"(...) las negociaciones no
avanzan más que cuando Grecia hace concesiones. Con o sin Yanis Varoufakis, los
bloqueos siguen: Grecia sigue rechazando las “reformas” de las pensiones y del
mercado de trabajo que le exigen sus acreedores.
Yanis Varoufakis no era, en realidad, el
problema. El rechazo de su persona era el síntoma de un rechazo de la política
del nuevo gobierno griego.
La realidad del “problema Varoufakis” se
halla, así pues, en otro lado. Y puede cifrarse en varios puntos.
El primero es la determinación del
ministro-economista a poner a sus colegas ante sus responsabilidades. En 2010,
Yanis Varoufakis se había opuesto a los “planes de rescate”, juzgando, no sin
razón, que –como explicaba en su libro El
Minotauro global— “los remedios aplicados por Europa son peores que la
enfermedad”. (...)
Para los colegas de Yanis Varoufakis, esta
puesta en causa de la lógica en acto desde 2010 resulta inaceptable. Por lo
pronto, porque esa lógica es el cemento del Eurogrupo, el cual jamás ha
entonado un mea culpa en relación con
esa política. Pero sobre todo porque esa política ponía en cuestión otra storytelling europea: la de la
recuperación de la economía griega gracias a las “reformas que traen por fin
buenos frutos”.
Pero, como buen economista que es, Yanis Varoufakis sabe
perfectamente que esta “recuperación” es frágil y de fachada. Luego de un
desplome económico inédito en tiempos de paz, sólo un esfuerzo de inversiones
masivas a escala europea, junto a una reestructuración a gran escala de la
deuda, puede realmente contribuir a reflotar el país. Pero esa visión se opone
al pensamiento dominante en el Eurogrupo: la purga es necesaria y debe
aplicarse hasta el final para que venga “el crecimiento sano”.
Yanis Varoufakis es, pues, dentro del
Eurogrupo, un cuerpo ideológico extraño que les pone enfrente el odioso espejo
de los errores de la Europa posterior a 2010. Al reclamar un cambio de la
política seguida en Grecia, el ministro heleno se convierte en la insoportable
mala consciencia que viene a quebrar el mito de la radiante recuperación
supuestamente operada por la austeridad.
Y lo que es peor: se empeña en ello. Aquí está todo el sentido de las
lamentaciones de la “fuente europea” citada por Le Monde: en 2011, también Evangelos Venizelos había tratado de poner
en guardia contra esos errores. Pero, felizmente, había entrado en vereda. Y
había podido continuarse con esa política insensata que ha arruinado a Grecia.
Cuatro años después, Yanis Varoufakis no
puede aceptar cometer el mismo error. Por eso hacía falta librarse de él. (...)
¿A qué esa terquedad? Principalmente,
porque el ministro tiene una obsesión –segunda falta a ojos de los acreedores—:
la de la justicia social. Su posición es que la austeridad practicada durante 5
años en Grecia ha sido sobre todo a costa de los más pobres.
Por lo demás, las investigaciones hechas
han venido a darle la razón. Él sabe que la naturaleza de la posible
recuperación no lograría invertir eso, razón por la cual reclama una acción
urgente. (...)
La posición del ministro griego es bien
sencilla: Europa debe utilizar la victoria de Syriza como una oportunidad para
escuchar propuestas “moderadas”, a fin de evitar tener que tratar con los
extremos del tipo Alba Doarda. El pasado 5 de febrero, ante Wolfgang Schäuble,
puso así en guardia:
“Cuando regrese a casa esta noche me
encontraré ante un Parlamento, la tercera parte del cual está formada no por un
partido neonazi, sino por un partido nazi.”
Pero este discurso resulta inaudible en el
seno del Eurogrupo, que juzga que los griegos están ya en manos de extremistas
a los que hay que liquidar (en abril pasado, un alto funcionario declaró que
Alexis Tsipras debe romper con su ala izquierda). Los ministros de la zona euro
no ven las alertas sobre Alba Dorada sino como un chantaje para arrancarles
concesiones.
