26.9.14

Podemos (y debemos) reestructurar la deuda pública española... más pronto que tarde, porque es impagable

"(...) Lo que también parece obvio es que cuando Podemos elabore su programa para las elecciones generales deberá tener en cuenta el contexto particular del endeudamiento en nuestro país, marcado por unos elevados niveles de deuda pública y privada y, por ende, por un elevado endeudamiento externo.

Y sería irresponsable que ese programa no tuviera en cuenta algo que algunos economistas se empeñan en rechazar a pesar de que sí reconocen la existencia del problema: la senda de insostenibilidad que está tomando la deuda pública española (hasta aquí lo que reconocen) exige de una reestructuración ordenada de la misma (y esto es lo que rechazan). 

En vez de reconocer que a la primera premisa le sucede la segunda, prefieren replicar el recetario del FMI y se limitan a proponer tan sólo una reestructuración de la deuda privada de familias y empresas. 

Parten en realidad de la quimérica esperanza de que el sector privado (familias y empresas) reactive la economía, recuperando el crecimiento y haciendo que el denominador del cociente entre deuda pública y PIB crezca para que, con ello, se reduzca la ratio entre ambas variables (vid, por ejemplo, José Carlos Díez, “Costes de impagar la deuda”, El País, 12 de septiembre).

Quienes defienden esta opción parece que no tienen en cuenta que precisamente, y como reconoce el Banco de España, la disminución del endeudamiento de las familias y las empresas no financieras ha avanzado significativamente a pesar de la débil evolución del PIB. Esto no significa que no se deba apoyar ese esfuerzo procediendo a reestructurar parte de su deuda.

 Claro que hay que hacerlo y especialmente para todas las pequeñas y medianas empresas y familias para quienes la deuda se ha convertido en una suerte de condena; pero centrar el foco exclusivamente en la reestructuración de la deuda privada deja al descubierto el principal flanco en materia de endeudamiento al que está sometido la economía española en estos momentos: la deuda pública.

Y es que mientras el sector privado se va desendeudando con mucho esfuerzo, la deuda del sector público sigue una senda insostenible a pesar de la actual reducción del coste de su financiación en los mercados financieros.

Dicho de otro modo, desde 2010, cuando los ratios de deuda del sector privado alcanzaron su valor máximo, la deuda de las familias y de las empresas no financieras ha experimentado una reducción acumulada hasta finales de 2013 de 11 y 21 puntos porcentuales, respectivamente.

 Una reducción mayor que la experimentada por esos mismos sectores en Estados Unidos, Reino Unido y Holanda. Es, decir, las familias y empresas españolas, a pesar del dificilísimo contexto, están haciendo mayores esfuerzos para hacer frente a sus deudas. Sin embargo, en ese mismo periodo la deuda pública española ha pasado del 61,7% al 93,9% del PIB, es decir, ha crecido en un 52% y, en estos momentos, en septiembre de 2014, supera ya el billón de euros, esto es, un 98,9% del PIB, es decir, en menos de un año ha aumento cinco puntos.

A mi humilde entender, basta con estos datos para percibir que España tiene un problema de deuda pública, y no sólo de deuda privada, y que cualquier turbulencia en los mercados financieros que elevara el coste de la financiación de los mínimos históricos absurdos en los que se encuentra ahora, dados los fundamentos de la economía española, provocaría una auténtica hecatombe.

Por lo tanto, desde Podemos defendemos que ambas propuestas no son incompatibles y que no se puede despreciar la necesidad de reestructurar ordenadamente la deuda pública al tiempo que se reestructura la privada. Frente a las repercusiones que ambas medidas podrían tener sobre la deuda externa, bien podríamos hacer valer, por una vez, nuestro peso económico en la Eurozona y la vulnerabilidad de ésta ante los problemas de nuestra economía.

En definitiva, creo que no debemos rechazar de plano la posibilidad de una reestructuración ordenada de la deuda y debemos aprender humildemente de cómo se gestionaron esos procesos en América Latina durante el último cuarto del siglo XX.(...)"           (Alberto Montero Soler, Público.es, en Rebelión, 26/09/2014)

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