"María (nombre ficticio) ha vivido 20
años sin que nadie de su entorno supiese que tenía hepatitis C.
"Anímicamente me destrozaba sufrirlo en soledad pero era incapaz de
contarlo. Llegaba al psicólogo y me echaba a llorar por la angustia",
recuerda esta vecina de Badajoz de 51 años.
Ni sus padres ni su hija sabían que estaba infectada, solo su pareja.
Él compartió con María la ilusión al conocer que el Gobierno español iba
a suministrar fármacos de última generación, como el Sovaldi, y la
desilusión al saber que ella quedaba excluida de la estrategia del
Ministerio de Sanidad porque se encontraba en una fase inicial de fibrosis, F1.
"En el Servicio de Salud de Extremadura me recetaron
el tratamiento pero no me lo dispensaron. Así que decidí ir por mi
cuenta con esa prescripción a Egipto para conseguir la medicación",
recuerda. El mismo médico que se lo prescribió porque "clínicamente lo
necesitaba" le advirtió, según la
versión de la afectada, que no se lo iban a suministrar "por motivos
políticos".
Y así fue, se lo denegaron en la subdirección general de Farmacia del Hospital Infanta Cristina (Badajoz) .
"En los estadios iniciales solo se les trata si cumplen alguna
excepción. Por ejemplo, una mujer joven que quiera quedarse embarazada,
una persona que en su trabajo se exponga a contagiar a otras personas o
si tienen alguna enfermedad asociada: diabetes, problemas renales...",
indica Miguel Ángel Simón, jefe de sección de Digestivo del Hospital
Clínico de Zaragoza.
Tras aportar todas las pruebas que le pidieron a la afectada en la
capital egipcia, los dos hepatólogos le recomendaron el mismo
tratamiento: Ledipasvir y Sofosbuvir. Coincidía con el prescrito por su
médico de referencia en Badajoz.
En España se comercializa bajo la marca
de Harvoni pero en Egipto se vende como genérico debido a un acuerdo
suscrito entre el Gobierno y la farmacéutica. Una estrategia para
combatir la hepatitis C en uno de los países más azotados por el virus:
el 10% de la población padece esta enfermedad.
Frente a los 30.000 euros que le cuesta a las arcas públicas cada
tratamiento, según afirman las plataformas de afectados ya que ni
administración nacional ni regional han confirmado la cifra oficial,
María hizo frente a un precio más reducido.
"Lo adquirí por 500 euros.
En total entre los billetes de avión, noches de hotel y las citas en los
hospitales privados nos gastamos 5.000 euros en el viaje para poder
curarme de la hepatitis C", afirma.
Así que, satisfecha, voló de vuelta con el bote de pastillas que iba a
eliminar de su cuerpo la carga vírica. Tras su aterrizaje en Badajoz se
acercó al Servicio de Patología Infecciosa del Hospital Infanta
Cristina, donde acude desde que le diagnosticaron la infección.
"El
doctor que me había recetado la medicación no me quiso ver y una de sus
compañeras me dijo que habían llegado a la conclusión de que el
seguimiento lo tenía que hacer en la clínica de Egipto, porque allí me
habían dado el tratamiento". Esta extremeña recuerda esa respuesta como
una "humillación".
Fue entonces cuando decidió emprender acciones legales
contra los dos médicos que tomaron esa decisión, les denunció por
omisión del deber de socorro. También se querelló contra el Servicio de
Salud por no suministrarle la medicación, acusa a sus responsables de
dejación en la entrega de medicamentos.
La denuncia presentada por su
abogado, Enrique González de Vallejo, ante un juzgado de guardia ha sido
archivada, según explica el letrado a esta redacción. Él y la Fiscalía
han recurrido esta decisión. (...)
En esta ocasión el porcentaje de éxito de los
medicamentos de última generación, como el adquirido en Egipto, es
mucho mayor, cercano al 90%. Sus efectos secundarios han sido muy leves
durante las doce semanas en las que diariamente se ha tomando uno de sus
comprimidos. Y una vez finalizado, ha recibido la gran noticia: no
tiene carga vírica en su cuerpo.
"Ahora tendrá que esperar a finales de agosto, doce semanas después de
que haya terminado el tratamiento, para saber si definitivamente se ha
curado y si la respuesta viral es sostenida. Seguramente el resultado
sea positivo, solo en el 2% o 3% de los casos no es satisfactoria",
señala Simón.
Aunque todavía no es un resultado definitivo, esa comunicación ha
empoderado a María para "salir del armario". Hace un par de semanas se
sinceró ante sus mejores amigas y les contó lo que ha vivido durante
estas dos décadas. "Soy otra persona, ya no tengo la obsesión de saber
que convivo con el virus. Me noto superbien y muy positiva", finaliza
esta extremeña que confía en que la justicia reconozca su derecho a
acceder a la medicación." (Laura Galaup, eldiario.es, 27/07/16)
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