"(...) La desigualdad ha crecido a pasos agigantados en las tres últimas
décadas en Estados Unidos, el país que se ha vanagloriado de esa clase
media que conducía coches Ford. La pérdida de muchos empleos en favor de
mercados de mano de obra más barata ha abonado las críticas a la
globalización.
Y tanto Trump, aspirante republicano a la Casa Blanca,
como Bernie Sanders, el izquierdista rival de Hillary Clinton entre los
demócratas, han apuntado con el dedo a los tratados de libre comercio.
El TTIP, que es el pacto que Estados Unidos y Europa negocian, también
ha provocado reacciones incendiarias en el Viejo Continente.
“El rechazo a la globalización es real”, afirma, “y si las élites
políticas no se dan cuenta de que necesitamos nuevas normas, esta
reacción puede llevarnos en una dirección hacia un proteccionismo
significativo. La historia del capitalismo muestra que este es
modulable, que las élites siempre lo han ido rediseñando y moderando
para que dé respuestas”.
¿Tan malo sería ese giro proteccionista? “La economía global está ya
muy abierta”, considera. “Si no firmásemos el TTIP o el Acuerdo
Transpacífico (TPP), creo que no pasará nada malo, a diferencia de
muchos economistas que creen que esos acuerdos son imperativos”. De
hecho, alerta: “Ponemos en riesgo la globalización si presionamos para
más acuerdos porque enciende el rechazo a ella”.
Sin embargo, la
apertura comercial mundial es la que ha permitido a muchos países salir
de la pobreza y ha dado alas al crecimiento económico. “Sería una gran
pérdida recuperar barreras arancelarias que nos devolvieran a los años
cincuenta, sesenta o, aún peor, de los treinta”.
La globalización es una de las tres patas del trilema económico, el
concepto que Rodrick acuñó en un artículo en el año 2000 y que resultó
rematadamente premonitorio de lo que una década después ocurriría con la
crisis griega.
El economista ve incompatible que democracia,
globalización y soberanía del Estado-nación puedan convivir. “La
eurozona es la aplicación real de ese concepto. Está tratando
simultáneamente de ser un mercado único y democrático que conserva los
Estados-nación y con una unión política integrada…”, dice. “Este trilema
está en el corazón del problema estructural de la zona euro. Soy menos
optimista con Europa”, remata.
“Hay un gran desequilibrio entre la integración económica, que ha ido
muy lejos, y la política, que es muy incompleta”, continúa, “y no veo
aún líderes políticos en Europa capaces de reformularlo”. (...)" (Entrevista a Dani Rodrick, El País, 26/06/16)
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