"Arranca la campaña electoral española y hay razones para alegrarse. Lo
viejo de la política española es para llorar, y ahí sigue, personificado
en la figura de Mariano Rajoy.
Pero lo nuevo, representado por Pablo
Iglesias y Albert Rivera, los líderes de Podemos y Ciudadanos, nos
presenta con la grata noticia de que el mundo político en España empieza
a gozar no solo de buena salud sino de un grado de madurez, decencia y
racionalidad que deja en evidencia a las democracias más antiguas. (...)
Puede que se sorprendan al leer estas palabras aquellos españoles que
tanto disfrutan con la autoflagelación patria. Me sorprendo a mí mismo
ya que soy de los que lleva años diciendo que en la política española lo
que reina es la mediocridad. Partía siempre de la premisa de que en el
país donde nací, Gran Bretaña, en otro donde trabajé como corresponsal,
Estados Unidos, y en Francia, la cuna de la Ilustración, la política se
ejercía con una seriedad y sofisticación manifiestamente superior a lo
que veíamos en España.
Pues ya no. De manera algo inquietante, ya que no hay nada más
desgarrador que abandonar una idea fija, iba sospechando últimamente que
algo estaba cambiando. Lo que me acabó de abrir los ojos fue el debate
de la semana pasada entre Iglesias, Rivera y el líder del PSOE, Pedro
Sánchez.
La seriedad, la rapidez mental, el manejo de los datos, la agilidad
verbal y, pese a sus diferencias, el trato mutuo respetuoso que
exhibieron los jóvenes dirigentes indica que estamos frente a una nueva
realidad, que el futuro de la democracia en España está en buenas manos.
Lo que se detecta es no solo un salto de calidad respecto a la
podredumbre de la política española de los últimos 20 años, sino un
nivel de sensatez y cordura difícil de encontrar hoy en día en cualquier
otro lugar del mundo.
El chulito Aznar; el endeble Zapatero; la momia Rajoy: lamentable que
desde 1996 esto fuera lo mejor que la política española haya sido capaz
de producir. Se presentaban en foros internacionales o se reunían cara a
cara con los jefes de gobierno del norte de Europa, o Estados Unidos, y
no estaban a la altura.
Sabiéndose impostores en semejante compañía
(sí, Aznar en el fondo también), los tres a su manera se achicaban,
visiblemente incómodos cuando eran invitados a subir a las mesas de la
gente grande. A lo largo de estos años personas que han ocupado altos
cargos en la Foreign Office o en el 10 de Downing Street me han dicho
que tanto los jefes de gobierno británicos como los franceses, alemanes,
holandeses y otros han llegado a sentir vergüenza ajena a la hora de
sentarse a dialogar con individuos de tan bananero nivel.
Hoy todo empieza a cambiar. Quizá no lo hayan entendido aún, pero los
mismos que antes veían a España desde fuera con desprecio hoy deberían
mirarla con un punto de envidia, particularmente en el contexto del
fenómeno más interesante de nuestros tiempos en Europa y Estados Unidos:
la abrupta aparición en el ámbito político de partidos o personalidades
—“los insurgentes”, les llama la prensa británica— que amenazan con
romper el orden establecido. Hagamos un repaso de las nuevas figuras
equivalentes a Iglesias y Rivera en el panorama internacional.
En Estados Unidos, un racista misógino que insulta a mexicanos,
musulmanes y descapacitados, que es un analfabeto en política
internacional y que sufre para completar una frase en inglés sin cometer
un error gramatical es hoy el favorito para ganar la candidatura
presidencial del partido de Abraham Lincoln.
El bocazas ignorante del
que hablamos es el republicano Donald Trump, que llevaba cinco puntos de ventaja sobre la probable candidata demócrata, Hillary Clinton, en una reciente encuesta nacional.
En Francia, el indisimuladamente xenófobo Frente Nacional (FN) de Marine Le Pen
gana más apoyo cada día, sacando descarado provecho de los atentados
terroristas de París. Un par de victorias esperadas en elecciones
regionales servirían como plataforma para que Le Pen monte un asalto
plausible la presidencia de la nación en 2017. (...)
Rivera e Iglesias inspirarán rechazo entre aquellos que insisten en
considerarlos o reaccionarios o peligrosos radicales, pero son gente
moderada y pragmática comparado con los Trump, los Le Pen, los Corbyn o Nigel Farage, el borracho que lidera UKIP.
Vale la pena repetirlo: pese al desempleo masivo que hay en España y la
ola de inmigrantes que ha llegado a sus fronteras en los últimos 15
años, ni Ciudadanos ni Podemos apela a los bajos instintos tribales para
ganar votos.
Es cierto que Iglesias no esconde sus simpatías por el Corbynismo
pero bajo su mando Podemos se ha convertido, a diferencia del suicida
laborismo británico, en un partido que aspira a ganar el centro
político. (...)
Posiblemente Mariano Rajoy vuelva a ganar las elecciones españolas, por
un escaso margen. Pero el futuro pertenece a Ciudadanos y Podemos, y
quizá a un PSOE que asimile el dinamismo y algunas ideas de Podemos.
El
día que Rivera o Iglesias, hombres inteligentes y capaces en cualquier
contexto, se sienten en la mesa con los que gobiernan en Estados Unidos,
Francia o Gran Bretaña —o cualquier otro país— ni ellos ni los
españoles tendrán motivos para sentirse avergonzados." (
John Carlin , El País,
7 DIC 2015)
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