4.8.15

Debemos a los griegos el trágico mérito de mostrar a los pueblos europeos que Alemania no es capaz de autocontenerse

"El mayor problema de Europa no es Grecia. Es Alemania. Hace poco más de dos años (3 de mayo de 2013) publiqué un texto titulado “El Diktat alemán”, en el cual describía las justificaciones dadas por Alemania en el inicio de la Primera Guerra Mundial para las atrocidades que cometió contra un pequeño país, Bélgica, que se negaba a colaborar con sus designios bélicos. 

El modo destempladamente cruel como Alemania se está vengando de un acto de desobediencia de otro pequeño país, Grecia, nos obliga a examinar la historia reciente de Europa y, a partir de ella, pensar nuestro futuro común.  (...)

Debe notarse que la reunificación alemana no fue diseñada como un nuevo Estado (como muchos demócratas de Alemania Oriental querían), sino como una ampliación de Alemania Occidental. Ello condujo a pensar que la solución estaba finalmente dada desde que en 1957 se creara la Comunidad Económica Europea (más tarde Unión Europea), con la participación de Alemania Occidental y con el objetivo, entre otros, de contener el extremo nacionalismo alemán. (...)

Esta autocontención fue durante los últimos veinticinco años el tercer pilar de la construcción europea, siendo los otros dos el consenso en las decisiones y la progresiva convergencia entre los países europeos.

 El modo como fue siendo “profundizada” la UE reveló que los dos primeros pilares estaban cediendo y que la creación del euro dio un golpe final en el pilar de convergencia. La importancia trascedente de la crisis griega es la de revelar que el tercer pilar también colapsó. (...)

Debemos a los griegos el trágico mérito de mostrar a los pueblos europeos que Alemania no es capaz de autocontenerse. La nueva oportunidad dada a Alemania en 1957 acaba de ser desperdiciada. El problema alemán está de vuelta y no augura nada bueno. 

Y si Alemania no es capaz de autocontenerse, los países europeos tienen que hacerlo rápidamente. El antiguo canciller alemán, Helmut Schmitt, vio este peligro con impar lucidez al afirmar hace muchos años que, para su propio bien y el bien de Europa, Alemania no debería ni siquiera intentar ser el primero entre iguales. (...)

No olvidemos que la terapia de imposición violenta ejercida hoy contra Grecia fue practicada antes contra una región derrotada de Alemania, la Alemania Oriental, durante el proceso de reunificación. Y de facto estuvo dirigida por el mismo personaje, Wolfgang Schäuble, entonces ministro del canciller Helmut Kohl. 

La diferencia crucial fue que, en ese caso, la furia financiera de Schäuble tuvo que ser políticamente contenida por tratarse del mismo pueblo alemán. Los griegos y, de aquí en adelante, todos los europeos pagarán caro no ser alemanes. Esto a menos que Alemania sea democráticamente contenida por los países europeos.

No veo muchas ventajas en reaccionar defensivamente ante el regreso del soberanismo. En verdad, el soberanismo está ya instalado en Europa, sólo que bajo dos formas: el soberanismo ofensivo de los fuertes (encabezado por Alemania) y el soberanismo defensivo de los débiles (procurado por los países del sur a los que se junta, todavía medio aturdida, la propia Francia). En el contexto europeo, el soberanismo o el nacionalismo entre desiguales es una invitación a la guerra. 

(...) es crucial que los europeos del sur convenzan a los alemanes que el cielo claro del sur no está solamente en las playas y el turismo. Está también en la aspiración de respeto por la diversidad como condición de paz, de dignidad y de convivencia democrática."       

 (Boaventura de Sousa Santos, Alainet.org , En Jaque al neoliberalismo, 03/08/2015)

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