28.7.15

En el transcurso de la larga noche del 12 al 13 de julio, en las negociaciones para evitar la salida de Grecia, algo fundamental para la Unión Europea se quebró. Desde entonces, los europeos viven en un lugar diferente

"En el transcurso de la larga noche del 12 al 13 de julio en la que se produjeron las negociaciones para evitar la salida de Grecia de la Unión Monetaria, algo fundamental para la Unión Europea se quebró. Desde entonces, los europeos viven en un lugar diferente.

 Aquella noche cambió para siempre la Alemania que los europeos han conocido desde el fin de la II Guerra Mundial. Aparentemente, las negociaciones trataban sobre la necesidad de evitar la salida de Grecia de la zona del euro y las nefastas consecuencias que algo así podría acarrear para el país mediterráneo y la unión monetaria. 

Sin embargo, en un nivel más profundo, lo que estaba en juego era el papel que debe desempeñar en Europa su país más populoso y económicamente potente. (...)

Alemania recobró la confianza al hacer suyas la integración occidental y la europeización. La prioridad fue que la mayor potencia del centro de Europa no se convirtiera de nuevo en una amenaza para el continente. 

El objetivo de los aliados occidentales después de 1945 —a diferencia de lo sucedido tras la Primera Guerra Mundial— no fue el de aislar a Alemania y debilitarla económicamente, sino protegerla militarmente e insertarla políticamente con firmeza en Occidente. De hecho, la reconciliación de Alemania con su archienemigo, Francia, sigue siendo el fundamento de la Unión Europea tal como la conocemos. 

En la Alemania actual, semejantes ideas están consideradas sin embargo totalmente “eurorrománticas”, algo así como ocurrencias propias de otro tiempo. Y la visión que Europa tiene es que en adelante Alemania perseguirá primordialmente sus intereses nacionales, exactamente como hacen todos los demás.

Esa concepción está basada en una premisa falsa, que propugna que Alemania recorrerá en el siglo XXI una travesía hacia una “Alemania europea” o una “Europa alemana”. A esta cuestión histórica fundamental de la política exterior germana durante dos siglos se le dio respuesta durante aquella larga noche en Bruselas. Entonces, prevaleció la Europa alemana sobre la Alemania europea.

Fue una decisión crucial. Y aún nos preguntamos si la canciller, Angela Merkel, y el ministro de Finanzas, Wolfgang Schäuble, sabían lo que estaban haciendo realmente.

Quitar importancia a las feroces críticas a Alemania y a sus dirigentes que estallaron tras el dik­tat sobre Grecia, como hacen muchos alemanes, equivale a ponerse unas gafas teñidas de color de rosa.  (...)

Por primera vez, Alemania no quería más Europa, sino menos. La posición de Alemania en la noche del 12 al 13 de julio anunció su deseo de transformar la zona del euro como proyecto europeo en algo así como una esfera de influencia. Fue la consecuencia de que Merkel se viera obligada a elegir entre Schäuble y Francia (e Italia).

La cuestión era de una importancia fundamental: su ministro de Finanzas quería obligar a un miembro de la zona del euro a abandonar “voluntariamente” a través de una presión muy intensa. 

Grecia podía o bien salir (con conocimiento pleno de las desastrosas consecuencias resultantes para ella y para Europa) o bien aceptar un programa que la convierte en la práctica en un protectorado europeo, sin esperanza alguna de mejora económica. Ahora Grecia está sometida a una cura —a una austeridad mayor— que no ha dado resultado en el pasado y que se prescribió exclusivamente para apaciguar los ánimos internos de Alemania. (...)

La posición de Schäuble ha puesto de relieve con toda claridad la cuestión fundamental de la relación entre el sur y el norte de Europa, su pensamiento amenaza con tensionar la zona del euro hasta el punto de ruptura. La creencia de que se puede utilizar el euro para lograr la “reeducación” económica del sur de Europa resultará ser una peligrosa falacia… y no sólo en Grecia. 

Como bien saben los franceses y los italianos, semejante concepción pone en peligro todo el proyecto europeo, que se ha basado en la diversidad y la solidaridad.
Alemania ha sido la gran beneficiada, económica y políticamente, de la unificación europea.  (...)"               

 (Joschka Fischer, ministro de Asuntos Exteriores y vicecanciller de Alemania de 1998 a 2005, fue dirigente del Partido Verde Alemán durante casi 20 años. Traducido por Carlos Manzano, JOSCHKA FISCHER, El País 26 JUL 2015)

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