7.9.14

Las políticas de austeridad extrema y de rigor mortis pueden ser calificadas como “creadoras de escasez”

"Durante la década de los años treinta, cuando los rostros de muchos hombres se tornaron duros y fríos como si miraran hacia un abismo, nuestro hombre advirtió los signos de la desesperanza generalizada que conocía desde niño. 

Vio hombres buenos destruidos al ver roto su concepto de una vida decente, les veía caminar desanimados por las calles y los parques, con la mirada vacía como añicos de cristal roto; les veía entrar por las puertas de atrás, con el amargo orgullo de los hombres que avanzan hacia su propia ejecución, a mendigar el pan que les permitiera volver a mendigar, y también vio personas que una vez caminaron erguidos mirarle con envidia y odio por la débil seguridad que él disfrutaba.

Más o menos así describe el novelista John Williams el espíritu de los años de la Gran Depresión en su maravillosa novela Stoner. No es difícil establecer una analogía con lo que se observa ahora, en las capitales y en los pueblos de algunos países intervenidos o con posibilidades de serlo, del sur de Europa. Con todas las diferencias que se le quiera poner.(...)

 Se acaban de cumplir dos años de la primera intervención de un país europeo, Grecia, por la troika de poderes fácticos contemporáneos y externos a la soberanía de los países de la zona: la Comisión Europea (CE), el Banco Central Europeo (BCE) y el Fondo Monetario Internacional (FMI). 

Luego controlaron a otros dos países, Irlanda y Portugal, y la próxima semana coincide con el segundo aniversario de la noche en la que los ministros de Economía de la eurozona hicieron morder el polvo a la política económica de José Luis Rodríguez Zapatero y la cambiaron de sentido en un santiamén, causando la ruina electoral de los socialistas españoles y esbozando la estructura de un fondo de rescate para países en problemas que todavía —más de setecientos días después— anda ajustando su fórmula y su monto definitivo. (...)

Un balance de lo sucedido en Europa desde entonces es demoledor: la crisis de la deuda soberana y el crecimiento de las primas de riesgo —cuya solución era para lo que se adoptó la política económica de austeridad extrema y rígida, aplicada a países con problemas muy diferentes— no ha mejorado; los problemas de liquidez o solvencia de muchos bancos de matriz europea y funcionamiento multinacional siguen encima de la mesa y todos ellos han de acudir sistemáticamente a las subastas de liquidez del BCE (un mecanismo administrativo, al margen del mercado) para sobrevivir y poder pagar sus obligaciones y sus deudas; estancamiento económico o recesión en la mayor parte de los países, lo que significa multiplicación exponencial del paro, empobrecimiento de las clases medias, mortandad de centenares de miles de empresas y reducción de la movilidad social.

 Según los datos del Eurobarómetro, una gran parte de los ciudadanos europeos teme que sus hijos van a vivir peor que ellos, lo que significa que se ha interrumpido el proceso del progreso. (...)

Todas estas secuelas dejan una huella profunda en la calidad de la democracia: según todos los sondeos, una parte creciente de la ciudadanía duda de la idea Europa (cuya construcción estaba planteada precisamente para evitar los populismos y los enfrentamientos del pasado) y también es creciente el número de ciudadanos que sospecha de la impotencia de sus representantes políticos a la hora de solucionar los problemas públicos y comunes, ya que estos se dirimen en lugares cada vez más alejados de los Parlamentos y de los lugares propios de la democracia representativa.  (...)

En resumen, el paisaje después de una batalla que ya ha durado dos años no puede ser más estremecedor. Las políticas de austeridad extrema y de rigor mortis pueden ser calificadas como “creadoras de escasez”, siguiendo las hipótesis de Daniel Anisi, un economista prematuramente desaparecido.  (...)

Reestructurar no es desregular, reforma estructural no es sinónimo de recortes ni de la dilución de los derechos de la gente, liberalización y regulación son conceptos complementarios e inseparables, los críticos de la austeridad injusta no son partidarios del despilfarro del mismo modo que la estabilidad presupuestaria no es equivalente a déficit cero (un fundamentalismo más) y que quienes critican el Pacto de Estabilidad y las reformas forzadas de las Constituciones nacionales no defienden la inestabilidad.

 Durante la primera fase de la crisis actual, los políticos que se aprestaron a combatirla parecían conscientes de su gravedad y tuvieron en cuenta las lecciones del pasado: no se podían repetir los errores de antaño por los cuales se había extendido la Gran Depresión de los años treinta que acabó con una guerra mundial.  (...)

A partir de 2007, las autoridades pusieron en marcha una política monetaria expansiva con abundantes dosis de liquidez, tipos de interés próximos a cero, ayudas extraordinarias a la banca y planes de estímulo de la demanda. Son ellas las que generaron el déficit y la deuda pública y no el déficit y la deuda pública los que causaron la Gran Depresión. Y son las políticas de estímulo las que Europa ha abandonado, antes de tiempo según los economistas críticos.   (...)

Se avecina una dialéctica muy potente en el patio europeo entre los partidarios de dos maneras distintas de ver la política económica. Mientras se resuelve, unos y otros deberían llegar a un pacto para proteger a los millones de personas que van quedando por el camino: los parados de larga duración que ni tienen futuro ni seguro de desempleo para sobrevivir, las familias en las que no entra ningún salario, los inmigrantes sin derecho a la sanidad o la educación, los ciudadanos que sufren fuertes reducciones de su renta disponible y observan, perplejos, el extraordinario aumento de la desigualdad entre ellos y los poderosos.

 Las ventajas engendran más ventajas: los ricos pueden permitirse vivir en barrios mejores y más seguros, pueden dar a sus hijos una atención médica adecuada y una alimentación que les permita crecer sanos, y pueden pagar a profesores y obtener ayudas educativas si aquellos tienen problemas. El resto se confronta con una red de seguridad cada vez más endeble y con la constante incertidumbre sobre los empleos mientras una nueva generación, los más jóvenes, no tiene trabajo ni sueños.

En medio de la Gran Depresión, cuando publicó su Teoría General, Keynes centró el debate principal: “Los dos vicios que marcan el mundo en que vivimos son que el pleno empleo no está garantizado y que el reparto de la fortuna y de la renta es arbitrario y desigual”. ¿Tan poco hemos aprendido en tres cuartos de siglo?"             ( , El País, 28 ABR 2012)

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