"(...) El otro día, sin ir más lejos, María (nombre ficticio) – una vecina de
mi barrio – me decía, que en términos económicos su familia estaba en
una situación de quiebra financiera. Estar en quiebra financiera
significa, en la jerga de María, tener más facturas que pagar que dinero
para pagarlas.
Decía esta vecina, de las tripas alicantinas, que ganaba
mil cien euros al mes; de los cuales: tres cientos veinte se los
llevaba la hipoteca; cien, las facturas de luz y el agua; cincuenta,
Vodafone; tres cientos, el carro mensual de Mercadona, y cien, gasoil
para la Berlingo.
Cuarenta, el alquiler de la plaza de garaje; treinta y
largos para gastos corrientes: tabaco, prensa, cafés, butano, entre
otros; cincuenta, la comunidad del edificio y, unos cien – más o menos –
para imprevistos: reparaciones del coche, seguros y averías del hogar.
María tiene dos hijos. El mayor – Alejandro – estudia segundo de
bachillerato, y el segundo – Paquito – acaba de empezar quinto de
primaria. El menor viste con la ropa de su hermano, y el otro suele
llevar la ropa de su primo Enrique.
La hipoteca, la sacaron para treinta
años, o sea, que la última letra la pagaran cuando estén jubilados. Los
ahorros que tenían se los han comido desde que Paco – su marido – se
fue al paro hace tres años. Ella trabaja como administrativa en una
ferretería. Trabaja con un contrato a media jornada, pero hace una media
de diez horas diarias.
Su jefe la explota pero – como dice ella –
"¿dónde voy con cuarenta y seis años; un marido en el paro y dos hijos
estudiando?". Si en estos momentos la echaran del trabajo, cobraría el
paro a razón de cuatro horas diarias; una ayuda que le daría oxígeno
para malvivir durante una temporada y, sería candidata segura para los
próximos desahucios.
Es, precisamente, la situación de María, la que ilustra la auténtica
verdad de millones de familias españolas. Economías domésticas – como
diría Montoro – que si les aplicásemos algún que otro ratio financiero,
de esos que tanto gusta al Gobierno, los resultados serían de culebrón americano. (...)
Es, precisamente, este abismo entre "los de arriba" y "los de abajo" los
que explican las boberías del Presidente cuando anuncia, a bombo y
platillo, la salida de la crisis. Ojalá – en palabras del ahorcado -,
don Mariano fuera a uno de esos programas televisivos sobre "cambios de
familia".
Ojalá acudiese a ese tipo de programas porque, de ese modo,
sabría lo que supone para gente como María: vivir con la soga al cuello y
rezar todas las noches para que no le falte trabajo. Con 70.000 euros
de sueldo anual; coche oficial; dietas a la carta y supuestos sobres en
"B", es normal que el "transparente" de La Moncloa – nuestro hidalgo
caballero: don Mariano Rajoy Brey – vislumbre gigantes donde los otros,
nosotros, solo vemos molinos. Es, precisamente, esta distorsión de
realidades entre Sanchos y Quijotes, la que justifica los suspensos de
"la casta" en los sondeos demoscópicos. (...)
En términos cuantitativos, la España de Rajoy – según titula una portada
reciente de ABC – "da por superado el abismo". Lo da porque "el
crecimiento casi dobla de la media de la UE; el paro se reduce en
500.000 personas en un año; el déficit es del 5.5%, y la prima de riesgo
roza los 100 puntos".
Las claves del Gobierno para llegar a tales
resultados han sido – siempre según los escribas de Rubido – la Reforma
de Báñez; la reducción del déficit y, la reestructuración bancaria,
entre otras. En términos cualitativos, sin embargo, estamos en el
kilómetro cero del "decretazo" de Zapatero.
Digo esto, estimados
lectores y lectoras, porque gracias a la reforma de Báñez hay medio
millón de personas que han salido del paro. La mayoría con trabajos
temporales y parciales e inmersas en los pozos del precariado: mano de
obra barata – de usar y tirar – incapaz de activar el consumo
de viviendas y automóviles, turbinas necesarias para sacar a España del
atolladero.
La reducción del déficit ha permitido que España no
cayera en los precipicios del rescate. Ahora bien, no olvidemos que
esta reducción ha sido gracias al desmantelamiento del Estado del
Bienestar. Somos – como diría aquél – más ricos de puertas para afuera –
para los ojos de Merkel – pero más pobres de puertas para adentro.
Recuperar la clase media costará décadas de pancartas y gritos al
unísono.
Solamente cuando los contratos sean estables en lugar
pasajeros, cuando el copago sea una historia del pasado, cuando el
Salario Mínimo Interprofesional salga de su paréntesis, cuando la
educación sea una inversión en lugar de un coste, cuando la sanidad sea
un asunto de Estado, cuando la corrupción no ocupe las portadas de la
mañana y cuando los políticos se miren el ombligo: daremos por superado
el abismo. " (Abel Ros , El rincón de la crítica, 18/12/2014)
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