"El
mayor problema de Europa no es Grecia. Es Alemania. Hace poco más de
dos años (3 de mayo de 2013) publiqué un texto titulado “El Diktat
alemán”, en el cual describía las justificaciones dadas por Alemania en
el inicio de la Primera Guerra Mundial para las atrocidades que cometió
contra un pequeño país, Bélgica, que se negaba a colaborar con sus
designios bélicos.
El modo destempladamente cruel como Alemania se está
vengando de un acto de desobediencia de otro pequeño país, Grecia, nos
obliga a examinar la historia reciente de Europa y, a partir de ella,
pensar nuestro futuro común. (...)
Debe
notarse que la reunificación alemana no fue diseñada como un nuevo
Estado (como muchos demócratas de Alemania Oriental querían), sino como
una ampliación de Alemania Occidental. Ello condujo a pensar que la
solución estaba finalmente dada desde que en 1957 se creara la Comunidad
Económica Europea (más tarde Unión Europea), con la participación de
Alemania Occidental y con el objetivo, entre otros, de contener el
extremo nacionalismo alemán. (...)
Esta
autocontención fue durante los últimos veinticinco años el tercer pilar
de la construcción europea, siendo los otros dos el consenso en las
decisiones y la progresiva convergencia entre los países europeos.
El
modo como fue siendo “profundizada” la UE reveló que los dos primeros
pilares estaban cediendo y que la creación del euro dio un golpe final
en el pilar de convergencia. La importancia trascedente de la crisis
griega es la de revelar que el tercer pilar también colapsó. (...)
Debemos
a los griegos el trágico mérito de mostrar a los pueblos europeos que
Alemania no es capaz de autocontenerse. La nueva oportunidad dada a
Alemania en 1957 acaba de ser desperdiciada. El problema alemán está de
vuelta y no augura nada bueno.
Y si Alemania no es capaz de
autocontenerse, los países europeos tienen que hacerlo rápidamente. El
antiguo canciller alemán, Helmut Schmitt, vio este peligro con impar
lucidez al afirmar hace muchos años que, para su propio bien y el bien
de Europa, Alemania no debería ni siquiera intentar ser el primero entre
iguales. (...)
No
olvidemos que la terapia de imposición violenta ejercida hoy contra
Grecia fue practicada antes contra una región derrotada de Alemania, la
Alemania Oriental, durante el proceso de reunificación. Y de facto
estuvo dirigida por el mismo personaje, Wolfgang Schäuble, entonces
ministro del canciller Helmut Kohl.
La diferencia crucial fue que, en
ese caso, la furia financiera de Schäuble tuvo que ser políticamente
contenida por tratarse del mismo pueblo alemán. Los griegos y, de aquí
en adelante, todos los europeos pagarán caro no ser alemanes. Esto a
menos que Alemania sea democráticamente contenida por los países
europeos.
No veo muchas ventajas en reaccionar defensivamente ante el regreso del
soberanismo. En verdad, el soberanismo está ya instalado en Europa, sólo
que bajo dos formas: el soberanismo ofensivo de los fuertes (encabezado
por Alemania) y el soberanismo defensivo de los débiles (procurado por
los países del sur a los que se junta, todavía medio aturdida, la propia
Francia). En el contexto europeo, el soberanismo o el nacionalismo
entre desiguales es una invitación a la guerra.
(...) es
crucial que los europeos del sur convenzan a los alemanes que el cielo
claro del sur no está solamente en las playas y el turismo. Está también
en la aspiración de respeto por la diversidad como condición de paz, de
dignidad y de convivencia democrática."
(Boaventura de Sousa Santos, Alainet.org , En Jaque al neoliberalismo, 03/08/2015)
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