"La (muy) desigual distribución de los
frutos de la globalización entre los distintos grupos de la población
mundial ha provocado un descontento social sin el cual fenómenos
políticos como el Brexit o la victoria de Trump son difícilmente
explicables.
Como dice el propio Milanovic en una entrevista publicada recientemente en The New Republic,
“¿[hay gente que] piensa realmente que Trump, Brexit, Le Pen, el auge
de muchos partidos populistas de derechas en Europa, etc. no tiene nada
que ver con la economía?
¿Que de repente todos estos nacionalistas y
nativistas excéntricos se han unido gracias a los medios de comunicación
para derribar el orden establecido?”. El siguiente gráfico ilustra este
“auge del votante cabreado”.
Fuente: Marvin Barth (Barclays).
Efectivamente, es probable que esta
“política del cabreo” sea un reflejo nítido del trilema de Rodrik, de
acuerdo con el cual democracia, soberanía nacional e integración
económica global son incompatibles: podemos combinar cualesquiera dos de
los tres, pero no tener los tres al mismo tiempo. Con todo y con eso,
Milanovic sigue pensando que la globalización es un objetivo deseable
porque “reduce los obstáculos entre la población del mundo”.
Pero
entonces, ¿cómo hacer que los gobiernos reduzcan el incremento de las
desigualdades que tienden a desatar fuerzas que pueden terminan
provocando conflictos importantes?
En este punto Milanovic mencionó
expresamente dos vías.
La inversión en capital humano, que reduciría el
número de “perdedores” de la globalización porque estarían mejor
preparados para competir en la escala global, y algo a lo que se refirió
como “give people financial assets”,
es decir, otorgar un capital a todos los ciudadanos al cumplir la
mayoría de edad (para asegurarnos, por ejemplo, de que nadie se queda
fuera de la Universidad no porque tenga escasez de capital humano, sino
financiero).
La primera medida aumentaría el capital humano de la gente,
la segunda su capital financiero.
Y es que según Milanovic, en un
contexto en el que la globalización ha limitado significativamente el
ámbito de actuación de los gobiernos en materia de política económica,
dirigir la intervención pública no tanto a compensar a los “perdedores”
de la globalización sino a dotarles de un capital (humano y financiero)
tal que evite que se conviertan en “perdedores” es una orientación de
política económica que merece la pena explorar." (Entrevista a Branko Milanovic, Borja Barragué, Agenda Pública, 09/01/17)
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