27.3.17

Muchos estadounidenses están experimentado su momento, 'El triunfo de la voluntad'. Ven una y otra vez a Trump sin sentirse aburridos o asqueados, convencidos de que los últimos ocho años eran una distopía “progre” y que lo que está aconteciendo es, si no la utopía, al menos los primeros pasos en esa dirección

"(...) Después de todo, la polvareda que se ha levantado es la consecuencia de los primeros pasos en un enorme proyecto de demolición que podría estar ocultando el hecho de que Trump esté tratando de que los estadounidenses aprueben algo que va esencialmente en contra de Estados Unidos y es –potencialmente– un programa absolutamente elitista. 

Tal como Bannon prometió, el objetivo de Trump es destruir el statu quo y reemplazarlo por un nuevo orden mundial definido por la sigla CCB: Conservador, Cristiano y Blanco. Los medios pueden decir lo que más les guste y los críticos reír todas sus ligerezas. Mientras tanto, los hombres del presidente están tratando de imponer se voluntad en un país y un mundo obstinados.

El triunfo de la voluntad

Cuando estaba en la facultad, hice un curso sobre el surgimiento del nazismo en Alemania. En cierto momento, el profesor nos hizo ver El triunfo de la voluntad, el famoso documental que Leni Riefenstahl presentó en 1935. El film había sido rodado en el congreso del Partido Nacionalsocialista del año anterior y mostraba largos pasajes del discurso que Adolf Hitler dirigió a sus fieles. 

El profesor nos aseguró que El triunfo de la voluntad había sido un éxito de taquilla. Difundió el nombre de Hitler en todo el mundo y dejó sentada la reputación de realizadora de Riefenstahl. La película se hizo tan popular en Alemania que fue proyectada durante meses en salas itinerantes; la gente volvía a verla una y otra vez. Nuestro profesor nos juró que la encontraríamos fascinante.

El triunfo de la voluntad no era fascinante. Hasta para los estudiantes absortos por los detalles del surgimiento del nazismo, las cerca de dos horas del documental resultaban tremendamente aburridas. Cuando hubo acabado la película, bombardeamos al profesor con preguntas y quejas. ¿Cómo había podido imaginar él que nosotros encontraríamos fascinante el documental?

Él sonreía. “Esto es lo fascinante”, nos dijo. “Esta fue una película extraordinariamente popular; hoy sería casi imposible tener sentado a un estadounidense para verla toda completa.” Él quería que nosotros entendiéramos que la gente en la Alemania nazi tenía una mentalidad totalmente distinta, que ellos estaban participando en una especie de frenesí colectivo. No les parecía que el nazismo fuese algo horrendo. No pensaban que estaban viviendo en una distopía. Eran unos auténticos creyentes.

Hoy en día, muchos estadounidenses están experimentado su momento El triunfo de la voluntad. Ven una y otra vez a Donald Trump sin sentirse aburridos o asqueados. Creen que la historia ha ungido un nuevo líder para dar nueva vida al país y devolverlo a su legítimo lugar en el mundo. Han sido convencidos de que los últimos ocho años eran una distopía “progre” y que lo que está aconteciendo en este momento es, si no la utopía, al menos los primeros pasos en esa dirección.

Es imposible que el núcleo duro de los embelezados por Trump pueda ser convencido de otra cosa. Desprecian a las elites progresistas. No creen en la CNN ni en el New York Times. Muchos de ellos adhieren a teorías descabelladas sobre el islam y los inmigrantes, y las continuas maquinaciones encubiertas del más famoso de los “inmigrantes islámicos”, Barack Obama.

 Para este núcleo duro de los seguidores de Trump, Estados Unidos podía empezar a desmoronarse, la economía a caer en picado, la comunidad internacional a mirar con desdén el liderazgo de Washington; entonces, continuará creyendo en Trump y el trumpismo. El presidente podría incluso tirotear a algunas personas y sus seguidores más fanáticos no dirían más que “¡Buen disparo, señor presidente!”

 Recordar: después de que la Alemania nazi se viniera abajo tras la derrota de 1945, un número significativo de alemanes continuaron subyugados por el nacionalsocialismo. En 1947, más de la mitad de aquellos que todavía estaban vivos aún creía que el nazismo era una buena idea que había sido mal realizada. (...)

El final de Trump no vendrá de las manos de una Katniss Everdeen****. En primer lugar, creer que vendrá un salvador que desafiará exitosamente al sistema “totalitario” nos coloca en el interior de la crisis en la que Donald Trump se vendió a sí mismo como el solitario cruzado dispuesto a combatir contra un “Estado profundo” controlado por taimados progresistas y conservadores cobardes, todos ellos con la complicidad de los medios hegemónicos. 

A los estadounidenses tampoco les ayudará hacer realidad el sueño de sacar su estado de la Unión (¿estás escuchando, California?) o el de algunas personas de refugiarse en la pureza de la política tradicional. Dado que la visión distópica de la administración está basada en el caos y la fragmentación, la respuesta debería ser la unión de quienes se oponen –incluso de quienes puedan oponerse– a lo que en este momento hace Washington. 

En tanto lectores, tenemos la libertad de interpretar la ficción distópica. En tanto ciudadanos, podemos hacer algo mucho más subversivo. Podemos reescribir nuestra distópica realidad. Podemos, nosotros mismos, cambiar ese lóbrego futuro. Sin embargo, para hacer eso, necesitaremos crear un relato mejor, incorporar algunos caracteres más interesantes y de colores más vivos y, antes de que sea demasiado tarde, escribir un final mejor, uno que no se despida de nosotros con explosiones, gritos y un fundido a negro."               (John Feffer , TomDispatch, en Rebelión, 20/03/17)

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