Para los europeos, lo que es sobre todo un
error es el tratamiento “social” de la pobreza. Aquí también, la ideología va a
tope. (...)
La prueba evidente de este tipo de ideología se dio a mediados de marzo pasado, cuando un funcionario europeo trató frenar la ley de lucha contra la urgencia humanitaria.
En este plan, Yanis Varoufakis se impuso
finalmente a los acreedores, y la ley fue aprobada. (...)
En sus listas de reformas, todas
rechazadas por el Eurogrupo, Varoufakis nunca ha dejado de tener en cuenta esos
dos elementos : mejor justicia en el reparto del impuesto, lucha contra la
evasión fiscal de las empresas y de los más favorecidos, facilitación de la
recuperación mediante la puesta por obra de un tratamiento de los atrasos
fiscales para las PYMES y los particulares…
El núcleo del rechazo de esas listas, como
el del rechazo que despierta el propio Varoufakis, no se halla en realidad en
las camisas de fantasía con que viste el ministro, ni en su aspecto desenvuelto
de estrella del rock. Se halla en los fundamentos ideológicos.
Los acreedores
europeos se niegan a admitir los errores pasados, porque entonces lo que se
hundiría irremisiblemente son los fundamentos mismos de su lógica económica.
Simplemente, no pueden admitir las posiciones de Yanis Varoufakis. Por eso
buscan desacreditarle permanentemente. No es nada personal. (...)
Pero muchos se preguntan por el estilo
demasiado “agresivo” del ministro griego. La crítica es frecuente: a Yanis
Varoufakis le faltaría “sentido político”, no habría sabido adaptarse a las
reglas en vigor en Bruselas para sortearlas.
Pero eso queda fácilmente desmentido por
el precedente francés. Como el propio Varoufakis puso de relieve diez días
antes de las elecciones griegas, en una entrevista concedida a La Tribune, lo que ocurrió luego de las
elecciones que llevaron a Hollande al poder en Francia lo marcó profundamente:
Hollande “no intentó nada” contra la lógica austeritaria.
De golpe, la
estrategia de compromiso del presidente francés en 2012, saldada con un patente
fracaso (el famoso “pacto del crecimiento”, cuya existencia está todavía por
probar) se convirtió en la estrategia a evitar por excelencia.
Frente a un bloqueo de todo punto
ideológico, el ministro griego ha buscado forzar la decisión tomando con
antelación medidas fuertes, como la disolución unilateral de la Troika. El
éxito de esta estrategia no es seguro, pero lo que es claro es que ha puesto a
los europeos en la embarazosa situación de confrontarles con las consecuencias
últimas de su propia cerrazón. (...)
En realidad, tras ese endurecimiento, lo
cierto es que la posición de Yanis Varoufakis es una de las más moderadas en el
seno de Syriza. El ministro griego nunca ha sido favorable a la salida del
euro, siempre ha propuesto una solución europea al problema griego.
Alexis Tsipras habría podido nombrar, por
ejemplo, a Costas Lapavitsas, un economista de Syriza claramente partidario de
la anulación de la deuda y de la salida del euro. Los acreedores habrían
entonces entrado en pánico.
Al tratar de destruir a Yanis Varoufakis,
los europeos han revelado su objetivo: no encontrar en modo alguno un
“compromiso” razonable, sino atravesarse en el camino de un gobierno que no les
conviene. Como subraya el propio Yanis Varoufakis en el prefacio a la edición
francesa de su Minotauro global: la
Unión Europea ha llegado a habituarse desde hace mucho a considerar la
democracia como un lujo y una pérdida de tiempo.”
(¿Por qué Yanis Varoufakis resulta insoportable para los políticos y para el habitual periodismo económico mercenario europeo?
Romaric Godin, en Sin Permiso, 17/05/2015)
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