"(...) La economía europea está fuertemente afectada por una gran crisis de
solvencia del sistema bancario. Los epicentros de dicha crisis se
sitúan en Italia y Alemania. Comenzando con los casos del Deutsche Bank, Monte Paschi y Unicredit,
se pueden sacudir los cimientos de la arquitectura económica de la UE,
tan obsesionada en sostener el sistema financiero privado como incapaz
de encontrar una solución no lesiva para la mayoría.
En un contexto de bloqueo en el Consejo Europeo, la política
económica de la UE y sus Estados miembros está caracterizada por una
política fiscal inerte que, a lo sumo, va a verse matizada por las
nuevas exigencias de rearme de Europa, ante la retracción del compromiso
de EE UU con la OTAN.(...)
A pesar de la previa medicina de caballo, en materia de austeridad y
financiarización, la recuperación ha sido muy débil y gran parte de la
economía europea apenas ha podido pasar de la recesión a un
semi-estancamiento con tendencias deflacionistas. Ahora bien, es cierto
que se ha pasado a una fase nueva. (...)
La prolongación de la política de compra de activos y flexibilidad
cuantitativa es un síntoma de la desesperación de la UE ante una
situación de estancamiento que se enquista. Sin duda, la decisión de
hacer descansar la mayor parte de la política económica en la política
monetaria, tiene como una de sus causas la dificultad para salir de un
síndrome de “semiestandeflación”.
Aunque hay algunos signos de
cambios, aún resulta demasiado débil la modificación de las pautas en
la política fiscal y de gasto a escala nacional. Pautas que, sin
embargo, siguen bloqueadas a escala del Consejo Europeo que sigue
aprobando recortes en el presupuesto europeo, manteniendo el Marco
Financiero Plurianual encorsetado en términos de volumen, o inhibiendo
cualquier iniciativa de fortalecimiento de la capacidad fiscal en la
eurozona.
Pero, como venimos señalando, la crisis del sistema bancario
encierra posiblemente el principal factor explicativo de la
intervención sistemática del BCE en los términos en que lo hace. El
recurso a la política monetaria ultraexpansiva representa así una huida
hacia delante.
Pues bien, el fracaso de Renzi
en el pasado referéndum, que contenía detrás una propuesta para
centralizar poder y así acometer medidas para la crisis bancaria
italiana favorable al establishment, puede haber desencadenado
la última pauta del BCE, persistiendo en su política de tipos de
interés nominales nulos, lo que entraña contar con una inaudita
política de tipos reales negativos. (...)
Tal y como advierte el economista Sergi Cutillas,
el propósito consiste en amortiguar o retrasar los efectos de la
crisis bancaria, mientras se decide qué hacer para rescatar a la banca
italiana insolvente.(...)
la crisis italiana causaría un fuerte impacto en la banca alemana,
también en dificultades, porque es la principal acreedora de la banca
italiana, aunque cabe afirmar que, dado el tamaño económico de Italia,
la crisis en dicho país contagiaría al resto de la UE.
Sea como fuere,
merece la pena advertir que el nuevo programa del BCE será insuficiente
para insuflar los recursos financieros necesarios a los países
periféricos, con un sistema financiero en peores condiciones, porque la
distribución del programa de compras no se hace en función del tamaño
de los problemas, sino del peso económico de cada país, y habrá países
que recibirán este estímulo sin necesitarlo y aquellos que lo
necesitarán no dispondrán de él.
La política monetaria del BCE está siendo completamente ineficaz para
promover la inversión, dada las bajas tasas de rentabilidad de la
economía. En un contexto así, la política monetaria no puede animar por
sí sola la inversión. Cabe decir que no se puede llevar más lejos esta
política de tipos de interés nominal cero.
En la práctica, la economía
está encerrada en tipos de interés reales negativos (tipo de interés
menos la inflación), conduciendo a que el exceso de liquidez se destine a
tapar agujeros de insolvencia, pero no a nuevas iniciativas de
actividad. Esta política del BCE ocasiona una situación de riesgo moral
en favor de beneficios particulares, esto es, grandes corporaciones
privadas ligadas a las finanzas y el sistema energético e industrial
fosilista, especialmente en los países económicamente pudientes." (Daniel Albarracín, Viento Sur, en Economía crítica y crítica de la economía, 21/12/16)
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