"En Francia algo está cambiando, pero no poseemos marcos interpretativos adecuados. (...)
Ya hace cuatro décadas, E. Laclau hablaba de un populismo de clases
dominantes y otro populismo de clases dominadas. Ch. Mouffe avanza y
distingue entre un populismo de derechas (o reaccionario) y otro de
izquierdas (o democrático-progresista). En todo caso, el significante
‘populismo’ (al igual que ‘izquierda’) es polisémico y equívoco,
especialmente en Europa con un potente populismo derechista, xenófobo y
reaccionario.
Es difícil ‘resignificar’ ese significante; además, se
manipula mediáticamente para adjudicar a fuerzas alternativas
características antidemocráticas, ultranacionalistas o extremistas que
sirvan para aislarlas de la mayoría de la sociedad. (...)
El más claro ejemplo de populismo como antagonismo nosotros/ellos es el del ultraderechista Frente Nacional,
no solo a desechar desde una óptica democrática e igualitaria, junto
con otros fenómenos similares en otros países del norte europeo, sino a
combatir abiertamente.
Por otro lado, Mèlenchon, de tradición
republicana-socialista y de izquierdas, ha ampliado su discurso
ecologista y un elemento ‘nacional-popular’, más bien gramsciano y algo
bolivariano. Pero es difícil catalogarlo como populista de izquierda; en
todo caso, de izquierda (insumisa) con componentes populistas.
Sobre todo, no tiene sentido nombrar a ambas
corrientes políticas, una de derecha extrema y autoritaria y otra
democrática y de progreso (como Podemos, Syriza o Bloco portugués), es
decir antagónicas en lo sustantivo, con la misma palabra de populismo.
Lo secundario para el análisis es si hay un ‘momento’
populista, sumando hechos de dos sentidos contrarios, aunque tengan (al
igual que con otras formaciones) alguna característica parcial común. Lo
fundamental a dilucidar es si en la actual crisis política, aparte de
su profundidad e intensificación, la tendencia dominante es hacia una
tendencia reaccionaria-regresiva-autoritaria (a contrarrestar) u otra
dinámica igualitaria-progresiva-democrática (a promover). (...)
Macron, que no es un simple tecnócrata financiero sino que también ha
sido discípulo aventajado del filósofo (interpretativo y discursivo) P.
Ricoeur, ha renovado su lenguaje con grandes palabras vacías (pueblo,
reformas, modernización…) que ocultan más que desvelan su proyecto
político real. Su discurso está incrustado con las estructuras reales de
poder fáctico y cumple una función de enmascaramiento. (...)
Pero, ¿cuál es la estrategia política o el modelo social y económico de
Macron? Si en el tema de la inmigración es algo ambiguo, su proyecto
socioeconómico está claro, el continuismo neoliberal regresivo, ya
ejercido como Ministro de Economía: disminuir el gasto social por
habitante, menores derechos sociales y laborales, privatizaciones,
privilegios fiscales para las grandes empresas…
Su plan modernizador, a
consensuar con los conservadores y el ala derecha socialista y
embellecido como europeísta, se basa en la estrategia
liberal-conservadora dominante. Su intento es fortalecer las ventajas
comparativas de su alto grupo financiero y productivo, estabilizar el
poder político hegemónico y renegociar con Merkel un estatus más
equilibrado, haciendo valer (todavía más tras el Brexit) su potencia
militar y nuclear. Su objetivo es recomponer una nueva élite
institucional (compartida y negociada con las dos fuerzas afines a
derecha e izquierda), que frene el desgaste de legitimidad que ha
sufrido el poder establecido (económico y político) en este periodo.(...)
Significa que, a pesar de la fuerte deslegitimación cívica de las dos
fuerzas tradicionales y el amplio malestar social frente a la
austeridad, todavía la mayoría de la población no ha llegado a un
cuestionamiento profundo del bloque de poder liberal-conservador ni de
la permanencia en el euro (la apoyan el 68%) o la UE. No hay crisis, en
su sentido fuerte, del Régimen, del Estado o del capitalismo; no hay una
perspectiva ‘revolucionaria’ inmediata.
