"Diez años después de la crisis de las subprimes, la batalla
de Francia se ha saldado con una debacle. La sociedad seguramente más
central y politizada para una eventual recomposición en la Unión
Europea, ha hecho gala de un conformismo plenamente alineado con el de
sus vecinos europeos e incrementado por una retirada de participación
sin precedentes, todo ello abierto a diversas interpretaciones.
Con la prensa y la televisión en manos de un puñado de grupos,
propiedad de las mayores empresas y fortunas privadas del país, con una
Presidencia omnipotente y una Asamblea Nacional prácticamente monocolor
en manos del Partido Neoliberal Unificado (la suma del
movimiento de Macron más los Repúblicanos, podrían alcanzar 500
diputados sobre 577), con los sectores populares sociológicamente más
ausentes y los intereses empresariales más representados que nunca en la
política, la pregunta que arroja la suma es la de una democracia sin
oposición.
Que todo eso se haga pasar por renovación, no hace sino confirmar la gravedad del fenómeno.
En el proceso electoral que comenzó tan vivo en abril y concluirá el
día 18, el cepillado de todo lo social y todo lo soberanista en
beneficio del individualismo y la mundializacion, ha sido completo.
¿Cómo ha sido posible?
(...) El actual ciclo electoral ha sido la culminación de la americanización
de Francia, un proceso largamente larvado. Desde la izquierda el
filósofo Régis Debray acaba de formular, en su libro Civilisation. Comment nous sommes devenus américains,
el epitafio de la civilización europea, convertida en mera variante
periférica de la civilización americanoide.
Mientras se pregunta,
angustiada, por las consecuencias de tanta emigración musulmana, Europa
ignora su verdadera transformación, una mutación que convierte a la
Unión Europea en la, “fase superior de su salida de la escena”. (...)
Francia, el país político por excelencia en el que el Estado construyó
la Nación ha sufrido, “no un golpe de estado, sino un golpe contra el
Estado”. El principio étnico que prevalece en América fue asimilado en
Francia, donde, “la izquierda sustituyó la igualdad por la diversidad”.
El foco ya no está en la explotación de una clase por otra, sino en la
discriminación de las minorías y en los “derechos humanos” que han
sustituido a los “derechos del hombre y del ciudadano” consagrados en la célebre declaración francesa. (...)
Quien haya asistido a los mítines de la campaña electoral de Emmanuel
Macron y conserve esa distancia biográfica con la realidad francesa, no
puede sino sintonizar con el divertido y dramático libro de Debray. Lo
que chocaba no era el estilo de predicador del candidato, ni la jerga
idiomática gallo-ricain de sus helpers y
colaboradores, ni la escenificación, ni la ausencia de toda idea en el
discurso. Lo que chocaba es la naturalidad con la que todo ello se
integra en la mentalidad del público.
Después de todo esto ya solo parece quedar Asterix, una izquierda ecologista, social y humanista, declarada regierungsunfähig
(incapacitada para gobernar) por el establishment, y arrinconada tras
la frágil empalizada de su poblado galo. Ya no es muy diferente a la
situación en Alemania.
Claro que en esta nueva conquista de las Galias,
siempre se puede soñar con el inesperado efecto de la poción mágica. La
calle, quizá con un pequeño altavoz melenchonista en la Asamblea
Nacional, será ahora el único espacio de acción para los “sectores
populares”. (Rafael Poch , La Vanguardia, 12 Junio, 2017)
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