"Para nosotros, los estadounidenses, el trabajo lo es todo.
(...) de lo que estamos seguros es de que nos saca de la
cama por las mañanas, de que paga las facturas, de que nos hace sentir
responsables y de que nos mantiene alejados de la televisión por las
mañanas.
Estas creencias ya no están justificadas. De hecho,
ahora son ridículas, porque ya no hay bastantes trabajos disponibles y
porque los que quedan ya no sirven para pagar las facturas, a no ser,
claro está, que hayas conseguido un trabajo como traficante de drogas o
banquero en Wall Street, en cuyo caso, en los dos, te habrás convertido
en un gánster.
Hoy en día, todos a izquierda y a derecha, desde el
economista Dean Baker al científico social Arthur C. Brooks, desde
Bernie Sanders hasta Donald Trump, pretenden solucionar el
desmoronamiento del mercado laboral fomentando el “pleno empleo”, como
si tener un trabajo fuera en sí mismo una cosa buena, sin tener en
cuenta lo peligroso, exigente o degradante que pueda ser. (...)
Actualmente, la tasa de desempleo oficial en EE.UU. está por debajo del 6
%, muy cerca de lo que los economistas siempre han considerado “pleno
empleo”, y sin embargo la desigualdad salarial sigue exactamente igual.
Trabajos de mierda para todos no es la solución a los problemas sociales
que tenemos.
Pero no es que lo diga yo, para eso están los números. En EE.UU. más de
un cuarto de los adultos actualmente con trabajo cobra salarios más
bajos de lo que les permitiría superar el umbral oficial de la pobreza, y
por este motivo un quinto de los niños estadounidenses viven sumidos en
la pobreza.
Casi la mitad de los adultos con trabajo en EE.UU. tiene
derecho a recibir cupones de comida (el Programa Asistencial de
Nutrición Suplementaria, SNAP por sus siglas en inglés, que proporciona
ayuda a personas y familias de bajos ingresos, aunque la mayoría de las
personas que tiene derecho no lo solicita). El mercado de trabajo ha
fracasado, como casi todos los demás. (...)
los economistas de Oxford que estudian las tendencias laborales nos
dicen que casi la mitad de los trabajos existentes, incluidos los que
conllevan “tareas cognitivas no rutinarias” (pensar, básicamente) están
en peligro de muerte como consecuencia de la informatización que tendrá
lugar en los próximos 20 años.
Estos argumentos no hacen más que
profundizar en las conclusiones a las que llegaron dos economistas del
MIT en su libro Race Against the Machine (La carrera contra las
máquinas), 2011. Mientras tanto, los tipos de Silicon Valley que dan
charlas TED han comenzado a hablar de “excedentes humanos” como
resultado del mismo proceso: la producción cibernética. (...)
Así que nuestra gran crisis económica (no te engañes,
no ha acabado todavía) es una crisis de valores tanto como una
catástrofe económica. También se la puede llamar impasse
espiritual, ya que hace que nos preguntemos qué otra estructura social
que no sea el trabajo nos permitirá imprimir carácter, si es que el
carácter en sí es algo a lo que debemos aspirar.
Aunque ese es el motivo
de que sea también una oportunidad intelectual: porque nos obliga a
imaginar un mundo en el que trabajar no sea lo que forja nuestro
carácter, determina nuestros sueldos o domina nuestras vidas.
En pocas palabras, esto hace que podamos exclamar: ¡basta ya, a la mierda el trabajo! (...)" (James Livington, CTXT, 16/12/16)
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