"(...) Al igual que otras economías europeas, Islandia experimentó
importantes tasas de crecimiento económico entre 2004 y 2008, al unir a
su negocio tradicional (la exportación de recursos pesqueros), una
frenética actividad especulativa.
A partir de 2004 la banca islandesa
registró un intenso crecimiento meramente especulativo, basado en la
captación de ahorros de los ciudadanos y la emisión masiva de bonos.
Tres bancos privados (Glitnir, Lansdbanki y Kaupthing) obtuvieron
ingentes recursos en los mercados internacionales mediante depósitos de
dudosa transparencia no garantizados por las autoridades del país.
Pero esta estrategia de casino no tardó en fracasar: el colapso
financiero mundial que se produjo con la crisis de las hipotecas
“subprime” (agosto de 2007) y la quiebra de Lehman Brothers (septiembre
de 2008) trajo consigo la quiebra de la banca privada islandesa y en
2008 los activos en que se había invertido el dinero ya no valían nada.
El Gobierno de coalición (conservadores + socialdemócratas) optó por
nacionalizar los tres bancos y restringir la retirada de fondos. Pero ya
era tarde: en un alarde de perspicacia financiera, y adivinando la que
se les venía encima, los espabilados banqueros habían vaciado lo poco
que quedaba en la caja días antes de ser intervenidos: igualito que en
Argentina justo antes del “corralito”.
La reacción de los especuladores institucionales, y también la de
miles de ingenuos ahorradores entusiasmados con la magia de la burbuja
financiera, no se hizo esperar: exigieron ser indemnizados… y se lo
exigieron al Gobierno islandés, no a los banqueros saqueadores, a pesar
de que los activos emitidos por esos bancos carecían del respaldo del
Gobierno de Islandia, al no tratarse de depósitos tradicionales.
El
Gobierno británico, liderado entonces por el laborista Gordon Brown,
llegó incluso a hacer uso de la legislación antiterrorista para congelar
activos islandeses depositados en instituciones británicas y
garantizarse el cobro de las indemnizaciones millonarias.
En enero de 2009 las movilizaciones ciudadanas provocaron la dimisión
del primer ministro islandés (el conservador Geir Haarde) y la
convocatoria de elecciones anticipadas, ganadas por una coalición de
centro-izquierda. Ante la imposibilidad de devolver el dinero con los
fondos encontrados en las cajas de los bancos, el nuevo Gobierno
islandés, plegándose a las presiones de los especuladores, planteó
indemnizarles con cargo al presupuesto del país, endeudándose en 3.500
millones de euros.
En apoyo a tal propuesta, los poderes fácticos
enarbolaron un discurso de sobra conocido en España: plegarse a las
exigencias de los mercados financieros es el mejor camino para restaurar
la confianza de los mercados.
El escándalo político fue mayúsculo porque cada ciudadano islandés
tendría que contribuir con unos 11.000€ a pagar la gestión delictiva de
tres bancos privados. Además, se solicitaría un préstamo adicional de
2.100 millones de dólares al FMI con el consiguiente programa de ajuste
neoliberal.
La aprobación de dicha ley de indemnización provocó una nueva oleada
de protestas y en enero de 2010 el presidente del país, el excomunista
Ólafur Ragnar Grímsson, se negó a ratificarla convocando un referéndum
para que la ciudadanía se pronunciase al respecto. En dicho referéndum,
celebrado el 6 de marzo de 2010, el 93% de los votantes dijo “NO” al
plan gubernamental: los ciudadanos islandeses no resarcirían a los
especuladores británicos y holandeses por la mala gestión de los
banqueros.
Es más: se inició un proceso judicial contra los gestores de
los bancos citados en los que incluía a 160 imputados. Asimismo, se
procedió a convocar una asamblea constituyente para reformar la
Constitución del país. Bajo el liderazgo del presidente Grímsson, la
política económica de Islandia daba un esperanzador giro hacia la
heterodoxia.
Por aquel entonces España vivía una situación similar (...)
A partir de 2010 la crisis se recrudece con el escándalo de la falsa
Contabilidad Nacional griega. Y es ahí donde España e Islandia divergen
definitivamente en el diseño de sus respectivas políticas económicas.
España abandona el tímido keynesianismo del “Plan-E” y su política
económica se hace cada vez más ortodoxa en un intento de lograr la
anuencia de los mercados financieros: se incrementó el IVA, se redujeron
los salarios de los empleados públicos y se recortó el gasto público
con el ánimo de contener un creciente déficit público cada vez más
difícil y costoso de financiar.
