"Francia celebrará este domingo sus elecciones presidenciales. La mayoría de los observadores prevén que el centrista Emmanuel Macron derrotará a Marine Le Pen,
la nacionalista blanca (por favor, dejemos de dignificar esta cosa
llamándola "populismo").
Y estoy bastante seguro de que las normas de The New York Times me permitirán declarar directamente que espero de todo corazón que la opinión general no se equivoque. Una victoria de Le Pen sería desastrosa para Europa y para el mundo.
Pero
también pienso que es justo hacernos un par de preguntas acerca de lo
que ocurre. En primer lugar ¿cómo han llegado las cosas hasta este
punto? Y en segundo lugar, ¿sería la derrota de Le Pen algo más que una
postergación temporal de la crisis que se desarrolla en Europa? (...)
Para empezar, a pesar de que Francia recibe una sorprendente
cantidad de mala prensa –buena parte de ella procedente de ideólogos
que insisten en que los Estados del bienestar
generosos tienen que tener consecuencias desastrosas– es de hecho una
economía bastante próspera. Lo crean o no, los adultos franceses en sus
mejores años para el trabajo (25 a 54) tienen muchas más probabilidades
que sus homólogos estadounidenses de lograr un buen empleo.
También son más o menos igual de productivos. Es cierto que
en conjunto los franceses producen una cuarta parte menos por persona
que los estadounidenses, pero eso se debe principalmente a que se toman
más vacaciones y se jubilan más jóvenes, cosas que obviamente no son
horribles.
Y si bien Francia, al igual que casi todos, ha experimentado
un descenso gradual del empleo en el sector industrial, nunca ha
experimentado nada parecido a la "sacudida china" que provocó la caída en picado del empleo en la industria estadounidense a principios de la década de 2000.
Por otra parte, sobre el telón de fondo de esta economía no
maravillosa pero tampoco horrible, Francia ofrece una red de seguridad
social que supera los sueños más descabellados de los progresistas
estadounidenses: atención sanitaria de alta calidad para todos,
generosos permisos de paternidad y maternidad, enseñanza preescolar
universal y mucho más.
Y por último, aunque no menos importante, Francia –quizá
debido a estas diferencias políticas, quizá por otras razones– no está
experimentando nada comparable al hundimiento social que parece estar
afectando a buena parte del Estados Unidos blanco.
Sí, Francia tiene
grandes problemas sociales, ¿quién no? Pero no da muchas señales del
drástico aumento de las "muertes por desesperación" –mortalidad por
drogas, alcohol y suicidio– que Anne Case y Angus Deaton han demostrado que se está dando entre la clase trabajadora blanca estadounidense.
En resumen, Francia no es ni mucho menos una utopía, pero
desde casi todos los puntos de vista, ofrece a sus ciudadanos una vida
bastante decente. ¿Por qué, entonces, hay tantos dispuestos a votar
–insisto, no usemos eufemismos– a una extremista racista?
(...) parece claro que los votos a Le Pen serán en parte votos de
protesta contra unos funcionarios de la Unión Europea a los que se
considera despóticos y desconectados de la realidad. Y por desgracia, en
esa percepción hay una parte de verdad.
Quienes hemos visto cómo afrontaban las instituciones
europeas la crisis de la deuda que empezó en Grecia y se extendió por
buena parte de Europa nos escandalizamos ante la combinación de
insensibilidad y arrogancia que prevaleció a lo largo de la misma.
Aunque Bruselas y Berlín se equivocaron una y otra vez
acerca de la economía –a pesar de que la austeridad que imponían era
económicamente tan desastrosa como sus detractores advertían– siguieron
actuando como si conociesen todas las respuestas, como si todo el
sufrimiento causado fuese, de hecho, un castigo necesario por los
pecados cometidos.
Desde el punto de vista político, los eurócratas se salieron
con la suya porque los países pequeños eran fáciles de intimidar,
demasiado aterrados ante la perspectiva de quedar eliminados de las
finanzas del euro como para oponerse a exigencias irrazonables.
Pero la
élite europea cometerá un terrible error si cree que puede comportarse
de igual modo con actores más grandes. De hecho, hay ya indicios de
desastre en las negociaciones que están teniendo lugar actualmente entre
la Unión Europea y Reino Unido. (...)
La posibilidad de que venza Le Pen debería aterrarnos. Pero
también debería preocuparnos que la victoria de Macron permita a
Bruselas y Berlín interpretar que el Brexit ha sido una
aberración, que siempre será posible intimidar al electorado europeo
para que acepte lo que sus superiores dicen que es necesario.
Así que seamos claros: aunque el domingo se evite lo peor,
todo lo que conseguirá la élite europea es una oportunidad temporal de
corregirse." (Paul Krugman , El País, 06/05/17)
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