" (...) ¿La Unión Europa es una nueva colonización? ¿Quiénes son o somos las
colonias? ¿La relación España-Alemania es la misma o similar que la que
había entre Cuba y España en el XIX? ¿No exageras?
Ciertamente,
la relación entre centro y periferia que se desarrolla en la Unión
Europea no ha sido impuesta por los países ricos mediante una guerra de
agresión. Si te refieres a eso con tu pregunta, acepto la matización y
reconozco que el asunto es mucho más complejo.
Ahora bien, es
indiscutible que la unificación monetaria ha profundizado las asimetrías
productivas que existían en Europa, situando a las economías pobres de
los países mediterráneos en una relación de dependencia con respecto a
las economías fuertes, especialmente la alemana. En este contexto, los
países del centro acumulan excedentes comerciales en el mercado europeo y
se benefician de una nueva división del trabajo que redunda en
perjuicio de la periferia.
En este sentido, se trata de una relación de
naturaleza colonial que se ha desarrollado siguiendo el esquema típico
del capitalismo. Una situación caracterizada por la hegemonía alemana y
la subordinación de las economías periféricas a partir de una específica
división del trabajo. Por decirlo gráficamente: el mercado único
europeo se ha convertido en una reserva de caza en la que las economías
fuertes aplastan implacablemente a las débiles. Es la ley de la selva.(...)
La segunda pregunta también millonaria: ¿hay que pagar o no hay que pagar la deuda?
Rotundamente, no. El pago de la deuda es incompatible con cualquier
proyecto democrático y progresista. Y no lo digo yo, sino economistas de
plena solvencia como Ignacio Álvarez, Juan Laborda o Bibiana Medialdea.
El montante de la deuda es impagable y el Estado se enfrenta a la
necesidad de realizar una profunda reestructuración de la misma. Hay que
decretar la suspensión de pagos y realizar una auditoría pública para
asegurar una quita sustancial que evite el estrangulamiento de la
economía.
Especialmente, considero que deberían declararse ilegítimos
los compromisos contraídos por el Estado en el rescate del sistema
financiero, que han supuesto una obscena socialización de las pérdidas
sufridas por la banca en sus aventuras especulativas.
La
tercera gran pregunta que son varias al mismo tiempo: ¿hay que salir del
euro? ¿La izquierda debe agitar en ese sentido? ¿El escenario no sería
peor aún si emprendiéramos esa aventura? ¿Solos? ¿En compañía de
quiénes? [1]
Llegados a este punto, la única salida
progresista para nuestros pueblos consiste en recuperar el control de la
soberanía y desengancharse del euro en el marco de un desplazamiento
del poder económico y social hacia el Trabajo. En esto coincido con
Costas Lapavitsas y Frédéric Lordon.
La salida del euro es la única
forma de escapar del holocausto social provocado por las políticas
neoliberales. En primer lugar, se trata de devaluar la moneda para
mejorar la balanza comercial y recuperar competitividad, aliviando la
presión que el ajuste interno está imponiendo a las clases populares de
nuestro país. Pero no sólo eso. Si la salida del euro no va acompañada
de un profundo cambio político y social que incluya el impago de la
deuda soberana, no habremos avanzado gran cosa.
En el fondo se trata de
desbordar los límites impuestos y atreverse a plantear una ruptura
radical con los obstáculos que impiden el avance de un programa de
transformación social. Como he dicho antes, la clave es situar al Estado
en el puesto de mando de la economía y definir una estrategia económica
que permita construir una sociedad más justa e igualitaria.
Por supuesto, sería deseable que la salida del euro fuese un proceso
consensuado y relativamente controlado, pero no tengo muchas esperanzas a
este respecto.
¿Por qué?
Alemania no cederá.
El euro le interesa mientras sirva para restaurar su centralidad
geopolítica a costa de los países del sur de Europa. De otra forma
tomaría las de Villadiego. Por tanto, todo hace pensar que el euro se
encamina hacia una crisis terminal y sin retorno, probablemente
traumática.
Es urgente establecer relaciones de solidaridad con los
pueblos del sur de Europa que permitan impulsar una alternativa general
para romper con la Europa de Maastricht. Hay que plantear la necesidad
de abolir el euro y regresar a las monedas nacionales como condición
indispensable para construir fórmulas de cooperación económica entre los
países de la cuenca mediterránea. Sea como fuere, no hay duda: es la
hora de salir del euro y recuperar la soberanía.(...)" (Entrevista a Héctor Illueca Ballester, Salvador López Arnal, El Viejo Topo, Rebelión, 20/10/2014)
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