"El problema de la mala supervisión de nuestro sistema financiero no hay
que buscarlo ni en el cuerpo de inspección de Banco de España ni en la
labor de la inmensa mayoría de los trabajadores de dicha institución.
No, fueron intereses privados y espurios, con la complicidad del poder
político de turno, ajenos a la actividad de los funcionarios del
regulador, quienes guiaron el fiasco de la intervención las cajas de
ahorro, así como el diseño de instrumentos como la SAREB. (...)
El diagnóstico de la salud de nuestro sistema financiero estuvo sometido
a la presión de los propios banqueros patrios y a la vanidad de los
políticos de turno. Sí, me refiero a la propia banca que fue incapaz de
ver lo obvio, la mayor burbuja inmobiliaria de la historia, esa misma
banca que no quería hoy hablar de controles ex ante del crédito.
Sí, me
refiero a los políticos de turno, que vivían muy bien bajo la ola de la
burbuja y que hicieron oídos sordos a ciertas llamadas a la prudencia. (...)
Para rematar la faena, el diseño de cómo hacer frente al problema
correspondió a consultoras privadas, casi todas ellas con conflictos de
intereses con el propio sistema financiero que debía ser intervenido.
Mientras, los trabajadores e inspectores de la institución reguladora
atónitos ante semejante espectáculo. Obviamente todo ha acabado como el
“rosario de la aurora”. (...)
Para que entiendan el entramado de intereses público-privados que se
cruzan en nuestro país, me viene a la cabeza, no sin cierta envidia, la
nacionalización ejemplar llevada a cabo por los suecos en 1992.
Tanto el
primer ministro de aquella época, el conservador Carl Bild, como su
ministro de economía, Bo Lundgren, nos recuerdan ciertas conversaciones
que mantuvieron con los banqueros más relevantes de entonces, entre
ellos Peter Wallenberg, en aquel momento presidente del SEB, el mayor
banco de Suecia.
Wallenberg, descendiente de una de las familias más
famosas y ricas del país, se quería interesar sobre qué ocurriría si su
banco recibía ayudas públicas. La respuesta fue tajante. Si el Estado
sueco se ve forzado a ser el mayor accionista de un banco privado, el
consejo de administración de dicho banco acabaría de patitas a la calle,
al margen de las correspondientes actuaciones judiciales y penales, y
sus puestos serían ocupados por funcionarios del Banco de Suecia.
Wallenberg salió despavorido del despacho en búsqueda de capital
privado, que finalmente consiguió. Pero otros bancos, como Nordbanken y
Gota, no corrieron la misma suerte y tuvieron que ser nacionalizados.
Frente
al modélico rescate bancario sueco, las distintas reformas bancarias
emprendidas por los ejecutivos de Zapatero y Rajoy, hechas a medida de
intereses privados espurios. Son una pruebaevidente
de que España es un excelente ejemplo de Totalitarismo Invertido. El
poder corporativo interfiere en la vida política, a la vez que el Estado
se orienta cada vez más hacia el mercado, obviando los intereses de la
ciudadanía. (...)
Pero para que los intereses privados y espurios se materializaran en el
rescate de nuestro sistema financiero necesitaban la colaboración del
poder político del momento y la actitud de sumisión del gobernador de
turno. Y detrás de todo, esa palabra que aterrorizaba tanto a esos
intereses espurios como a una parte importante de nuestra clase
política, nacionalización. (...)
Obviamente los gobernadores del Banco de España durante la Gran Recesión
tienen una parte alícuota de culpa y responsabilidad muy importante.
Primero, haber hecho oídos sordos a la carta de inspectores de 2006, y
posteriores avisos de dicho cuerpo.
Segundo, haber permitido e incluso
haber sido copartícipes de las interferencias políticas y privadas
tendentes a “comprar” el diseño de una reestructuración bancaria por
parte de consultoras externas que cobraron sus correspondientes
emolumentos. Su diagnóstico fue completamente erróneo, tremendamente
“naive”.
¡Con lo fácil que hubiese sido oír a las voces que tienen en su
propia casa! Un ejemplo, entre otros, el diagnóstico y propuestas del
otrora director general de Banco de España y uno de los muñidores del
rescate y gestión de la crisis bancaria de los 80, Aristóbulo de Juan.
La banca insolvente, se rescató tarde y mal, y en su
inmensa mayoría a costa de contribuyentes y de sus clientes-empresas a
las que se les cerró el crédito-, para regalarlas después a la
competencia. Y en eso tiene mucha culpa el regulador.
Pero además hay un
aspecto adicional muy sutil y peligroso, que apenas se comenta, y donde
el regulador ha sido parte del problema, espoleado por la propia
patronal bancaria: la búsqueda de “campeones nacionales”, con el
consiguiente subsidio a la banca sistémica.
Al final,
la ausencia de controles ex ante del crédito, el mirar para otro lado,
un diagnóstico y diseño externo del problema absolutamente “naive” y
erróneo, lo hemos acabado pagando los ciudadanos. Desahucios, deuda
pública, desempleo...
¡Y eso que no hemos hablado de aquellas reuniones
donde los prohombres patrios, ocultos bajo la luz tenue que emitían
ciertas velas, diseñaron como colocar las acciones preferentes de Bankia
para salvar al “soldado Rato”!" (Juan Laborda, Vox Populi, 23/02/17)
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