"(...) No es correcta la apreciación de que los portugueses han dado un
apoyo mayoritario a la política de austeridad. No es verdad. La mayoría
ha votado a los partidos que, con distinto acento e intensidad,
enmiendan al Directorio Europeo, cuyos señores de negro han visitado
periódicamente el país.
El Partido Socialista, el Bloco de Esquerda (la
formación más parecida a Podemos y Syriza) y el pétreo Partido Comunista
suman más de la mitad de los votos y podrían gobernar con mayoría
parlamentaria si alcanzasen un acuerdo.
Cifras: 2,7 millones de
votos de las tres izquierdas frente a los 1,9 millones de las dos
derechas (Partido Social Demócrata y Centro Democrático Social), que
esta vez se presentaban juntas para asegurarse el primer puesto en la
mayoría de los distritos. Las dos derechas han perdido 12 puntos
porcentuales. Las tres izquierdas han ganado 10, con premio especial
para el Bloco. Podrían gobernar si pudiesen hilvanar un programa común.
Cabría imaginarse un gobierno de coalición PS – Bloco de Esquerda, con
apoyo parlamentario del PCP.
No ocurrirá. No habrá frente popular
portugués. Socialistas y comunistas se bifurcaron dramáticamente en
otoño de 1975, cuando la revolución de los claveles estuvo a punto de
descarrilar y acabar en guerra civil.
Los comunistas de Alvaro Cunhal
apoyaban el bonapartismo de izquierdas del sector más revolucionario del
Movimiento de las Fuerzas Armadas (gobierno del coronel Vasco Gonçalves
entre julio de 1974 y diciembre de 1975), mientras el PS de Mario
Soares, ganador en las urnas, trabajaba por una reconducción
socialdemócrata de la revolución, bajo la tutela de Willy Brand y Olof
Palme, y la anuencia de Henry Kissinger, que no descartaba una
intervención militar de la OTAN.
Es muy difícil, por no decir que
imposible, que socialistas y comunistas hagan frente común en Portugal.
Habrá gobierno de Passos Coelho en minoría, a la espera de las
presidenciales de enero. Los socialistas, que han pagado el pato del
escándalo Sócrates (el ex primer ministro detenido y encarcelado por
corrupción) pueden padecer ahora una crisis de liderazgo. En el
horizonte, un gobierno de gran coalición PSD-PSP, o elecciones
anticipadas en un año. Pântano, dicen en Portugal.
Sin exagerar la
nota y salvando todas las distancias –1.248 kilómetros por carretera
entre Lisboa y Barcelona–, podríamos decir que hay cierto paralelismo
entre las recientes elecciones portuguesas y catalanas. Dos fuerzas
afines se presentan unidas para asegurarse el primer puesto y no
alcanzan la mayoría absoluta.
Gobierno en minoría, con riesgo de colapso
parlamentario y nuevas elecciones. Los socialistas flojean y el premio
lo recibe la nueva izquierda. La CUP de David Fernàndez esgrimió una
sandalia contra Rodrigo Rato en el Parlament. Mariana Mortágua, joven
diputada del Bloco, se encaró con los directivos del Banco Espírito
Santo en la comisión parlamentaria que investigaba la onerosa ruina del
principal banco privado de Portugal.
Los resultados portugueses
contienen una interesante lección para la víspera electoral española:
hay mucho malestar acumulado en todo el sur de Europa, pero ha remitido
el deseo de imitar a Grecia.
Portugal no es la Grecia de enero del
2015. Los portugueses han castigado a su Gobierno, pero no han
autorizado con claridad un frente anti-Directorio. Prefieren esperar.
Prefieren un poco de pântano. Muchos catalanes sueñan con grandes
catarsis, pero cuando les han pedido “el voto de tu vida” han empatado
el plebiscito. Han comprado tiempo, aun a riesgo de acabar en la
maresma.
En Madrid difícilmente se puede presentar el voto de Portugal como un fado marianista. (...)"(Enric Juliana, La Vanguardia, Caffe Reggio, en Rebelión, 08/10/2015)
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