"(...) El aumento de la conflictividad entre capitales individuales por
defender su cuota de ganancia en el mercado mundial ha contribuido de
forma decisiva en los meses recientes a consolidar progresivamente la
deflación como una tendencia de larga duración.
Tras la caída simultánea
de la actividad económica entre finales de 2008 y principios de 2009,
los bancos centrales del Grupo de los 7 (G-7) coordinaron sus esfuerzos
para evitar los efectos más corrosivos de la crisis mediante la
reducción de los costos del crédito; sin embargo, ello no ha sido
suficiente para dejar a un lado las consecuencias de la espiral
deflacionaria actualmente en curso (caída de la demanda agregada,
declive sostenido de la inversión empresarial, aumento de la morosidad
de la deuda privada, etcétera).(...)
La Zona Euro constituía el epicentro de la deflación a inicios de año.
Sin embargo, no fue sino hasta septiembre cuando Mario Draghi, el
presidente del Banco Central Europeo, puso en marcha una batería de
medidas enfocadas a aumentar el nivel de inflación y evitar un nuevo
escenario depresivo.
En primer lugar, llevó a cabo una nueva reducción
de la tasa de interés de referencia e impuso una tasa negativa a los
depósitos de los bancos para favorecer el otorgamiento de crédito.
En
segundo lugar, creó el Plan de Financiamiento de Largo Plazo (TLTRO, por
su sigla en inglés), créditos baratos con vencimiento a 4 años. Sin
embargo, las medidas resultaron un fracaso rotundo: el nivel de precios
se ubicó en 0.40 por ciento en octubre y cayó a 0.30 por ciento en
noviembre.
Además de anunciar el relanzamiento del Banco Europeo de
Inversiones mediante el denominado Plan Juncker, el Banco Central
Europeo se declaró abierto a discutir a principios de 2015 la
implantación de medidas de estímulo “no convencionales” que incluyan la
compra ilimitada de bonos de deuda soberana y corporativa, a pesar de la
férrea oposición del Bundesbank. (...)
Para colmo de males, la caída del precio del petróleo, manipulada por
los bancos de inversión de Nueva York en contra de Rusia, Irán y
Venezuela como efecto de una guerra económica sin cuartel, representa el
último clavo en el féretro de la Zona Euro, cada vez más sumergida bajo
los escombros de la crisis, el estancamiento crónico y la deflación.(...)" (Ariel Noyola Rodríguez, en Rebelión, 17/12/2014)
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