lo que allí estaba
sucediendo", cuenta Alba. "Como hay muchos casos en los que la gente
desea mantener el anonimato, estamos pensando en hacer acciones más
globales, en empresas donde este tipo de prácticas sea frecuente y así
proteger más a las personas que denuncian", continúa.
Se hace tarde y la becaria que habían citado para la asesoría ha
avisado de que no podrá acudir. Su beca era en realidad un puesto de
trabajo y, cansada, la dejó. "Y el último mes que trabajó no se lo
pagaron". (eldiario.es, 14/04/2014)
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