"Hace 17 años, Juana Baca salió de Perú. Tenía 24 años, un hijo con
dos que no pudo traerse hasta bastante tiempo después y todas las ganas
del mundo por comenzar a edificar su proyecto de vida.
En 2003, Juana se
enamoró de Jorge y ochos años más tarde ambos se compraron una vivienda
en la que cabían todos los sueños que Juana trajo de Perú. El sueldo de
2.500 euros mensuales de Jorge, con contrato fijo, y los 1.000 euros
que cobraba y cobra ella, como cocinera en un hotel, eran más que
suficientes para pagar 960 euros al mes del préstamo hipotecario.
En la sucursal bancaria todo fueron facilidades, a pesar de
que en 2011 la crisis ya mordía. Además del cien por cien del precio de
la vivienda, tasada en 170.000 euros, el director de la sucursal les
‘regaló’ 8.000 euros más para amueblar la cocina y los engatusó
para que compraran acciones de la entidad financiera y aseguraran la
vivienda con la aseguradora del banco. El préstamo hipotecario subió en
27.000 euros que se pagaría en cómodas mensualidades durante 30 años.
Once meses después de firmar la hipoteca y después de diez años en
una gran empresa de la construcción, Jorge fue enviado a la larga y
desesperante cola del paro. El sueño de Juana ya no era tan sueño.
Durante el tiempo que Juan estuvo cobrando el paro y la ayuda familiar,
la familia pudo seguir pagando la hipoteca y dar de comer a sus dos
hijos; pero cuando se acabó la ayuda familiar, Juana tuvo que decidir
qué hacer con su salario de 1.000 euros: “O daba de comer a mis hijos o
pagaba la hipoteca”. Juana eligió comer y pagarle a su hijo el “pasaje”
para que vaya todos los días al instituto.
El sueño ya era una pesada losa. Juana se plantó: “No puedo pagar,
vamos a renegociar el préstamo. Yo puedo pagar un alquiler social pero
si pago, no como”, le dijo Juana al director de la oficina.
“La deuda la
tienes que pagar como sea”, le respondió el empleado de banca. Y “como
sea” lleva intentando el director de la sucursal que Juana pague la
hipoteca: amenazas telefónicas, hostigamiento psicológico,
llamadas a familiares, trato humillante y degradante y un sinfín de
episodios inhumanos, según relata Juana.
Hasta tal punto llegó la pesadilla que el banco bloqueó la nómina de
Juana: “Un día salí de trabajar, fui al banco a sacar dinero para comer y
me lo había quitado todo. No tenía nada, ni para comer ni para el
billete de bus”, rememora. Así, al día siguiente se fue a la oficina,
nada más abrir, “a rogarle al director” que le diera “por lo menos 200
euros” para poder comer.
Después de mucho llorar y rogar, el
jefe de la entidad accedió a darle 200 euros para comer a Juana para,
acto seguido, amenazarle con “meter mano” a la cuenta de la madre de
Jorge, una anciana con una modesta pensión: “Corriendo tuvimos que
cambiar la cuenta de mi suegra a otra entidad bancaria”,
detalla en un receso de la protesta que ella y su marido, junto a
activistas de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH),
protagonizaron la semana pasada en la puerta de una sucursal de La
Caixa-Cajasol en Sevilla.
“Hemos venido hasta aquí porque la semana pasada el director de la
oficina fue a mi trabajo a presionarme para que aceptara las condiciones
de estafa que me ofrece para saldar la deuda”, explica Juana, quien se
niega a firmar la propuesta “abusiva” que le ofrece el director del
banco.
La entidad financiera le ofrece la dación en pago de la vivienda,
a cambio de pagar 40.000 euros –a pagar 200 euros al mes– y entregar el
humilde apartamento de soltero de su marido, en el populoso barrio
sevillano de Bellavista.
“Lo tienes que firmar. Si no aceptas, ejecución hipotecaria. Y lo vas
a perder todo”, le infiere el director bancario a Juana, según su
relato. “No voy a firmar”, le responde contundente la mujer que buscando
su sueño anda envuelta en una pesadilla llena de amenazas e indefensión
por parte de un sector financiero todopoderoso.
Además, el director de
la sucursal se presentó, hace unos días, en el hotel donde trabaja
Juana: “He quedado aquí con Juana Baco, ¿la puede usted llamar, por
favor?”, le propuso el empleado de banca al recepcionista del hotel
donde trabaja, cuenta Juana, que asegura que nunca había quedado con el
director del banco en su lugar de trabajo.
El recepcionista llamó a cocina e indicó a Juana el nombre y los
apellidos del hombre que esperaba en la planta principal del hotel. “Cuando
me dijeron quién estaba esperándome, se me paró el corazón”, sostiene
quien ese día pasó la “vergüenza” de su vida.
El director del hotel
llamó a Juana a su despacho y, desde ese día, la mujer teme perder su
empleo si las amenazas y molestias del banco se vuelven a
repetir. “Ayer mismo despidieron a un compañero, la próxima puedo ser yo
porque a las empresas no les gusta que los trabajadores demos
problemas”, concreta.
Clara Isabel Pérez, una de las portavoces sevillanas de la PAH, cree
que las presiones de La Caixa son fruto de su técnica de “agotar a la
gente psicológicamente” para no tener que llegar a los juzgados.
“Si
ordenan una ejecución hipotecaria, los juzgados declararían ilegales las
cláusulas suelo que aplica a los préstamos hipotecarios y los intereses
de demora –el doble de lo legal– que añade a las personas afectadas por
impagos”, afirma la activista antidesahucios, que también denuncia que
La Caixa no se adhiere al Código de Buenas Prácticas que firmó con el
Gobierno central.
Tampoco Juana puede denunciar: “No tengo dinero para las tasas judiciales”, sentencia. (...)" (Público, 09/06/2014)
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