"Las afirmaciones de Dijsselbloem sobre el carácter de los europeos del
sur y esa afición nuestra a las mujeres y a la bebida, y sobre todo a
que los responsables y ordenados vecinos del norte paguen la cuenta,
poseen mucha más enjundia que el desdén racista que late bajo ellas.
No
sé qué habría pasado si el ministro de finanzas griego, el español, el
italiano o el portugués hubieran afirmado que la dificultad en
reestructurar la deuda está en que los europeos del norte necesitan más
dinero a toda costa porque se lo gastan en cocaína y en chicos, pero
seguramente nada bueno.
(...) ¿quién ha nombrado a Dijssembloem? ¿Por qué está ahí, además de porque
es el chico para todo de Schaüble? ¿Quién controla las políticas que
gente cómo él decide? (...)
El ángulo muerto de la política
Según Piketty, en estos
10 años de crisis económica y financiera “ha tomado forma un nuevo
centro de poder europeo, el gobierno de la zona euro”. Es un núcleo poco
identificado, “nacido bajo el signo de la informalidad y la opacidad”,
del que forma parte el Eurogrupo integrado por los ministros de finanzas
de la zona euro, y “que funciona por fuera de los tratados europeos y
que no rinde cuentas ni al Parlamento Europeo ni a los nacionales”.
Piketty afirma que este gobierno de la zona euro “tiene lugar en un
‘ángulo muerto’ de los controles políticos, en una especie de agujero
negro democrático. ¿Quién controla realmente la redacción del memorándum
que impone reformas estructurales importantes a cambio de la ayuda
financiera del Mecanismo Europeo de Estabilidad?
¿Quién da seguimiento a
la actividad ejecutiva de las instituciones que conforman la Troika?
¿Quién evalúa las decisiones tomadas en el Consejo Europeo de Jefes de
Estado de la zona euro? ¿Quién sabe lo que se negocia en los dos comités
centrales del Eurogrupo, el de Política Económica y el Comité Económico
y Financiero?
No lo hacen los parlamentos nacionales, que ni siquiera
controlan en el mejor de los casos a su propio Gobierno, ni tampoco el
Parlamento Europeo, que ha sido cuidadosamente colocado al margen del
gobierno de la zona del euro”.
“Una forma de sordera”
Esta
situación, que Piketty denomina, siguiendo a Habermas, “autocracia
posdemocrática”, tiene efectos muy reales, tanto en lo que se refiere a
relegar a las voces discrepantes, economistas incluidos, que se oponen a
las tesis oficiales (“una forma de sordera”), como a generar una
negación de la realidad que favorece a los populismos de derechas.
Y
además prioriza todo lo que tenga que ver con la estabilidad financiera y
con dar confianza a los mercados, mientras pasa por alto las cuestiones
referidas a las políticas de empleo, la convergencia fiscal, la
cohesión social y la solidaridad o el mismo crecimiento.
A este
núcleo pertenece alguien tan profundamente inadecuado para gestionar
nuestra economía como es Dijsselbloem. Y la pregunta es ¿quién le elige?
¿Quién decide sus funciones? ¿Por qué tienen el poder un puñado de
tecnócratas? ¿Quién los fiscaliza?
Una Asamblea de la zona euro
La propuesta de los firmantes
del libro es volver a colocar a la democracia en el centro de las
decisiones. Para ello, apuestan por una Asamblea parlamentaria que
controle a este gobierno opaco de la zona euro.
Según Piketty, no basta
con fortalecer el Parlamento Europeo, sino que se precisa una
institución que organice ese gran mercado que es la zona euro y coordine
sus políticas, de forma que esa red burocrática deje espacio a la
voluntad de los ciudadanos, articulada a través de sus representantes en
asuntos cruciales.
La Asamblea estaría constituida por 100-150
representantes, designados por los parlamentos nacionales, en que
estarían representadas todas las opciones políticas, y cuyo número por
país dependería del peso demográfico que tuviera.
Así, Alemania contaría
con 30 representantes y Francia, con 25. Su papel sería el de controlar
decisiones tan importantes como las referidas a la economía de la zona
euro, y su peso sería muy relevante. (...)" (Esteban Hernández, El Confidencial, 23/03/17)
No hay comentarios:
Publicar un comentario