"(...) En 2012 Rato ya se había caído con todo su paquete. Pero Rajoy no se
atrevió a tocarle un pelo, aunque eso iba en contra de los intereses del
partido. Seguramente porque tenía miedo a cómo éste podía reaccionar.
Al igual que antes le había pasado con Bárcenas.
Y decidió esperar. Y una vez más se equivocó. (...)
Rajoy creía tenerlo todo bien controlado. La judicatura, tras años de
sibilinas maniobras para colocar a personas obedientes al poder en sus
instancias decisorias. También la fiscalía. Y la Agencia Tributaria. Y
la policía. Los ministros responsables de las mismas habían hecho la
limpieza oportuna para que así fuera. Y Rajoy debió de creerse que no
había que preocuparse por eso.
Pero se equivocaba otra vez. Seguía
habiendo jueces que se escapaban a su control, aunque corrían el riesgo
de terminar como Baltasar Garzón o Elpidio Silva. La dimisión, hace unos
meses, de Eduardo Torres Dulce como fiscal general del Estado debió de
provocar algo más que incomodidad a algunos de los adscritos a tal
organismo. Y quién sabe si Torres Dulce se marchó porque no quería
acabar hundiéndose junto con el Gobierno.
Eso por no hablar que un día
sí y otro no, policías e inspectores judiciales díscolos denuncian toda
suerte de irregularidades en los medios de comunicación que aceptan
escucharles. Y cabe suponer que algunos de sus colegas, o muchos, están
de acuerdo con ellos.
Como remate, Rajoy y Soraya Sáenz de Santamaría habían hecho todo lo
necesario para controlar a la prensa y a la televisión. Y creyeron que
lo habían logrado. Y en buena medida así era. Pero despreciaron a los
medios emergentes. Que a pesar de sus limitados medios no han dejado de
sacar trapos sucios, demostrando que el periodismo de investigación no
ha muerto, que solo necesita de periodistas que quieran practicarlo.
Unas y otras cosas, conjugándose de manera errática pero efectiva,
han dinamitado las seguridades que se supone que tenía Rajoy. Y hoy éste
y sus ministros son presa de acontecimientos que les superan, y se les
ve con cara de no entender nada de lo que está pasando. Su último
intento es tratar de que todas las culpas recaigan en Rato y sólo en él.
Y retrasar, por lo menos hasta que pasen las municipales y autonómicas,
la publicación de los 705 “blanqueadores excelentes”. (...)
Los ocho meses que faltan para las generales pueden ser un calvario
para Rajoy y los suyos. Y la posibilidad de que Rajoy no sea cabeza de
lista vuelva a plantearse. Cada día que pasa, y lo de Rato es un buen
empujón en este sentido, las supuestas maravillas que trajo la era de
Aznar se están revelando como inventos publicitarios tras de los cuales
lo que había eran trampas, errores dramáticos y corrupción sin freno. En
los casi cuatro años que dura la era Rajoy no ha habido sino ineptitud." (Carlos Elordi
, eldiario.es, 17/04/2015)
No hay comentarios:
Publicar un comentario