24.5.16

Gracias al 15M en España no ha emergido el fascismo, como en Europa... porque el 15M supo identificar a los culpables, que no son los migrantes, sino la banca y los políticos. Entre los voluntarios en Lesbos se escucha más castellano que ninguna otra lengua, con excepción del griego

"(...) La primera vez que escuché hablar del 15M, por ejemplo, fue unos meses antes. 

Carecía de nombre. "Iba a pasar algo", escuché de varias personas que hablaban el dialecto de su generación. 

Algo relacionado con palabras como 11M, con No a la Guerra, con No tendrás Casa en Tu Puta Vida, con No nos Representan, con la corrupción, con la austeridad,  con desahucios, con un Régimen, y también unos medios, que lo modularon durante 30 años, le dieron la razón o, como dice Amador Fernández-Savater, crearon en torno de él un sentido común, una idea de la normalidad, que era imposible de modificar o, ni tan siquiera, criticar sin caer en la marginalidad más absoluta. 

 Todo eso, toda esa energía y complicidad, ya estaba sucediendo en la Red, que hervía. Era difícil para un miembro de otra generación valorar ese hervor. Yo, sencillamente, por ejemplo, y en mi pesimismo, no lo valoré, o lo valoré como, únicamente, un hecho, lo dicho, generacional. No fue así. 

En un primer momento el 15M fue una manifestación extraña, en la que sucedió algo extraño, visto en otras manifestaciones anteriores. Pequeñas pancartas, individuales, con lemas eléctricos, poseedores de otra lógica, tan alejada de la hegemónica que parecía casi poética. 

Después, un par de pequeñas acampadas. A los dos días, muchas más, moduladas por las dos grandes acampadas, a su vez, exóticas y mastodónticas. En el topos de las banderas, carecían de banderas. Estaban organizadas. 

Con una organización funcional, impecable. Con metodologías propias de aquella generación y, tal vez, con metodología científica. Aquellos chicos y chicas, en fin, no eran de letras. Provenían de las ciencias sociales y duras. Sabían lo que era trabajar en grupo, sin verticalidad, en torno a una hipótesis. La cosa fue tan descomunal que fue sobrepasada. Desbordada. Tanto que los activistas/el activismo inicial cambió, tal vez definitivamente, y dejó de parecerse a lo que había sido tan sólo unos días antes. 

"Un activista era, antes, un miembro de una suerte de tribu urbana, después pasó a ser uno más, otra cosa", dice el periodista Hibai Arbide, en una frase que dibuja ese cambio producido, incluso, en los promotores de ese cambio. 

Nacía una lógica nueva, una agenda nueva, una ampliación de límites sin precedentes recientes, y con unos mecanismos, sencillamente, únicos: descentralizados, capaces de superar ideologías y caracteres contrapuestos y efectivos. La iniciativa no era de ningún grupo o tendencia, sino de, precisamente, quien emitía más iniciativa.

Aquella agenda democrática, sencillamente, envió al garete al Régimen y a sus medios, que durante décadas habían detentado el monopolio de señalar lo que era democracia y lo que era violencia.  (...)"        (Guillem Martínez, CTXT, 13/05/16)

"(...) Bajo la perspectiva “elitista”, las crisis más angustiantes son las políticas, precisamente porque es el nivel del poder explícito de una sociedad lo que se ve cuestionado. Este es el gran logro del 15M. 

El movimiento de las plazas convirtió una crisis económica, que se vivía en la congoja que produce la vida propia cuando se despeña (paro, deudas, desahucios, emigración, retorno al país de origen), en una crisis política. El silencio se había vuelto grito de masas, esto es, en una crisis devuelta a las élites.

 De una forma quizás ilusoria, en el 15M decíamos “el miedo ha cambiado de bando”. Pero por desproporcionado que parezca había algo de real en todo aquello. Durante un año y medio, pareció que todo era posible: desde el abismarse de un Estado que superaba el umbral de los 600 puntos en la prima de riesgo hasta la posibilidad de darle la vuelta a ese mismo Estado a través de una asamblea constituyente ciudadana.

Después vino el impasse, el agotamiento tras 18 o 20 meses de actividad frenética. En Europa se dio orden de rebajar la tensión, el BCE compró deuda pública y controló la presión de los mercados. La troika había visto las orejas al lobo griego y no quería un contagio a España e Italia. 

Para algunos pareció claro que era el tiempo de probar otra cosa, incluso de asumir el reto que se lanzó contra el 15M: “Si no nos queréis a nosotros, montad un partido”. Y así hicimos: no sólo se organizó uno grande (Podemos), sino una miríada de ellos, las candidaturas municipalistas.

Nos sorprendió que fuera tan fácil llegar a las instituciones. Seguramente la razón estaba en la orden de retirada de las élites, que primero fue en desbandada y luego más ordenada. Lo cierto es que si al primer PSOE le costó 31 años conseguir un asiento en Cortes, a nuestra generación le llevó unos meses tener 69, amén de centenares de diputados autonómicos, alcaldes y concejales. Hemos visto nacer una nueva clase política.
La cuestión es: ¿y ahora qué nos inventamos? (...)"                   (Emmanuel Rodríguez, Isidro López, CTXT, 14/05/16)

"Los días siguientes al 15 de mayo de 2011 viví algunos de los momentos más felices de mi vida. Sin embargo, o tal vez por eso, este aniversario me da mucha pereza.

 Me temo --ojalá me equivoque-- que las tres interpretaciones que más se repetirán estos días son las siguientes. El cargo político: “El 15M empezamos algo en las plazas pero luego maduramos y nos dimos cuenta de que había que hacer política en mayúsculas, por eso ahora soy diputado”.

 El guardián de las esencias: “El 15M fue, ante todo, el ‘No nos representan’ y ahora hay partidos que traicionan su espíritu”. Y el nostálgico: “El 15M fue mágico, nunca se repetirá algo así; ya nada es como antes”. No sé cuál de las tres me da más pereza.

Pero vamos al grano. Me pide CTXT que escriba sobre qué ha pasado desde el 15 de mayo de 2011 y empiezo por lo que no ha pasado. Gracias al movimiento de las plazas, en el Estado español no han emergido movimientos de extrema derecha, al contrario de lo que ha sucedido en casi toda Europa.

La descomposición de la clase media y la crisis política han sido utilizadas por partidos oportunistas, como el Frente Nacional en Francia, para presentarse como el adalid del antiausteritarismo euroescéptico.

 PEGIDA (Patriotas Europeos contra la Islamización de Occidente) ha creado el caldo de cultivo para que, desde enero de 2015, en Alemania se produzca un ataque al día de media contra centros de refugiados.

 En Grecia, a pesar de la lección de dignidad y solidaridad que está dando el pueblo griego con los refugiados, Amanecer Dorado sigue siendo la tercera fuerza parlamentaria. Hungría, Eslovaquia, Suecia, Holanda… Los fachas se sienten fuertes en la medida en que los gobiernos --también los liderados por socialdemócratas y liberales-- asumen sus tesis y refuerzan las fronteras.

En el Estado español no ha sido así porque el 15M supo identificar a los culpables, que no son los migrantes: no somos mercancías en manos de políticos y banqueros. La PAH constituye uno de los ejemplos antirracistas más exitosos de las últimas décadas al crear alianzas entre migrantes y autóctonas y señalar al enemigo común, la banca.

No es casualidad que entre las voluntarias en Lesbos o Idomeni se oiga más castellano o català que ninguna otra lengua, con excepción de griego. Es consecuencia del 15M. (...)"              (Hibai Arbide Aza, CTXT, 15/05/16)

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