21.6.16

Brexit: cuando los indignados pertenecen a la clase media... el Brexit es el primer gran plebiscito sobre las consecuencias económicas de la globalización

"(...) ¿Qué está pasando? ¿Por qué los obreros de Leeds o de Manchester o las clases medias acomodadas de Londres no hacen caso a sesudos informes en los que se advierte de las diez plagas de Egipto? ¿Por qué es papel mojado todo lo que venga de la verdad oficial?¿Es un problema de legitimidad? 

O, simplemente, estamos en una realidad mucho más sencilla: los análisis macroeconómicos han fallado tanto en los últimos años, como sostiene el euroescéptico exalcalde de Londres, Boris Johnson, que no tienen ninguna credibilidad. No le falta razón. La sensación de que los informes oficiales están hechos al gusto del gobernante de turno es creciente.  (...)

Existe, sin embargo, una segunda razón de mayor peso que la inmensa mayoría de los análisis macroeconómicos obvian cuando confían en la eficiencia del funcionamiento de los mercados: el creciente malestar sobre los efectos sociales y económicos de la globalización.

 Y es que, en realidad, el Brexit no es solo un referéndum sobre la permanencia del Reino Unido en la UE, sino, sobre todo, se trata del primer gran plebiscito sobre las consecuencias económicas de un mundo sin fronteras.

Los capitales pueden desplazarse libremente (hasta el punto de coaccionar a los gobiernos en busca de mayores facilidades para la inversión); la inmigración por causas estrictamente laborales es ya un fenómeno de masas (provocando ‘dumping salarial’ y una precarización de las relaciones laborales) y la lucha por conseguir una misma prestación social -pobres contra pobres- se ha convertido en un asunto cada vez más relevante en los barrios obreros.

 Como ha escrito el economista Nick Greenwood*, el debate sobre el Brexit “viene a sustituir una discusión más amplia en torno a los costes y los beneficios de la globalización”. (...)

Ni siquiera el ‘proyecto miedo’ que encarnan los partidarios del ‘no’ al Brexit ha conseguido doblegar la fuerza de quienes salirse de la UE. Chovinismo europeo. (...)

Hoy, cualquier ciudadano se siente con legitimidad -una especie de justicia de clase- para reivindicar los réditos del Estado de bienestar. Entre otras cosas, porque se ha construido sobre sus impuestos, y ese es un argumento muy serio. Hay razones objetivas para estar indignados con el sistema.

Cuando esos dividendos no llegan, por las razones que sean, muchos contribuyentes se sienten estafados y encuentran numerosos argumentos para dar su respaldo a movimientos populistas. Sobre todo cuando algunas élites se han apropiado de la política, hasta convertirla en algo endogámico. Completamente alejada de los ciudadanos. En particular, en países como España, donde el sistema electoral ha favorecido la creación de castas en el seno de los grandes partidos.

Tanto la globalización como el ensanchamiento de la desigualdad (en buena medida impulsada por la innovación tecnológica y los muy desiguales avances de la productividad en función de los distintos sectores productivos) son, en realidad, las dos caras de una misma moneda que explican el auge de los populismos. 

Un fenómeno alimentado por un sistema fiscal que premia a las grandes corporaciones frente a las clases medias. En 2013, se descubrió en el Reino Unido que compañías como Google, Amazon o Starbucks apenas pagaban impuestos utilizando complejas argucias de planificación fiscal. Los Papeles de Panamá son más de lo mismo, y abundan en el hartazgo hacia la política tradicional que privilegia a unos frente a otros.

En realidad llueve sobre mojado. Las cancillerías europeas se estremecen ahora por el Brexit. Pero nada dijeron cuando Fred Goodwin (50 años por entonces), el banquero más odiado del Reino Unido, pactó con el Gobierno una pensión vitalicia anual de unas 700.000 libras (unos 875.000 euros) pese a que durante su alocado mandato el RBS necesitó 20.000 millones de libras de dinero público para poder seguir operando.(...)

Hay sectores -pequeños comerciantes, profesionales, agricultores o autónomos- especialmente vulnerables, y son ellos precisamente ellos quienes desconfían de la vieja política. Las clases medias que sufren por la irrupción de una competencia que consideran desleal.

Ese es el caldo de cultivo en el que se mueven los partidarios del Brexit. Sin duda, con argumentos de peso que los gobiernos obvian por esa cobardía intrínseca del sistema político. Hoy los gobiernos son incapaces de enfrentarse a los problemas de fondo por su coste electoral. En su lugar, políticos y la mayoría de medios de comunicación despachan el asunto diciendo que Europa se está llenado de xenófobos, cuando la realidad es mucho más compleja de lo que se quiere mostrar.  (...)

Y por eso se equivocan quienes piensan que con solo crear empleo, sin tener en cuenta la precariedad salarial o la inestabilidad en el centro del trabajo, los ciudadanos se van a quedar satisfechos. Por el contrario, tienen razones suficientes para desconfiar de un sistema que les promete lo contrario de lo que ofrece. Y que ni siquiera les ofrece un trabajo decente.

El crecimiento económico, en contra de lo que suele repetir el ministro De Guindos, no lo es todo, como demuestra el referéndum británico. Un país no cabe en el PIB. Y la primavera populista que ha irrumpido en nuestras vidas es el mejor ejemplo de ello. O se gobierna la globalización o el mundo acabará devorándose a sí mismo."                 (Carlos Sánchez, El Confidencial, 19/06/16)

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