Pero cuanto más contractiva era la
política fiscal más caía el PIB y mayor era el déficit público debido a
los menguantes ingresos tributarios. (...)
Pero quizá la medida más degradante para el conjunto del país fue la
reforma de la Constitución pactada por PP y PSOE a instancias del BCE:
lejos de atender a los guiños del Gobierno español, los mercados
financieros y particularmente su mayor adalid, el BCE, amenazaban con
abandonar a su suerte a la economía española, salvo que mediante una
reforma constitucional y sin respaldo popular (no hubo referéndum), se
salvaguardasen los intereses de los tenedores de deuda pública española.
Con la llegada al poder del señor Rajoy en 2011 se endurecen las
mismas políticas implementadas por el presidente Zapatero y se despliega
un amplio programa de rescate bancario. Nuevo guiño a los mercados:
salvando a los bancos hundidos por sus prácticas especulativas se
esperaba recuperar la confianza de los mercados financieros y
estabilizar la economía.
Es evidente que las políticas de Islandia y España han sido
divergentes aun cuando el problema de fondo era el mismo: recomponer una
economía rota por las prácticas especulativas.
La estrategia de Islandia pasaba por la confrontación del Gobierno
con los mercados, un gobierno ampliamente respaldado por el pueblo en
permanente movilización. La estrategia de España, cuyos gobernantes
nunca anunciaron sus intenciones antes de cada convocatoria electoral,
fue de servidumbre: aceptar las imposiciones de los mercados financieros
para evitar el caos.
¿Cuáles han sido los resultados de políticas tan disímiles?
En Islandia, lejos de producirse el caos financiero que auguraba la
propaganda neoliberal, la economía ha ido estabilizándose tras un breve
brote inflacionista. El crecimiento económico logró pronto recuperar
tasas importantes, de hecho 2013 cerró con un crecimiento del PIB del
+3,3% mientras que en España caía a una tasa del -1,2%. Para el año en
curso se espera que la economía islandesa crezca un +3,1% frente al
+1,1% de España. Gracias a la política económica implementada en
Islandia hoy la crisis está prácticamente superada
En junio de 2012, se firma por el Gobierno español y la troika (Comisión
Europea + BCE + FMI) un plan de rescate bautizado con el ampuloso
nombre de “Memorándum de Entendimiento” (MoU), en virtud del cual se
otorga una línea de crédito de 100.000 millones de euros a España, pero
con condiciones políticas muy precisas y onerosas: la principal, que el
dinero será empleado para rescatar bancos y que los clientes víctimas de
estafas como las “participaciones preferentes” no recuperarían ni un
céntimo: su PIB per cápita es sólo tres puntos inferior al que disfrutaban los
islandeses antes de la crisis.
En España el camino por recorrer hasta
recuperar los niveles de bienestar previos a la crisis es mucho mayor:
nuestro PIB per cápita es todavía siete puntos inferior.
La experiencia demuestra que hay vida al margen del euro: mientras en
España el abandono del euro es un tema tabú, para los islandeses la no
pertenencia al euro ha sido una bendición, ya que les ha permitido ganar
competitividad y poner límites a los movimientos de capital
especulativos.
La posibilidad de devaluar la moneda e implementar una política
monetaria autónoma y expansiva han permitido que hoy la tasa de paro
islandesa sea del 5%, frente al 25% de la española. La negativa a
implementar recortes presupuestarios no sólo ha permitido a los
islandeses superar la crisis, sino hacerlo con un reducido coste social:
en Islandia la tasa de pobreza es del 13% frente al 28% de España; y la
desigualdad de renta (indicador S80/S20) es del 3,4 frente al 6,3 de
España.
Otro de los temores azuzados desde el poder anunciaba a la debacle de
las finanzas públicas, que seguiría al abandono del euro. Falso: el
nivel de endeudamiento de Islandia es inferior al de España (91% frente
al 100% del PIB), y su situación es más saneada, puesto que exhiben un
déficit público del -2,1% del PIB frente a nuestro -7,1%.
Al implementar
políticas económicas que impulsan el crecimiento, las arcas públicas se
nutren de recursos tributarios, el déficit público se reduce y el
endeudamiento se hace más llevadero. (...)" (José Francisco Bellod Redondo, Público, 07/09/2014)
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