"Durante sesenta años, los sucesivos gobiernos alemanes procuraron una
Alemania más europea, pero ahora el gobierno de la Canciller Angela
Merkel quiere remodelar las economías de Europa a imagen y semejanza de
Alemania.
Se trata de un propósito políticamente imprudente y
económicamente peligroso. Lejos de ser –como se jactan el ministro de
Hacienda de Alemania, Wolfgang Schäuble y otros– la más lograda de
Europa, la economía de Alemania es disfuncional.
Desde luego, Alemania tiene sus puntos fuertes: empresas renombradas a
escala mundial, poco desempleo y una calificación crediticia excelente,
pero también tiene salarios estancados, bancos deshechos, inversión
insuficiente, pocos aumentos de productividad, una demografía deprimente
y un aumento de la producción anémico.
Su modelo económico, encaminado a
empobrecer al vecino –al mantener en un nivel bajo los salarios para
subvencionar las exportaciones–, no debe servir de ejemplo para el resto
de la zona del euro.
La economía de Alemania se contrajo en el segundo trimestre de 2014
y tan sólo ha crecido un 3,6 por ciento desde la crisis financiera
mundial, ligeramente más que Francia y el Reino Unido, pero menos de la
mitad de la tasa de Suecia, Suiza y los Estados Unidos.(...)
Alemania, considerada el “enfermo de Europa” cuando se lanzó el euro
en 1999, en lugar de reaccionar impulsando el dinamismo, lo hizo
reduciendo los costos. La inversión ha disminuido del 22,3 por ciento
del PIB en 2000 al 17 por ciento en 2013. Tras años de abandono, las
infraestructuras –como, por ejemplo, las autopistas, los puentes e
incluso el canal de Kiel– están desmoronándose.
El sistema educativo
cruje: el número de nuevos aprendices es el más bajo desde la
reunificación, el país tiene menos graduados jóvenes (29 por ciento) que
Grecia (34 por ciento) y sus mejores universidades figuran por los
pelos entre las cincuenta primeras del mundo.
A la artrítica economía de Alemania, víctima de una inversión insuficiente, le cuesta adaptarse. (...)
La mayor parte del estancamiento ha recaído sobre los trabajadores
alemanes. Aunque su productividad ha aumentado en un 17,8 por ciento en
los quince últimos años, ahora ganan menos en términos reales que en
1999, cuando un acuerdo tripartito entre el Gobierno, las empresas y los
sindicatos puso en realidad un limite a los salarios.
Los propietarios
de empresas podrían estar encantados al respecto, pero la contención de
los salarios perjudica las perspectivas a largo plazo de la economía al
disuadir a los trabajadores de mejorar sus aptitudes y a las empresas de
invertir en una producción de mayor valor.
La contención de los salarios mina la demanda interna, al tiempo que
subvenciona las exportaciones, de las que depende el crecimiento de
Alemania. (...)
Pero, como ahora la Europa meridional está deprimida y la economía de
China esta desacelerándose y abandonando el gasto en inversión, la
maquina exportadora alemana se ha aminorado. (...)
Las autoridades alemanas están orgullosas del enorme superávit por
cuenta corriente del país –197.000 millones de euros (262.000 millones
de dólares) en junio de 2014–, por considerarlo una señal de la
competitividad superior de Alemania. Entones, ¿por qué las empresas no
están deseosas de invertir más en el país?
En realidad, los déficits exteriores son sintomáticos de una economía
enferma. Unos salarios estancados impulsan los superávits
empresariales, mientras que un gasto contenido, un sector de los
servicios asfixiado y unas empresas incipientes raquíticas contienen la
inversión interna y con frecuencia se despilfarra en el extranjero el
ahorro debido al superávit. (...)
Peor aún: en lugar de ser un “bastión de estabilidad” para la zona
del euro, como afirma Schäuble, Alemania difunde inestabilidad. El
deficiente planteamiento de sus bancos a la hora de prestar el ahorro
resultante de su superávit infló las burbujas de precios de los activos
en el período anterior a la crisis financiera y desde entonces han
impuesto la deflación de la deuda.
Tampoco es Alemania un “motor del crecimiento” para la zona del euro.
En realidad, su débil demanda interna ha apagado el crecimiento en los
otros paises. A consecuencia de ello, es menos probable que los bancos y
los contribuyentes alemanes recuperen sus créditos fallidos
correspondientes a la Europa meridional.
En vista de lo perjudicial que ha sido la contención de los salarios
para la economía de Alemania, imponer recortes de salarios al resto de
la zona del euro sería desastroso. La disminución de los ingresos reduce
el gasto interno y hace que las deudas resulten aún más insostenibles. (...)
La economía de Alemania necesita una revisión. Las autoridades deberían
centrarse en el impulso a la productividad –no en la “competitividad”–
que darían unos salarios adecuados para los trabajadores. (...)" (Project Syndicate | Philippe Legrain, en Tribuna Libre, 25/09/2014)
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