"(...) Convendría no olvidar que al final de 2016, después de 8 años de
crisis, quiebras y reajustes financieros, la deuda entre las empresas,
las instituciones financieras, las Administraciones Publicas y los
Hogares ascendía a 7,8 billones de euros, a los que sumar otros 2,6
billones de pasivos con el exterior de esos agentes.
En 2009, esas
cifras eran respectivamente de 7,7 billones y 2,3 billones, dejando de
manifiesto que la carga explosiva del endeudamiento sigue intacta, e
incluso algo más peligrosa por el aumento de los pasivos con el
exterior.
Pero más importante aún. Destacados y solventes
analistas vienen anunciando la proximidad de otra crisis financiera
mundial cuya intensidad, sostienen, superará la que hemos conocido
recientemente.
Las propias instituciones financieras internacionales
deslizan sutilmente su preocupación por la situación existente.
Como se
sabe, la práctica de inyectar liquidez en cantidades desorbitadas por
parte de la FED y el BCE ha sido el medio para detener la consecuencia
incontroladas de la crisis.
La liquidez generada ha detenido su
propagación pero al mismo tiempo ha multiplicado los riesgos de que
sobrevengan convulsiones más graves.
Si ello ocurre, por los múltiples
factores de inestabilidad existentes, incluidos los políticos, no cabe
pensar que el sistema financiero español quedará indemne, puesto que,
como se ha resaltado, la economía española en términos de su
endeudamiento global no se ha corregido, manteniendo todo el sistema una
vulnerabilidad muy elevada.
Después de todo, se admite que la
evolución entre los flujos financieros de la economía globalizada y los
flujos de intercambios reales de bienes y servicios ha cobrado una
desproporción disparatada e insostenible, cualesquiera que sean las
comparaciones. Como la evolución del volumen de los activos y pasivos
financieros mundiales no guarda relación alguna con el crecimiento del
PIB real del mundo.
La economía productiva opera dentro una burbuja
financiera que tendrá que desaparecer antes de que el capitalismo pueda
normalizarse y emprender otra fase. Se ha de destruir mucho capital
ficticio y especulativo para sanear economías, pero eso no acaecerá sin
grandes traumas, tensiones y conflictos.
El caso del banco Popular
nos pone un ejemplo perfecto de lo que tendrá que ocurrir: de la noche a
la mañana todos los poseedores de acciones y bonos del banco han
perdido todo su capital. Generalizar los problemas y angustias que
sufren los afectados por la crisis del Popular nos puede servir de
imagen de lo que está por suceder a otra escala." (Pedro Montes, economista, Socialismo21, 11/06/17)
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