"(...) Con demasiada frecuencia, los comentaristas se han referido a la
inesperada victoria de Donald Trump como si fuera consecuencia de un
recrudecimiento del populismo en las democracias occidentales.
Se ha
sugerido que la gente común se ha rebelado contra las políticas apoyadas
por los políticos tradicionales, y ha preferido poner su fe en una
alternativa radical.
Sin embargo, la situación tiene muy poco que ver con el populismo.
Más bien, sugiero que la no inteligencia, fomentada por ciertas
tendencias, se ha hecho con el control del proceso político. (...)
Pero hay algo fundamentalmente malsano en un proceso político donde
el símbolo del éxito, en las dos principales naciones occidentales, es
una persona pública que se distingue por su hostilidad a la
inteligencia.
No culpemos exclusivamente a Trump. En particular, debemos hacer
hincapié en el fracaso total del establishment político. ¿Quién pensaba
que después de ocho años de un Gobierno de Obama, que debía traer la paz
y la justicia social, los votantes de los EEUU no tendrían ningún
motivo de gratitud hacia el mismo?
¿Quién pensaba que el Partido
Demócrata lograría perder no sólo la Presidencia sino también las dos
cámaras del Congreso? El análisis de la votación en las elecciones
muestra claramente que no podemos hablar de populismo, sino más bien de
una notable incapacidad del Gobierno de Obama para hacer algo sustancial
para los votantes trabajadores y de bajos ingresos, tanto blancos como
negros, que eran los partidarios tradicionales de los demócratas.
Obama
parece no haber estimulado ningún optimismo entre su público más fiel. A
pesar de todos los titulares desfavorables que rodean a Trump y su
actitud hacia las mujeres, éstas no quisieron apoyar a Hillary Clinton,
quien firmó un resultado peor de lo esperado entre las mujeres, los
hispanos y los afroamericanos.
El apoyo a los republicanos entre los
hispanos fue mayor que en las últimas elecciones presidenciales. Lo peor
de todo es que tampoco hubo entusiasmo significativo para Clinton entre
las personas mayores y los jóvenes: en ambas categorías, votaron por
ella menos personas de las que lo habían hecho por Obama.
Del mismo modo, en Inglaterra la élite laborista que debería haber
organizado a sus votantes para defender sus principios se mostró
completamente incapaz de oponerse a la propaganda a favor del Brexit.
Los votantes con ingresos bajos se consideraron abandonados por quienes
esperaban haber sido defendidos. En amplias zonas del este de Inglaterra
y del sur de Gales, la gente empleó el referéndum no con el fin de
hacer una elección sobre Europa, sino para expresar su descontento con
el declive de su condición social.
Eso nos lleva al hecho central: en los Brexits, tanto en Estados
Unidos como en el Reino Unido, las formaciones políticas que han
triunfado han optado por buscar el apoyo de los votantes a través del
engaño. En ciertas tendencias populistas de Europa, ciertamente ha
habido un rechazo deliberado de la inteligencia, incluso hasta el punto
de rechazar cualquier formulación de ideas políticas serias.
En los
Brexits, sin embargo, ha habido un rechazo mucho más amplio de la
inteligencia, adoptando posturas que apelan abiertamente al prejuicio
popular. En Inglaterra, los partidarios del Brexit no sólo difundieron
falsedades, particularmente sobre inmigración, sino que también hicieron
promesas que no tenían intención de mantener, como financiar la
Seguridad Social.
En Estados Unidos, la campaña de Trump siguió el mismo camino. Tanto
sus discursos como sus declaraciones públicas se sustanciaron en frases
quebradas, de tal manera que el contraste con la presentación altamente
intelectual de los discursos de Hillary Clinton fue llamativo. Casi
todos los aspectos de la promesa de Donald Trump de «hacer grande a
América» se enraízan en la no inteligencia. (...)
Muchas personas, por supuesto, se han sentido encantadas con los dos
Brexits, que representan en cierta medida una revolución contra los
ricos y poderosos. Los Clinton gastaron mucho más dinero en su campaña
electoral que Trump y fueron apoyados poderosamente no sólo por los
jefes del Partido Demócrata, sino también por muchos líderes
republicanos, entre ellos, plutócratas de Wall Street y altos ejecutivos
de las grandes corporaciones de Estados Unidos.
Trump tuvo que luchar
contra todo el mundo, incluyendo a todos los intelectuales
universitarios y las grandes estrellas del cine y de la música. En
contra de todas las predicciones, ganó. (...)
LA VERDAD es que las dos naciones más poderosas del mundo atlántico
están ahora en un serio aprieto. El Reino Unido se encuentra al borde
del precipicio, con un Gobierno decidido a saltar el acantilado, incluso
ignorando las consecuencias de esta acción. (...)
Estados Unidos atraviesa también una fase de no inteligencia. Estos
días, muchos columnistas estadounidenses han escrito artículos en los
que avisan que Trump está a punto de destruir el país. Con pleno control
de ambas cámaras, Trump se encuentra a un paso de obtener el control
mayoritario del Tribunal Supremo. Con todo ese poder en sus manos, en
los próximos meses podrá poner en marcha medidas que cambiarán el rostro
de América. (...)
De una manera u otra, los dos Brexits han creado una situación que, sin duda, cambiará la historia del mundo." (Henry Kamen, El Mundo, 07/11/16)
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