"(...) los defensores de la globalización aún no deben descorchar el champán:
los proteccionistas y los defensores de la “democracia iliberal” están
en aumento en muchos otros países.
Y el hecho de que alguien que es un
fanático declarado y mentiroso consuetudinario hubiese podido conseguir
la cantidad de votos que Trump obtuvo en Estados Unidos, y que alguien
de la extrema derecha como Marine Le Pen haya disputado la segunda
vuelta con Macron el pasado 7 de mayo, debería causar profunda
preocupación.
(...) sería un error llegar a la conclusión de que el malestar con la
economía global —al menos con la forma como la economía global trata a
grandes cantidades de los que forman parte de (o anteriormente formaban
parte de) la clase media— ha llegado a su punto máximo. Si las
democracias liberales desarrolladas mantienen políticas de statu quo,
los trabajadores desplazados continuarán siendo marginados.
Muchos de
ellos sentirán que al menos Trump, Le Pen y sus semejantes
aseveran sentir el dolor de dichos trabajadores. La idea de que los
votantes vayan a volcarse en contra del proteccionismo y el populismo
por su propia voluntad puede ser nada más que una vana ilusión
cosmopolita. (...)
Los defensores de las economías liberales de mercado deben entender que
muchas reformas y avances tecnológicos pueden dejar a algunos grupos
—posiblemente a grupos numerosos— en peor situación.
(...) si los perdedores continúan en peor situación, ¿por qué deberían ellos apoyar la globalización
y las políticas a favor del mercado? De hecho, va a favor de sus
propios intereses girar su apoyo hacia políticos que se oponen a esos
cambios.
Por lo tanto, la lección debe ser obvia: en ausencia de
políticas progresistas, incluyendo la carencia de sólidos programas de
bienestar social, reeducación laboral y otras formas de asistencia a
personas individuales y comunidades relegadas por la globalización, los
políticos al estilo de Trump pueden convertirse en una presencia
permanente dentro del paisaje. (...)
El resultado de todo esto podría ser rupturas nacionales profundas, y
tal vez irreparables. En Estados Unidos, Trump ya ha disminuido el
respeto que se tiene por la presidencia y lo más probable es que él al
irse deje atrás un país aún más dividido. (...)" (Joseph E. Stiglitz , El País, 12/05/17)
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