(...) Los inversores están huyendo en manada de las bolsas y de cualquier
producto que huela a riesgo.
Para hacerse una idea, al comenzar el año, 2
billones de dólares (aproximadamente dos veces el Producto Interior
Bruto de la economía española) de bonos de deuda de diferentes estados
ofrecían un rendimiento negativo, es decir al llegar su vencimiento el
inversor recibirá menos dinero del que pagó cuando compró ese título de
deuda.
Ahora, apenas poco más de un mes después, esa cifra se ha
multiplicado por tres y alcanza los 6 billones de dólares. Una cuarta
parte, y creciendo, de toda la deuda de ese tipo.
Se deduce de ello que muchos inversores, pensemos en grandes
fortunas, pero también en fondos de inversión, fondos de pensiones,
fondos de reserva como el de la Seguridad Social española, que tienen
tanto miedo a acabar desplumados con cualquier otro producto que huyen a
la acarrera y aceptan comprar con pérdida asegurada.
Y, aquí viene lo que más preocupa a los ministros del euro, los
grandes bancos del Continente, encabezados por el gigantesco Deutsche
Bank, que se están descapitalizando atrapados en una espiral que, de no
detenerse, puede acabar paralizándolos, bloqueando el crédito y
lanzándolos a las puertas de un nuevo Lehman Brothers ocho años después. (...)
Pero el hecho incontestable es que la enorme masa de dinero invertido
en deuda soberana renunciando al beneficio refleja la creencia
creciente de que la economía mundial avanza de nuevo hacia la recesión,
incluso que podría tratarse de una gran deflación, la caída generalizada
de precios.
Si esto fuera así, en mayor o menor grado, los bancos volverán a
tener muchas dificultades parar cobrar sus créditos a las empresas, algo
que ya está pasando ahora con petroleras y siderúrgicas. Y para ganar
dinero con tipos de interés negativos como los que se están imponiendo
en el mundo. Por eso el duro castigo en las bolsas de las últimas
semanas. (...)" (Manel Pérez, La Vanguardia, 12/02/16)
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