"(...) Vivimos tiempos turbulentos. Ha habido numerosos resultados
electorales inesperados en el 2016, desde el Brexit a Trump. ¿Hacia
dónde gira el mundo?
Sí, ha habido una multitud de sorpresas,
pero la mayoría de ellas surgieron de la misma causa: ahora es cuando
estamos pagando el precio por los treinta o cuarenta años de atracón, de
juerga otorgados por una serie de obsesiones demoniacas
interconectadas, como vivir a crédito, la orgía consumista, la creciente
brecha entre los ganadores y los derrotados, la nacionalización de las
ganancias y la individualización de las pérdidas, el encogimiento de los
rangos de los ganadores frente a la multiplicación de los perdedores y
una globalización para los ricos que va aparejada con atar a los pobres
al suelo.
Y quizá, sobre todo, de la emancipación del poder, esto es, de
los que son capaces de conseguir que las cosas se hagan realmente, del
control de la política, que se supone que es la que debería decidir qué
cosas se necesitan y deberían llevarse a cabo...
¿Los votantes ven levantar muros como una forma de mantener alejadas las fuerzas de la globalización?
He
dicho, y repito con frecuencia, que la política de levantar muros en
vez de puentes, proseguida por un creciente número de gobiernos, tiene
como propósito explotar, para obtener mayor apoyo electoral, los miedos,
el sufrimiento y el enfado causado por la creciente incertidumbre por
la precarización de sus vidas en la que está instalada un sector cada
vez mayor de la población. Pero esa política no hace nada realmente para
mitigar y poner bajo control a los culpables reales.
¿Los resultados electorales sugieren que la globalización ha
fracasado? Señala que el poder ha olvidado hacer las vidas vivibles.
¿Qué
quiere decir con fracaso de la globalización? Uno necesita hacer
promesas primero para incumplirlas después. Pero lo que ponemos bajo el
nombre de globalización es en su mayoría un proceso espontáneo,
incontrolado y sin diseño , sin coordinación por parte de ninguna
autoridad global reconocida.
Tiene más similitudes con la evolución de
las especies que con un propósito humano. La globalización económica, y
también la criminal y la terrorista, son ya un hecho de la realidad,
mientras que la globalización política sinceramente no ha comenzado aún.
En la última época Ulrich Beck, que se puede decir que fue el más
profundo y agudo observador de las curiosidades e inanidades culturales
del cambio de siglo, insistía en que todos hemos sido ya seleccionados,
sin habernos pedido nuestro consentimiento, para la condición
cosmopolita: somos ya todos interdependientes en casi todos los aspectos
de nuestras vidas.
Pero no hemos adquirido todavía una conciencia
cosmopolita. Ni siquiera hemos tampoco comenzado a realizar intentos
serios de adquirirla. Para Beck esa discrepancia era la mayor maldición,
desafío y amenaza potencial de nuestro tiempo.
¿Por qué son
las migraciones y no la precarización de la vida y la sensación de
inseguridad existencial lo que encabeza las agendas en el mundo
occidental?
Los dos problemas que menciona son compatibles y
no excluyentes e intento dedicar todo el esfuerzo del que soy capaz a
darles atención a ambos. Pero como regla general los gobiernos se
desviven en focalizar sus políticas y las mentes de sus electores en lo
que dé beneficios políticos de esos problemas.
E igual que el diablo
escapa corriendo del agua bendita, mantienen lo no aprovechable o
rotundamente explosivo lejos de la conciencia pública. Políticamente
provechosos tienden a ser problemas abiertos a ser conectados y
enlazados en un bucle de causa y efecto con las aprehensiones existentes
ya y con las preocupaciones de un sector significativo del electorado y
permitir realizar una transfusión por lo menos de algunas de las
emociones de las que rebosan.
El manejo político de ambas cuestiones es
en ese sentido potencialmente aprovechable políticamente. Pero otra
demanda, la de posibilitar una abundancia de fotografías de gobiernos en
acción, pruebas tangibles de que los que están arriba no están sentados
perezosamente, sino flexionando sus músculos, permite a las migraciones
batir a la precarización, sobre la que los gobiernos pueden hacer poco e
incluso están menos decididos a evitarla, sin lugar a dudas.
Dice
que la incertidumbre vital de un creciente sector de la población es
uno de los factores que explican la actual mirada hacia los emigrantes,
pero añade que otro es el uso de ellos como chivos expiatorios para las
clases bajas.
En cuanto al primer punto que menciona –como en
el caso de tantas otras cuestiones éticamente sensibles–, hay una
tendencia visible a la adiaforización de la cuestión migratoria: negar o
restar importancia al significado moral de la cuestión trasplantándolo
desde el área de los problemas sociales al de la seguridad: securitizar
un problema intrínsecamente social.
En cuanto al segundo, muchos
observadores y analistas han encontrado que quien quiere asegurarse de
que una clase situada en lo más bajo de la sociedad no se rebele contra
el poder y no desencadene su ira acumulada contra él, es encontrar, o
crear un grupo o una categoría aún más discriminada que esa propia
clase, más degradada y más humillada: marginados reales, de clase baja,
excluidos, desposeídos de derechos.
Un campo libre para cualquiera
buscando una salida para su venganza y furia. Esa clase de gente serán
convertidos en los defensores más militantes y guerreros de un gobierno
que los levantó desde el más profundo de los pozos, la más sucia de las
alcantarillas y les permitió así retener lo que sea que quede de su
autorrespeto.
¿Por qué en el sur de Europa han aparecido partidos de izquierda radical en vez de organizaciones de extrema derecha?
En
breve, podemos decir que la gente hace Historia mientras es hecha por
la Historia. Así sucedió que mientras en el sur la izquierda ha tratado
de mantenerse fiel a su agenda de igualdad y justicia en el Norte, con
la excepción de Escandinavia, la abandonó y la arrojó a la calle para
cualquier que quisiera cogerla. Lo hizo la derecha, saltando al ver la
oportunidad.
¿En qué sentido dice que identificar migración con seguridad personal y nacional va a favor del terrorismo?
Es
un juguete en manos de los terroristas, confirmando la propaganda
islamista de que Occidente odia a los musulmanes y es su enemigo, Entre
otras consecuencias convierte a musulmanes educados y jóvenes nacidos y
criados en el mundo occidental en un campo fértil de reclutamiento para
el terrorismo. (...)
En su libro, dice que Trump es una consecuencia del precariado, de
la ansiedad que sufre la clase media y, también, de la necesidad que
algunos tienen de hombres fuertes debido a la falta de poder de la
política actual.
Son factores que explican el fenómeno, pero
hay todavía un factor más que contribuyó considerablemente a la victoria
de Donald Trump: él percibió de manera muy inteligente el espíritu de
los tiempos, que sus competidores fracasaron en comprender, y hábilmente
se presentó como un outsider de la élite política, luchando contra el
establishment como un todo, y no sólo contra una u otra de sus
divisiones partidistas.
Eso es exactamente lo que la gran mayoría del
precariado y de las antiguas clases trabajadoras querían oír, habiendo
sido durante muchos años ignoradas, traicionadas, desposeídas y
frustradas por un partido en el poder tras otro." (Entrevista a Zygmunt Bauman, Justo Barranco, La vanguardia, 09/01/17)
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