"Hace poco más de tres años surgía uno de los episodios políticos y
sociológicos más llamativos de la historia reciente, el movimiento 15-M. (...)
Primeramente, no hay que olvidar que la respuesta indignada contó con el apoyo de gran parte de la población, al contrario de lo que ciertos mensajes alarmistas buscaban indicar. (...)
Con todo ello, pronto algunos se atrevieron a vaticinar el 15-M como una moda pasajera, a parte de los habituales reproches e intentos interesados de desprestigio.
Asimismo, las movilizaciones y acciones multitudinarias que se llevaron
a cabo bajo los eslóganes de la corriente ciudadana se fueron poco a
poco diseminando en distintos ámbitos de actuación, perdiendo la
potencial visibilidad de los primeros instantes.
No obstante, ello no supuso la desaparición de dicho “espíritu”
reivindicativo, sino que la propia lógica de la actividad social llevo a
intentar abarcar distintas preocupaciones a través de plataformas de
trabajo mucho más concretas.
Gracias a ello se revalorizaron enormemente
las acciones de la PAH, se potenciaron distintas mareas, como en
defensa de la sanidad y la educación pública, y se constituyeron
asambleas vecinales que han supuesto una regeneración de las acciones
colectivas a nivel local.
De este modo, poco a poco se ha ido afianzando el reconocimiento de
los herederos directos del 15-M como portavoces válidos de las
exigencias de ciertos sectores de la sociedad, obligando a que los
contornos de actuación traídos de la transición, se amplíen más allá de
las propias instituciones. Igualmente, dentro de un contexto de crisis
económica y social, ha servido para reactivar las motivaciones de contestación y actuación ciudadana.
Más aún, a nivel directamente político, las ideas emanadas de la
Puerta del Sol han ido impregnando directa o indirectamente la vida
política de este país. Más allá de la irrupción de Podemos, cuyo
programa tiene una alta correspondencia con las demandas de mayo de
2011, los clásicos partidos políticos han ido modificando sus
propuestas, intentando combinar elementos más tradicionales con
recientes reclamaciones, a la par que reconfiguraban aceleradamente la
forma de entender y hacer política. (...)
Es cierto que las coyunturas coetáneas motivan respuestas de
indignación y malestar, pero el tiempo ha ido evidenciando que lo
sucedido hace tres años no ha quedado en la memoria de los libros de
historia.
Por un lado, la clase política ha recibido el mensaje de entonces;
más allá del estupor inicial, les surge la angustia de saber que las
nuevas generaciones no se quedarán en esta crisis, que sus miras en
cuanto a la política van varios lustros más allá. Por otro lado, el 15-M
ha dejado un peso importante en la conciencia de muchos españoles, que
ven las palabras “cambio”, “presente” y “futuro” no sólo desde la
indignación." (David Hernández Martínez, Econonuestra, 09/11/2014)
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