"Como de costumbre las noticias después del crimen vienen saturadas de
«autores intelectuales», «perfecta coordinación», «compleja logística»,
«envergadura estratégica» y otros sintagmas que prestigian el acto
terrorista. Por no hablar de las alusiones al uso de la tecnología, es
decir, al Whatsapp.
Es difícil encontrar una explicación de la conducta
de tantos analistas, como no sea la de justificar su sueldo. Cuando se
examinan los hechos conocidos, la última matanza de París resulta
especialmente refractaria a todo el engolamiento habitual.
En la matanza participaron ocho terroristas. Siete están muertos y
uno ha huido. Es interesante saber que cuatro de ellos murieron cuando
hicieron explotar las bombas que llevaban adosadas, sin causar más
víctimas. Como es natural ignoro las razones de este fracaso notable.
Puede que responda a lo que Clausewitz llamó «la fricción de guerra»,
esa resistencia de la realidad a comportarse según lo planificado.
También pasa en la paz. El suicida criminal tiene muchas posibilidades
de no cumplir su misión. Al fin y al cabo va a matarse y es probable que
la intensidad de esta percepción, el morir, nuble el objetivo de matar.
Por contraste, el francotirador que va descabezando enemigos solo tiene
una preocupación.
La única logística que merece atención en este asunto se desarrolla
muy atrás del día final. Es la que convence a un hombre de que debe
matarse para así poder asesinar con devastadora eficacia. Esta
posibilidad se basa, primero, en una evidencia técnica. El suicida
asesino es el resultado de la pólvora prensada.
Su historia es moderna
porque los cuchillos y lanzas dan suicidios poco rentables
criminalmente. En segundo lugar, se basa en una empresa moral: el
convencimiento de que la muerte es más valiosa que la vida, tal vez la
idea más maligna de la humanidad.
André Glucksmann ha muerto sin demostrar que el terrorismo islamista
fuera un nihilismo. Cuando a lo que más se asemeja es a un contrato
entre la vida arrebatada y el más allá. Los analistas harían bien en
abandonar sus parodias estratégicas y concentrarse en lo esencial: cómo
se consigue hacer de un hombre una bomba.
Porque una vez logrado eso sus
paseos siniestros por las ciudades confiadas al placer del mundo no
tienen mayor interés ni dificultad ni mérito." (Arcadi Espada, El Mundo, 17/11/15)
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