"El año pasado todavía había grandes esperanzas en Bélgica. El
gobierno se había dirigido únicamente al trabajador ordinario con la
primera serie de medidas de ahorro: alargamiento de la jornada de
trabajo, aumento del índice de precios y otras medidas que habían
evitado cuidadosamente afectar a los poderosos.
Pero, no nos alarmemos,
el famoso cambio fiscal (tax shift ) (2) iba a reequilibrarlo todo y por esta vez se iba a dirigir al capital.
Pero el resultado resultaría ser muy diferente. Como en ocasiones
anteriores, el hombre de la calle es quien paga los gastos de la boda y
la factura está bien hinchada. Se carga a las familias con casi 1.000
euros al año. Los pensionistas y los enfermos también se ven afectados.
En el mejor de los casos, con el beneficio que se espera hacia 2018, los
salarios más bajos, del 5 al 25% del total, verán aumentar sus ingresos
unos 40 euros netos al mes. Mucho menos de lo que perderán debido a las
demás medidas.
¿Y los ricos? Está la tasa a la especulación, la tasa
Caimán al dinero negro en el extranjero y la lucha contra el pequeño
fraude fiscal. En total supondría unos 800 millones de euros, según el
gobierno. Una valoración muy optimista ya que las previsiones más
admitidas calculan que estas medidas reportarán mucho menos, una
minucia, a fin de cuentas.
En resumen, quien paga el pato es el
trabajador ordinario, el parado, el pensionista y el enfermo. Se
rascarán el bolsillo para cubrir un 83% de este «deslizamiento fiscal».
El 17% restante vendrá de los ricos, si es que se llega a este
porcentaje.
A la inversa, el cambio fiscal sirve obedientemente a los
intereses de esta clase superior. Con la disminución de las cargas
patronales en la seguridad social los empresarios se embolsarán no menos
de 2.000 millones de euros, que vendrán a sumarse a los muchos miles de
millones acumulados durante las anteriores reformas fiscales. (...)
Bélgica es uno de los países más ricos del mundo. Los ingresos medios
de un hogar con dos hijos son de casi 8.000 euros al mes.(3) No hay el
menor motivo de tocar el bienestar de la población.
Nuestro país y los
demás países de Europa son lo suficientemente ricos como para garantizar
a cada habitante unos ingresos (alternativos) generosos.
Se
suelta constantemente el leitmotiv de «no hay dinero» que probablemente
es la mayor mentira de la historia de la posguerra.
En todo el mundo las
grandes empresas están sentadas sobre una montaña de 7.000.000 millones
de dólares con los que no saben qué hacer. Es, por así decirlo, un
excedente de capital. En el caso de Bélgica este «excedente» asciende a
varias decenas de miles de millones de euros.(4) Por consiguiente, no se
trata en absoluto de una cuestión de falta de dinero. Por una parte
tenemos un excedente de capital de los grandes empresarios, mientras que
por otra tenemos una falta de dinero en el presupuesto del Estado.
El
colmo es que el propio Estado entrega sus fondos a estas empresas que no
saben qué hacer con su capital y luego acuden a recuperarlos al
trabajador medio y a las personas más débiles de nuestra sociedad. El
Efecto Mateo (**) ha adquirido unas proporciones surrealistas.
Una sola cifra basta para aclarar la injusticia de todo este sistema del
cambio fiscal en Bélgica, que asciende a un montante de 3.700 millones
de euros. Comparémoslo con los 4.800 millones de euros que el año pasado
se embolsaron los accionistas de la empresa InBev (una transnacional de
la cerveza con sede en Bélgica).(5) ¿Cómo que no hay dinero?(...) " (Marc Vandepitte , Investig'Action, en Rebelión, 05/10/2015)
No hay comentarios:
Publicar un comentario