"(...) La ventaja de Hillary a nivel nacional se reduce por momentos, y
algunos sondeos (Universidad Quinipiac) sitúan a Sanders como mejor
candidato en la elección presidencial general contra cualquier candidato
republicano.
¿Por qué esta reacción de los electores? Es a la vez un
rechazo al sistema, un rechazo a Hillary y un apoyo en positivo a
Sanders.
En Estados Unidos, como en todo el mundo, se extiende una revuelta
espontánea contra los de arriba (“la casta” ). Es lo que los politólogos
identifican como crisis de legitimidad. Es un grito de “no nos
representan”, que es casi universal. Y que se ha agravado con la forma
de gestionar la crisis del 2008: salvar a los bancos con dinero de los
contribuyentes e imponer austeridad a quienes más lo necesitan.
Aparte
de los que se benefician de esto y de una sarta de imbéciles (aunque a
veces sean millones), es evidente que la gente tiene que decir basta.
¿Pero cómo? No hay canales, porque eso es “la casta”.
Los políticos
profesionales controlan las instituciones, cierran las salidas y
condenan a la protesta a salir a la calle y ahí les espera la policía
(pobres funcionarios públicos que viven peor que muchos). De modo que en
cuanto hay posibilidad de decir no libremente, la gente lo hace.
Y eso es lo que los políticos llaman populismo: todo lo que no está
atado y bien atado. Eso es lo que está pasando, otra vez, en las
primarias estadounidenses, porque por la derecha el fascista Trump está
triunfando también contra los republicanos del establishment con un
discurso antisistema.
Pero en las primarias demócratas hay un fuerte componente
anti-Hillary. En parte por ser representante de los poderes
constituidos, tanto en el Partido Demócrata como en la relación con Wall
Street, corazón del capitalismo. En todos los gobiernos, republicanos o
demócratas, gente de Wall Street ha ocupado los puestos clave.
Y
Hillary sigue la tradición con relaciones especiales con la élite
financiera. Aún más: en Estados Unidos se han creado dinastías
políticas, como si fuera una monarquía. Mis estudiantes me dicen: “Yo
estoy harto/harta de vivir bajo un Bush o bajo un Clinton”. Cuenten:
cuatro años de Bush, ocho años de Clinton, otros ocho años de otro Bush.
Solamente Obama truncó el linaje cuando Hillary se aprestaba a tomar el
turno.
A lo que vuelve ahora. Su problema es que tiene un enorme
rechazo, incluso de las mujeres, y sobre todo de las mujeres jóvenes,
como muestran las primeras primarias. Solamente gana, y solamente ganó
en el pasado, entre las abuelas como ella. Porque sus credenciales
feministas son débiles.
Empezó su carrera como abogada defendiendo a un
secuestrador y violador de una niña que sobrevivió traumatizada el resto
de su vida, consiguiendo que sólo lo condenaran a un año de cárcel.
Y los jóvenes, en más de un 75%, han votado contra ella en Iowa y en
Nuevo Hampshire. “Tengo un problema con los jóvenes”, dice. Algo habrá
hecho.
Pero no todo es rechazo. Hay un voto positivo por Bernie Sanders, el
único político institucional (senador) que se declara “socialista
democrático”, a la manera escandinava, dice él. ¿Socialista? Es anatema
en la política estadounidense, término generalmente asimilado a la Unión
Soviética en su propia generación (tiene 74 años).
Pero además tiene una larga historia de activista en los movimientos
sociales desde los sesenta, solidaridad con los negros, defensor de
feministas, gais, lesbianas y transexuales, apoyo a los latinos e
inmigrantes.
¿De dónde sale esa nueva fuerza que está con él? Los
analistas concuerdan: del movimiento Occupy Wall Street de 2011-12,
inspirado por el 15-M español. De ese movimiento, en el que él
participó, surgen sus denuncias y los principales puntos de su programa.
Acabar con la influencia de Wall Street en la Casa Blanca, aumentar
los impuestos al 1% en favor del 99%, regular las finanzas, perdonar las
deudas de los estudiantes, controlar la corrupción, asegurar la defensa
de los derechos humanos en el mundo y en Estados Unidos, defender a
los palestinos (aun siendo judío) y reivindicar la tradición de
igualdad, libertad y fraternidad en la revolución política que propone.
Es refrescante sentir ese proyecto joven de un viejo en el momento en
que algunos de nuestros emergentes líderes se enfundan el esmoquin de
las élites." (¿Un socialista en la Casa Blanca?, de Manuel Castells, La Vanguardia, en Caffe Reggio, 12/02/16)
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