26.6.15

La Ley del Suelo de 1997, de Aznar, fue una de las decisiones políticas que multiplicaron exponencialmente la corrupción española

"(...) una de las decisiones políticas que multiplicaron exponencialmente la corrupción española fue la Ley del Suelo de 1997 dictada por el PP y «mejorada» en 1998. Liberalizado el suelo no urbanizable el capital se lanzó como una hiena sobre ayuntamientos, diputaciones, gobiernos autonómicos y otras estructuras administrativas, estatales o no, para arramplar con cuanta mayor cantidad de suelo posible. 

La mayoría de partidos políticos vieron en esas leyes medios de enriquecimiento masivo e instantáneo. Y como la codicia es un valor inherente a la ética burguesa, la corrupción se multiplicó al instante para obtener las máximas ganancias aunque fueran por métodos ilegales. 

El capital financiero-inmobiliario, el famoso «ladrillazo», se unió a las grandes corporaciones energéticas y del transporte, y a la industria del turismo, para forrarse en esta nueva California del oro, pero ahora del billete de 500 euros. Casi al instante, una masa incontrolable de dinero criminal, del narcocapitalismo y de las mafias, se sumó al festín romano de cemento y droga: fue el famoso «milagro español» de la era Aznar. 

No hace falta decir que fue la tierra, la naturaleza aún protegida mal que bien hasta entonces al ser pública y no urbanizable, fue ella la que pagó los costos de la explosión inacabable de corrupciones, banquetes y cacerías orgiásticas de una minoría crápula que se apropió de bienes y recursos naturales, privatizándolos.(...)

Los sobornos, la mordida, los sobres, los regalos, los porcentajes, forman parte de la «cultura económica» española --y también política---, como se afirmaba en un especializado blog económico el pasado 15 de mayo, de manera que «la corrupción es el modus operandi de los negocios en España», una «cultura» que se ejerce con tal desvergüenza y descaro que la percepción social de las corrupciones que se tiene en el Estado español es superior a la que existe en Italia, Egipto, Turquía o Rusia, que deben ser dechados de virtudes calvinistas en los negocios. 

Pero la corrupción en el Estado español está garantizada y reforzada por la altísima tasa de «economía sumergida» que si en 2008 representaba el 16,8% del PIB estatal ha subido al 24,6% en 2014 como respuesta a la crisis. 

Otras estadísticas sugieren que con la activación estival de la industria turística, ese porcentaje puede llegar al 30% en los meses veraniegos. Pero las grandes empresas no pueden dar lecciones de moralidad a la «economía sumergida» porque al amparo de la crisis las empresas del Ibex 35 han aumentado en un 44% su presencia en los paraísos fiscales. 

La corrupción es consustancial a la «economía sumergida» como las mafias son inherentes a la «economía criminal» que mueve miles de millones-€. Sólo en La Línea de Cádiz, donde la tasa de desempleo llega al 40%, 30 mafias controlan el masivo trasiego de contrabando dando «empleo» a miles de familias que mueven un «negocio» valorado en centenares de millones-€, lo que supone un fraude de 325 millones-€ a la Hacienda española. Pero estas cifras son muy pequeñas si tenemos en cuenta la totalidad de la llamada «economía criminal» en el Estado español.  (...)

 Conviene recordar que durante los años de burbuja financiero-inmobiliaria y de aparente «progreso económico», aumentó el endeudamiento de las clases trabajadoras debido a las políticas de los gobiernos del PP desde 1996 potenciando un irracional y suicida consumismo que reforzaba la sensación de «libertad». En esta coyuntura, las noticias sobre la corrupción apenas generaban efectos político-electorales si los comparamos con los actuales: en 2000 el PP obtuvo el 44,5% del censo, casi seis puntos más que en 1996.  (...)

La aplastante victoria del PP en 2011 y en ascenso de CiU en 2010 significaba que la corrupción todavía no era un problema grave para una amplia masa de votantes. Dentro de las mareas sociales, de los indignados, del 15M, de otras luchas obreras y populares aumentaba rápidamente la conciencia crítica sobre el terrible efecto de las corrupciones y su conexión interna con la debacle socioeconómica y la incapacidad política, pero aún era una conciencia restringida a sectores intelectualmente formados y combativos.

 Iba a hacer falta la fusión en la malvivencia cotidiana de empobrecimiento masivo, represión creciente, reivindicaciones nacionales, corrupción ostentosa, crisis galopante y avance organizativo de las luchas populares, entre otras condiciones, para que la «tormenta perfecta» se transformase en «crisis perfecta» del bipartidismo. 

Que algo sí empezaba a cambiar se pudo intuir en el retroceso de CiU del 38,43% de 2010 al 30,68% en diciembre de 2012: un retroceso incomprensible si no tenemos en cuenta la diferencia cualitativa que impone la opresión nacional española que agudizaba el ascenso soberanista e independentista, pero que, en cuanto sociedad con uno de los mayores niveles de corrupción del Estalo, sí podía expresar el creciente rechazo social de esas prácticas, como se comprueba con el retroceso de CiU al 21,49% en 2015, aun admitiendo que la derecha catalanista tiende a bajar en las municipales para recuperarse en las autonómicas y estatales. (...)

Resumiendo, todo indica que los efectos de la corrupción han hecho más daño al centrismo reformista de PSOE-Podemos, y a las fuerzas de izquierda que le han apoyado o se han presentado por su cuenta, que al bloque de centro derecha hegemonizado por el PP.

 Las encuestas de intención de voto para las próximas elecciones generales de noviembre de 2015 realizadas tras el 24-M sugieren, hasta ahora, una relativa tendencia a la recuperación del PP y del PSOE a costa de un estancamiento de C,s y Podemos, respectivamente. 

De confirmarse esta dinámica de recuperación se validaría la tesis de que no debemos sobrevalorar el efecto concienciador de las corrupciones en la lucha por democratizar la política estatal ya que, en realidad, está arraigado en lo más hondo del nacionalismo español, lo que resulta muy preocupante, muy preocupante (...)"         (Iñaki Gil de San Vicente , Rebelión, 24/06/2015)

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