"La aplicación por parte del INE del nuevo cálculo del PIB adoptado en
septiembre para aplicarlo a los próximos presupuestos generales, cuyo
método incluye las cifras estimadas de la economía ilegal de acuerdo a
las directrices del Sistema Europeo de Cuentas SEC 2010, brinda la
oportunidad de volver a discutir un tema tan controvertido como el de la
prostitución, ahora incluida junto con las demás transacciones ilegales
libremente consentidas por las partes (como el contrabando y el tráfico
de drogas) en el cálculo de las cuentas nacionales.
Se trata de los
también conocidos como delitos sin víctimas,en la
medida en que, aunque estén penalmente tipificados como ilegales, sin
embargo excluyen los daños criminales contra bienes y personas, al
producirse como intercambios voluntarios entre adultos en plenitud de
sus derechos. (...)
Pero la introducción en el PIB de la llamada prostitución presenta mayor
interés porque la nueva metodología europea para el cálculo de la
actividad económica (el citado SEC 2010) ofrece un criterio que quizá
permita resolver una estéril polémica que se viene arrastrando desde
hace ya demasiado tiempo.
Se trata de qué hacer con el comercio sexual
alegal, si penalizarlo como proponen los abolicionistas y reclama la
fracción puritana del feminismo, o regularizarlo como proponen las
feministas más comprensivas que luchan en defensa de los derechos de las
trabajadoras sexuales. (...)
La solución al dilema debería resultar evidente pues no se trata de
elegir una u otra opción (o abolición o regulación), sino de activar las
dos a la vez: abolición del tráfico criminal y además regulación del
comercio libre. (...)
Se trata de romper la aparente unidad semántica del concepto de prostitución
para dividirlo en dos mitades antitéticas diametralmente opuestas entre
sí. Por una parte tenemos los servicios sexuales voluntariamente
ofrecidos por trabajadoras libres que no estén sometidas a ninguna
coerción física ni moral, económica ni autoritaria.
Llamemos a esa
categoría “comercio sexual”. Y por otra parte aparecen las cautivas
sexuales obligadas a someterse a los clientes cómplices de las redes
criminales que las secuestran y las obligan. Llamemos a este otro
contingente “explotación sexual”. (...)
Mujeres libres frente a mujeres forzadas: dos posiciones antitéticas que
deberían estar separadas para situarse en ambos lados opuestos de la
ley. (...)
¿Qué clase de problema social es la prostitución? Un problema falaz
porque mete en el mismo saco dos fenómenos muy diferentes entre sí. Lo
que sí constituye un problema social porque genera multitud de víctimas
forzosas es la esclavitud sexual, que afecta a cientos de miles de
mujeres y menores, casi todos inmigrantes de las antiguas colonias, que
son objeto de trata y tráfico criminal: una esclavitud de la que son
cómplices necesarios y culpables los clientes occidentales que la
demandan y financian.
Pero, en cambio, el comercio sexual no es ningún
problema social, dado que no genera víctimas ni entre las mujeres
adultas que ofertan libremente sus servicios ni entre los clientes que
los demandan.
O mejor dicho, sólo genera víctimas en la medida en que
los derechos de las trabajadoras sexuales no estén legalmente
reconocidos por parte de las autoridades públicas. Pues en cuanto los
servicios sexuales quedasen legalmente regularizados, pasarían a ser
transacciones sin víctimas. (...)
Por eso resulta urgente luchar contra el totalitarismo semántico de la voz prostitución,
a fin de separar ambos tipos de actividades, el legítimo comercio libre
frente a la criminal esclavitud sexual.
Lo cual resulta afortunadamente
facilitado por la nueva metodología contable aconsejada por el SEC
2010, que exige considerar los servicios sexuales voluntarios como libre
actividad económica pero siempre y cuando no incluya los crímenes
contra las personas, como sucede con la trata de mujeres y el tráfico de
menores.
A ver si así comprenden de una vez las autoridades públicas
que el auténtico problema no está en la prostitución sino en la
esclavitud sexual con fines recreativos.(...)" (
Enrique Gil Calvo
, El País, 25 SEP 2014 )
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