"(...) El problema de fondo es la recesión, la
subutilización del aparato productivo existente por falta de demanda
efectiva. Contamos con instalaciones, tecnología, empresarios y
trabajadores formados, y contamos con infraestructuras. También hay
necesidades insatisfechas que son demanda potencial.
Sin embargo, las
empresas cierran o están infrautilizadas, los empresarios no invierten,
los consumidores no consumen, los bancos no prestan y la política
económica no asume su responsabilidad en la movilización de los recursos
productivos.
Este es el problema de fondo que, como
toda enfermedad, se manifiesta por síntomas que no deben ser confundidos
con la enfermedad misma. Uno de estos síntomas es la crisis bancaria
que contamina nuestro déficit público. El análisis de las cifras
evidencia que su causa fundamental es la caída de la actividad
económica. Los ingresos públicos dependen de la evolución del PIB y su
caída provoca, consecuentemente, caída de los ingresos.
Adicionalmente,
la disminución de la actividad conlleva un aumento de los gastos
públicos, particularmente de las prestaciones sociales y del servicio de
la deuda pública. El empobrecimiento del país aumenta el riesgo de
impagos y , por tanto, las primas sobre los intereses normales de
mercado. Es la recesión, agudizada por los recortes, que aumenta la
insolvencia de la banca, de las empresas, de las familias y del Estado
frente a nuestros acreedores.
No podemos seguir ignorando que el negocio
de la banca es prestar para dar fluidez a los negocios. Las provisiones
por la devaluación de sus activos y las que tendrán que ser añadidas
por imperativo de la reforma financiera no serán nunca suficientes si la
crisis sigue deteriorando sus balances.
¿Se está acertando en el diagnostico de
la crisis? Insistir en la necesidad de reducir aceleradamente el gasto
público no soluciona sino que agrava el problema. No colabora a una
mayor utilización del aparato productivo, al contrario, añade al
descenso de la demanda privada menor demanda pública.
No puede sorprendernos el desplome del
valor de los activos bancarios y de las cifras de ingresos públicos
durante los primeros meses del presente año. Al parecer se ignora el
papel de las expectativas en las decisiones económicas. El simple
anuncio de un recorte drástico de la inversión pública supone que miles
de empresarios encarguen al jefe de personal la preparación de un ERE e,
incluso, el cierre de la empresa.
Volvemos al problema de fondo y a los
síntomas: la recuperación de la actividad del aparato productivo es la
condición para solucionar la crisis financiera de manera sostenible. La
política económica debe centrarse en el reto de movilizar los recursos
productivos porque su verdadero objetivo es combatir el paro y la
pobreza. Y a la luz de este objetivo, determinadas propuestas se revelan
absurdas.
Reducir las pensiones, por ejemplo, insinuando que son los
pensionistas los responsables de la crisis, no sólo es un atentado
contra la justicia, es, también, un error. El gasto de los pensionistas
constituye una demanda permanente con efectos anticíclicos que propicia
la supervivencia de multitud de sectores. Reducir pensiones es llevar al
paro al camarero del bar de la esquina, al del puesto de periódicos y
al dependiente de la tienda de ultramarinos.
El tiempo se acaba, efectivamente. Porque
insistir en una política que agrava la depresión de la demanda efectiva
acabará destruyendo el tejido industrial y la cohesión social,
hipotecando por años las posibilidades de recuperación económica. (...)" (Juan Ignacio Bartolomé / Jorge Fabra Utray @JorgeFabrau / José Moisés Martín Carretero, Economistas frente a la crisis, 24/09/2014)
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