9.9.14

El anuncio del BCE tiene un tufillo a desesperación, porque Europa se encuentra, sin lugar a dudas, atrapada en un torbellino deflacionario

"El jueves, el Banco Central Europeo anunciaba una serie de nuevas medidas que iba a tomar para tratar de impulsar la economía de Europa. El anuncio tenía un tufillo a desesperación, lo cual era tranquilizador. 

 Europa, que está en peor situación económica que durante la década de 1930, se encuentra sin lugar a dudas atrapada en un torbellino deflacionario, y es bueno saber que el BCE es consciente de ello. Pero puede que la revelación haya llegado demasiado tarde. No está nada claro que las medidas que hay ahora sobre el tapete sean lo bastante contundentes para invertir el sentido de esa espiral deflacionaria.

Y ahí estaríamos nosotros, si no fuera por Bernanke. En Estados Unidos, las cosas distan de ir bien, pero parece que (al menos por ahora) hemos escapado a la clase de trampa que amenaza a Europa. 

¿Por qué? Una posible respuesta es que la Reserva Federal empezó hace años a hacer lo que debía, al comprar billones de dólares en obligaciones, a fin de evitar la situación a la que se enfrenta ahora su homólogo europeo.

Se puede alegar, y yo lo haría, que la Reserva debería haber hecho todavía más. Pero sus responsables han sido víctimas de ataques feroces durante todo este tiempo. Expertos, políticos y plutócratas los han acusado una y otra vez de "degradar" el dólar, y nos advertían de que la inflación iba a dispararse de un momento a otro.

 El repunte de la inflación que predijeron no se ha producido pero, a pesar de haberse equivocado un año tras otro, casi ninguno de esos detractores ha reconocido su error, y ni siquiera han cambiado de cantinela. Y la pregunta que me he estado haciendo es por qué. ¿Qué empuja a un sector poderoso de nuestra clase política —llamémoslo el comité de la deflación— a exigir políticas de restricción del crédito incluso en una economía deprimida y con poca inflación? (...)

Otra respuesta es el interés de clase. La inflación ayuda a los deudores y perjudica a los acreedores, mientras que con la deflación sucede lo contrario. Y los ricos tienen muchas más probabilidades que los pobres de ser acreedores, de tener dinero en el banco y obligaciones en la cartera, en vez de hipotecas y saldos pendientes en la tarjeta de crédito.(...)

los ricos de Europa no son tan ricos ni tan influyentes como los estadounidenses pero, no obstante, los intereses de los acreedores son todavía mayores que en Estados Unidos porque los países acreedores, Alemania en concreto, han acabado dictando las políticas de toda Europa. 

Y es importante que entendamos que el dominio que ejercen los intereses de los acreedores a ambos lados del Atlántico, respaldado por doctrinas económicas falsas pero que generan una atracción visceral, ha tenido consecuencias trágicas. Nuestras economías se han debilitado a causa de la penosa situación de los deudores, que se han visto obligados a recortar drásticamente el gasto. 

Para evitar una depresión profunda y prolongada, necesitamos políticas que contrarresten ese lastre. Pero, en vez de eso, lo que tenemos es la obsesión con los peligros del déficit presupuestario y la paranoia de la inflación. Y una depresión económica que no se acaba nunca. "              ( , El País, 7 SEP 2014)

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