(...) se configuran tres grandes tendencias: La más homogénea, la reaccionaria
y xenófoba de la ultraderecha, con entre el 25% y el 30% del
electorado; la más fragmentada y pendiente de recomponer sus pesos
relativos y el grado de acuerdo, la continuista liberal-centrista (¡En Marcha!
con participación y dura negociación con la derecha y parte del Partido
Socialista para construir el ‘extremo centro’), entre el 45% y el 50%; y
la izquierda crítica (pendiente de la división socialista y la
convergencia de Hamon y Mèlenchon), entre el 25% y el 30%. (...)
Eso significa que dadas las peculiaridades del sistema electoral
francés, si funciona el renovado pacto liberal-republicano, en forma de
gran coalición tripartita y asimétrica, Macron contaría con una mayoría
parlamentaria y una gran estabilidad gubernamental para emprender, de
momento, su ambicioso proyecto reformador… regresivo. (...)
El cambio más relevante de esta recomposición de la élite política dominante es la práctica irrelevancia del Partido Socialista,
cuyo aparato institucional, mayoritariamente, quizá se encuentre cómodo
bajo el manto y el poder del centrismo neoliberal de Macron. (...)
Además, según la evolución del conflicto social, se puede ampliar el
descontento cívico frente al entramado económico-institucional
liberal-conservador y europeo. Aun así, la pugna seguirá con la
bifurcación entre las presiones (oligárquicas) autoritarias,
segregadoras y ultranacionalistas y las dinámicas (populares)
democráticas, igualitarias y solidarias. Esta última es la tarea para
las fuerzas alternativas. Persiste la oportunidad para ensanchar sus
apoyos sociales y defender los intereses y demandas de la mayoría
popular.
(...) cómo queda Francia (sus élites dominantes y/o sus capas populares) en
una UE entre dos campos fragmentados que se prefiguran: la hegemonía
alemana con sus aliados centroeuropeos de Holanda y Austria -acreedores y
con superávit comercial-, y la subordinación del Sur europeo –deudores y
con déficit diversos-.
O sea, existe una relación entre hegemonía del
bloque de poder liberal-conservador (con la subordinación de las capas
populares europeas, especialmente del Sur y el Este) y jerarquización u
ordenación ‘nacional-estatal’ de la clase dominante (francesa y europea)
que controla los recursos financieros, productivos e institucionales,
así como los valores simbólicos. Y las recetas son distintas entre las
tres opciones fundamentales. (...)
Por otro lado, Le Pen representa una opción de
fracciones oligárquicas (al igual que Trump aunque él si contó con el
conjunto de la derecha, el Partido Republicano) que, instrumentalizando
el malestar popular para aumentar su legitimidad, pretende asegurar por
la vía del nacionalismo excluyente su objetivo de incrementar su dominio
interno mediante el autoritarismo, el ultra-conservadurismo y la
división popular con la segregación o exclusión de personas de origen
inmigrante.
Ante su proceso de declive económico relativo, su diversidad
social y cultural y su subordinación al núcleo de poder centroeuropeo
esperan recuperar la grandeur representada por una
élite dominante reaccionaria, xenófoba y competidora con otros pueblos
que margina a las capas populares más vulnerables.
En Francia siempre ha habido dos almas, dos
identidades nacionales con amplias bases populares. Por un lado, la
reaccionaria: conservadora, nacional-católica o etnicista
(colaboracionista con los nazis), imperialista o militarista agresiva
(1ª Guerra Mundial), colonialista (Argelia). Por otro lado, la
progresista: democrático-republicana, ilustrada, laica, resistente,
social e integradora de la diversidad étnica y cultural. (...)
En ese marco impacta la crisis socioeconómica y las políticas de
austeridad, sus graves consecuencias y las nuevas dicotomías que
agudizan la división social. Las tendencias de fondo son contradictorias
y es difícil interpretar la profundidad y, sobre todo, el sentido del
cambio o, más bien, la ambivalencia de los distintos cambios. (...)
En definitiva, el carácter y el ritmo de los reajustes económicos, la
continuidad de la eurozona, la reforma institucional de la UE y la misma
convivencia ciudadana e intercultural, dependen de la evolución de la
pugna por una dinámica u otra. O hacia una Europa más justa o hacia
mayor disgregación social y nacional. El camino que escoja Francia va
acondicionar fuertemente al conjunto europeo, particularmente al Sur." (Antonio Antón , Profesor Honorario de Sociología de la Universidad Autónoma de Madrid, Rebelión, 29/04/17)
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