"¡Para el pueblo, no solo para las élites!: este es el lema de todos
los tipos de populismo. Sin duda alguna, el triunfo del populismo es una
catástrofe, pero la amenaza del populismo es una propiedad esencial de
cualquier democracia.
Es lo que hace que un régimen democrático sea
mejor que uno tecnocrático, burocrático o autocrático; es lo que
recuerda a los gobernantes que no deben perseguir única, o
principalmente, sus propios intereses y preocupaciones, y los de las
personas como ellos.
En concreto, si observamos la actual Unión Europea, lo que debería
grabarse en las mentes de los legisladores europeos sobre la amenaza del
populismo es que no deberían preocuparse solo por los intereses de los
‘que obtienen beneficios’, de la gente como tú (y yo) aquí presente, de
la gente que está dispuesta e interesada en aprovechar las oportunidades
que crean las cuatro libertades del mercado único y que se dan cuenta
de lo mucho que les deben.
El populismo les obligará a prestar mayor atención a los intereses y
preocupaciones de la ‘gente de a pie’, esas personas que, más que nadie,
son conscientes de la amenaza que supone la competencia internacional
para sus empleos y la amenaza para sus entornos familiares de lo que
perciben como una invasión de gente con la que tienen grandes
dificultades para comunicarse y todavía más dificultades para
identificarse.
No es de extrañar que hoy en día estas ‘gentes de a pie’ (los
‘pueblos’ de Europa) consideren la UE como una máquina sin rostro que
escapa al control popular y que continúa desmantelando las redes
protectoras a las que estaban acostumbrados, una máquina anónima que
continúa disciplinando a los Estados-nación cada vez que intentan
proteger a sus ciudadanos.
No es de extrañar que consideren a los
gobernantes europeos como una camarilla cuya mayor preocupación es
conservar sus muchos privilegios y los de los suyos. No es de extrañar
que ahora pidan liberar a su país de las garras de Bruselas y recuperar
su plena soberanía nacional.
La respuesta estándar y complaciente de las élites a este tipo de
exigencia eurofóbica es: “No se puede devolver un huevo a su cáscara”.
Tras el voto del Brexit, esta respuesta ha perdido gran parte
de su poder de persuasión.
Es cierto que remendar la porción menos
descascarillada de la cáscara sería laborioso, lento y en ocasiones
ineludiblemente desagradable, pero no es posible librarse del remiendo.
No obstante, creo que existe una variante menos metafórica, menos
categórica y más circunscrita de esta respuesta, una que afecta solo a
la eurozona, como afirma Claus Offe: “El euro es un error cuya
eliminación sería un error todavía mayor”.
Pero entonces, ¿qué hacemos? ¿Seguir adelante como sea y esperar que
la revuelta populista siga ganando terreno, inflándose y propagándose de
elección en elección, de país en país, de partido en partido? No. Para
que la Unión Europea pueda escapar de la trampa en la que está atrapada,
para evitar un destino caótico y agónico autoinfligido, necesita
convertirse y ser considerada una unión protectora.
Esto no se
conseguirá multiplicando directivas y regulaciones que interfieran con
la autonomía de los gobiernos y parlamentos nacionales, se conseguirá
haciendo algo sin precedentes en la historia de la humanidad: poner en
marcha un proyecto de redistribución transnacional e interpersonal.
Hace falta una unión distributiva que proporcione la estabilidad
macroeconómica que permita sobrevivir al euro; que proporcione la
estabilidad demográfica que permita la supervivencia política de
Schengen; que proporcione un sólido mínimo común sin el cual es
imposible defender la generosidad y diversidad de nuestros Estados del
bienestar nacionales frente a la competencia tributaria y social.
Hace
falta para que los de a pie sientan de forma tangible que la UE también
se preocupa por ellos y no solo por los éxitosos. ¿Es radical esta
propuesta? Pues claro que sí, pero no es más radical que lo que hizo
Bismarck cuando creó, tras una sucesión de violentas protestas, el
primer sistema de seguridad social del mundo. ¿Realmente creen que la UE
sobrevivirá sin cambios radicales? (...)" (Philippe van Parijs (Social Europe), CTXT, 31/05/17)
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