"Después de una campaña no exenta de los miedos y amenazas que ejercitan
los poderes políticos y económicos ante los ciudadanos cuando sienten
que sus objetivos corren peligro, el pueblo británico ha decidido con
holgura recuperar su plena soberanía y tener en sus manos su destino y
su futuro apostando por el Brexit.
No es sorprendente que la
consulta democrática sea ahora una recriminación a David Cameron por
haber convocado el referéndum, algo justificadamente temido por los
dirigentes europeos pues, en casi todas las ocasiones, cada vez que los
ciudadanos han sido llamados a las urnas para opinar sobre las
cuestiones del proyecto europeo les han dado la espalda a los proyectos
de integración, dominados, no por los valores de la democracia, la
igualdad, la cooperación y la solidaridad, sino por los intereses del
capitalismo crudo y duro, tal como lo expresan los criterios
neoliberales. Satisfacción, pues, por la decisión del pueblo británico.(...)
Siempre hemos sostenido que esta Unión Europea, con su principal
vínculo, el de la unión monetaria, no podrá sobrevivir. Tampoco, contra
muchas ilusiones vacías y elusivas, nunca hemos creído que la Europa de
Maastricht sea reformable.
Crisis tras crisis, con turbulencias
continuas y con los pueblos víctimas de las exigencias de las
instituciones europeas y de los mercados financieros, las amenazas de
descomposición de la Unión Europea están siempre latentes. La gran
aportación de la decisión del pueblo británico es que ahora la hiere de
muerte e inicia su desmoronamiento.
La situación de crisis, la
desesperanza que se ha instalado en amplios sectores sociales, los
sufrimientos que han acarreado las políticas de austeridad y el desapego
creciente de los pueblos europeos a un proceso de integración
manifiestamente fracasado, hacen que el ejemplo británico pueda
generalizarse y repetirse a otros países, con lo cual el rechazo y la
condena a esta Europa puede extenderse rápidamente como un fuego con el
viento soplando a favor.
El llamado efecto contagio es inevitable,
cuando además ya existen en algunos países, desde posiciones
inequívocamente de izquierdas, núcleos de rechazo importantes y
coordinados a escala continental.
La izquierda “europeísta”, al
abandonar sus objetivos de transformación históricos, entre ellos, la
defensa de la soberanía económica, ha creado un vacío político sobre el
cual avanza la extrema derecha populista. Si la izquierda hubiera sido
consecuente, oponiéndose a la construcción de la Europa de Maastricht,
ahora podría contar con un gran respaldo ciudadano, ejercería su
influencia en el desarrollo de los acontecimientos y habría construido
un proyecto europeo sólido basado en una moneda única pero también en la
homologación de las condiciones y derechos sociales con una fiscalidad
común capaz de redistribuir la renta y corregir los desequilibrios
económicos entre los estados miembros. (...)
Si estamos acertados en la previsión del destino de la Unión
Europea, o como un ejercicio de responsabilidad ante la mera hipótesis
de la desaparición de la unión monetaria y europea, el deber de las
fuerzas regeneradoras y progresistas sería estudiar y proponer
alternativas en cada uno de los países y, al mismo tiempo, tratar de
impulsar un proyecto común para el conjunto de los pueblos europeos
asentado en los valores históricos de la izquierda y la protección de
los intereses de los trabajadores y las capas sociales desfavorecidas.
No cabe ponerse orejeras, eludir la realidad, hacer caso omiso de los
eventos previsibles y fantasear campaña electoral tras campaña electoral
sobre cambios y mejoras económicas y sociales, ignorando el tema
esencial de cómo sobrevivir y como construir una alternativa económica y
social viable fuera del marco de la Unión Europea.
En suma, en lugar de lamentar el Brexit, hay que tomarlo como un serio aviso de lo que puede acontecer." (Rebelión, 25/06/16)
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