"La recuperación económica de los países en desarrollo se vio frenada
porque los estados más ricos y emergentes, salvo Estados Unidos y Japón,
llegaron a un consenso político tácito en materia de austeridad fiscal,
en vez de realizar un esfuerzo concertado y sostenido para superar el
estancamiento prolongado.
Después de siete años de resultados
económicos mediocres y de las crecientes tensiones por las duras
restricciones al estimulo fiscal en la eurozona, hay señales de una
mayor disposición a reconsiderar la política seguida hasta ahora.
Todavía
no está claro si eso llevará a un cambio significativo de políticas,
pero podría a la larga desembocar en el punto de inflexión que tanto
necesita la economía mundial desde la crisis financiera que comenzó en
2008. (...)
Por desgracia, la tarea más urgente, de coordinar e implementar
esfuerzos para aumentar y sostener el crecimiento y la creación de
empleo, sigue sin atenderse. Mientras, los recortes al gasto social y a
los programas de bienestar, reclamados por el fetiche de la austeridad,
no hacen más que empeorar las cosas, pues el empleo y el consumo solo
disminuyen.
Es probable que la presión sobre el empleo y el
presupuesto de los hogares continúe. Los reclamos de reformas
estructurales apuntan principalmente al mercado laboral, más que a los
de productos.
La creciente inseguridad de los trabajadores,
exacerbada por la mayor liberalización del mercado laboral, se toma como
base para una economía saludable. Pero esa idea no solo socava la
protección social que todavía existe, sino que probablemente reduzca el
salario real, la demanda agregada y, por lo tanto, las perspectivas de
recuperación.
Ya redujo el crecimiento y el empleo. Y, si bien los
mercados financieros insisten en reducir el déficit, el último declive
de los precios de los bonos y de las acciones, así como la pérdida de
confianza que eso transmite, sugiere que también reconoce las
consecuencias adversas de la consolidación fiscal en un contexto de
reducida demanda privada.
Un crecimiento más lento significa menos
ingresos y un espiral descendente más rápido. En la actualidad, el
déficit fiscal de la mayoría de los países refleja la caída de los
ingresos tributarios tras el colapso del crecimiento, así como los
costosos rescates bancarios. (...)
La actual política se considera favorable al mercado, es decir
opciones procíclicas efectivas, pese a que, en realidad, se necesitan
esfuerzos anticíclicos, instituciones e instrumentos.
Las
autoridades globales parecen ser rehenes de los intereses financieros y
de los ideólogos y medios asociados, así como de oligarcas cuya
influencia política les permite asegurarse una mayor renta y pagar menos
impuestos en lo que realmente debe ser uno de los círculos más
viciosos. (...)
Las malas políticas públicas pueden llevar a la recesión. Eso fue lo
que ocurrió en 1980-1981, cuando la Reserva Federal de Estados Unidos
elevó las tasas de interés reales, frenando ostensiblemente la
inflación, pero al mismo tiempo induciendo una prolongada recesión
económica global.
Eso no solo contribuyó a las crisis fiscal y de
deuda soberana, sino también a un prolongado estancamiento fuera de Asia
Pacífico, incluida la “década pérdida” de América Latina y el
“retroceso de cuarto siglo” de África. (...)
La creciente desigualdad de ingresos en muchos países antes y, aun
después, de la crisis financiera, no hizo más que empeorar las cosas, al
reducir la capacidad de ahorro de los hogares y aumentar el crédito al
consumo y la compra de valores, en vez de elevar la inversión en nuevas
capacidades económicas.
De hecho, la amenaza a la que tenemos que
hacer frente ahora no es de deuda pública ni de la inflación, sino la
espiral económica descendente, que será cada vez más difícil de
revertir. (...)" (Jomo Kwame Sundaram , IPS, en Rebelión, 21/12/16)
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