"(...) Siempre hay una discusión sobre si para acercarse a esos 8
millones hay que hacer pedagogía o propaganda, ¿no sería hacer pedagogía
lo contrario de lo que estás afirmando, intentar educar en vez de
ofrecerles algo que les atraiga?
Es que es evangelismo. Y
además hay que pensar dónde se está socializando esa gente y qué parte
de la cultura popular que ya existe hay que pelearla. Yo no estoy
bautizado, soy ateo, mi padre ha sido preso político durante la
dictadura, y sin embargo mi padre se emocionaba con las procesiones.
Y
es ateo y furibundamente anticlerical. Porque hay algo que entronca con
una parte de lo que hemos sido como pueblo. Que lo ha resignificado en
una clave conservadora y oscurantista la iglesia, sí, pero hay algo de
rito…
No estoy diciendo que haya que disputar las procesiones, pero hay
algo que sirve para identificar al pueblo, igual que lo hay en las
gradas, en las sociedades gastronómicas, en las collas. Cuando hablamos
de movimiento popular no hablamos de juntar a todos los movimientos
sociales en una mani muy grande, que eso está muy bien, llevo haciéndolo
toda la vida.
Se trata de ir donde se está construyendo comunidad
popular en nuestro país. Y mira que aquí tenemos mucho avanzado, pero
que alguien tendría que plantearse qué teclas ha dado Trump para ganar.
En vez de eso está la explicación tradicional que dan las élites sobre
el populismo, que es una especie de momento animalesco, según esta
teoría en algunos momentos de la historia los pueblos se vuelven locos
perdidos y eligen a locos, que las élites son siempre razonables, pero
las masas si las juntas acaban siempre en la demagogia y en el
totalitarismo, unas veces es Hitler, otra Trump, otras Chávez…
Porque la
masa según los conservadores es siempre irracional y el individuo es
siempre inteligente. Que es una cosa muy liberal. La única explicación
que damos a eso es que se han vuelto locos, por qué los americanos han
elegido a Trump, porque están medio locos. Pero eso es siempre una
explicación desde el desprecio. (...)
El valor consenso se ha impuesto por encima de todo. De hecho el
término consenso ha conseguido tener más peso por parte de las élites
que el término democracia. Durante las negociaciones era más importante
que hubiera acuerdo y gobierno que el que se respetara lo que los
votantes hubieran votado. Es alucinante cómo el valor consenso se ha
abierto camino de una forma totalitaria.
Las instituciones no
viven del consenso, viven de articular el conflicto y de ofrecer canales
por los que el conflicto se puede expresar sin que nos matemos.
¿Nosotros (los diputados) por qué votamos? Elias Canetti decía que en
los sistemas parlamentarios en los que se sabe qué va a votar cada uno
porque hay disciplina de voto se vota haciendo un “simulacro de la
guerra” para no hacer la guerra.
Representamos cada martes en el pleno
un choque de ejércitos simbólico y pacífico para darle expresión al
conflicto sin que ese conflicto amenace la pervivencia de la sociedad.
Pero las instituciones viven y son útiles cuanto más capaces sean de
integrar el conflicto y de darle una solución.
Si se dedican a excluir
que exista el conflicto es como si le taparas todas las salidas a una
olla express, en algún momento el conflicto explotará si no se canaliza
en las instituciones. Si hubiéramos tenido élites políticas un poquito
más listas o menos soberbias a lo mejor no habríamos tenido el 15M.
La propia negación del conflicto y de que el conflicto es consustancial a
la democracia ha hecho que surjan alternativas contra el conjunto del
sistema político y las élites (...)
Decía en un artículo que Rajoy tiene como objetivo la derrota moral de
los españoles, y lo sostengo porque no sólo tienen como objetivo
fundamental quitarnos cosas o redistribuir la riqueza hacia arriba, sino
también borrar de nuestras cabezas la memoria de tener derechos.
Ha
habido un fenómeno masivo de desclasamiento hacia abajo de nuestra
generación por la precarización. La ofensiva oligárquica tiene que
sembrar la resignación para acostumbrar, si eso ocurre se puede
consolidar un modelo en España con un 20% en exclusión social y el resto
con formas de vida consolidadas, no como las de sus padres, pero
aceptables.
No es que sea pesimista, pero vamos a tener que poner un
poquito de inteligencia de nuestra parte, porque se les podría seguir
yendo la mano y por ahora ese descontento lo canalizamos nosotros. Es
verdad que en algunos sitios estalla, pero en algunos lugares a peor,
nuestra batalla no es convencer a la gente de que lo que están haciendo
los de arriba es injusto, eso lo saben, te diría que hasta los que les
votan lo saben.
Nuestra tarea es convencerles de que nosotros podríamos
proponer un proyecto de país, de España, con garantías, en orden, pero
más justo y más democrático, y construir o cimentar la confianza de que
eso puede pasar.
Convencerles de que este sistema es injusto y que los
otros son malvados creo que lo tenemos, más o menos, pero la siguiente
tarea es representar un orden diferente, más fraternal e igualitario y
con más libertad. Eso es lo que nos queda." (Entrevista a Errejón, Antonio Maestre, Cuarto Poder, 23/12/16)
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